Damián De la Cruz nació en la comunidad de San Gerónimo en Huancavelica y antes de bailar siempre le reza al cráneo de su abuelo para que lo cuide y lo proteja. Gracias a él aprendió lo místico de la danza de tijeras. Ser un danzante no es nada fácil, ya que se tiene que pasar por varias pruebas peligrosas y sangrientas como incrustarse cactus en la espalda, introducirse una espada por la boca o perseguir a serpientes peligrosas. Su abuelo desde corta edad lo llevó al cerro Apu Wamani y hasta que no pasara por distintas pruebas o no quitara de su mente el significado de dolor, ya estaría preparado para ser el mejor danzante de tijeras. Con el tiempo y la práctica Damián se convirtió en ‘Ccarccaria’.
El pueblo de Sachacoto en Huancavelica denominó a la familia De la Cruz como ‘Ccarccaria’ cuyo significado en quechua es incestuoso, pues sus dos primos hermanos se enamoraron y escaparon del lugar donde vivían. En ese entonces en 1986, Damián era un danzante de tijeras reconocido en su ciudad y decidió autodenominarse como ‘Ccarccaria’ para limpiar el honor de su familia y para que el pueblo dejara de relacionar el nombre con el incesto familiar, y lo vinculara con un gran danzante.
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‘Ccarccaria’ es el danzante de tijeras más conocido en el Perú y el mundo por mostrar esta expresión cultural. Desde el 2016 es embajador de la marca Perú y de PromPerú. Además, tiene reconocimientos de la Unesco y del Congreso de la Republica por difundir este arte. “He viajado a distintas ciudades de Europa y Asia, y en todo tengo presente a mi abuelo. Me hubiera gustado que pudiera ver mi éxito”, explica Damián. Él ha viajado a más de cuarenta países con sus dos tijeras que hacen vibrar a la gente con el sonido que emanan junto al ritmo dulce del violín y el arpa, instrumentos también presentes en la danza. En cada viaje, sus tijeras, su vestimenta multicolor y el cráneo de su abuelo son sus fieles acompañantes. Cada vez que inicia su presentación nunca se olvida de rezarle al cráneo de su abuelo para que lo proteja y bendiga.
Esta danza se baila acompañada del son de los violines y el arpa, ambos forman una armonía que se complementa con el movimiento y chillido de las tijeras. Cada vez que baila, hace vibrar de un salto al más despistado. Volteretas coordinadas con el zapato en la boca, sus pies en punta sostienen todo su cuerpo, movimientos de hombros en el suelo, paradas de cabeza y acrobacias complicadas no son difíciles para este danzante.
“Todo comienza y termina en los Apus”, era lo que le decía su abuelo cada mañana cuando lo llevaba al cerro para apreciar el paisaje. Valerio De la Cruz gritaba un saludo a todo pulmón a los cerros cada vez que llegaban o un adiós cada vez que le daban la espalda. La rutina que su abuelo tenía preparado para él era algo “salvaje” como lo llama Damián. Los 27 grados de temperatura y los insectos que pasaban por los pies descalzos de un niño de siete años no eran impedimentos para convertirse en el mejor.
“Mi primera prueba de valor fue de muy pequeño. Mi abuelo me encerraba en un cuarto muy oscuro y me dejaba dormir ahí. Me acuerdo que pasaban las ratas y distintos insectos. ¡Imagínate era muy pequeño, para mi era un trauma! Poco a poco el miedo lo iba superando, hasta que me iba acostumbrando y sólo pensaba que no me iba a pasar nada malo” sostiene Damián.
En el cerro ‘Apu Wamani’ pasó gran parte del tiempo durante su niñez. Desde muy pequeño, su abuelo le colocó grandes cactus en la espalda y así recorría montaña tras montaña danzando hasta llegar a su casa; si llegaba con expresión de cansancio, ya sabía que volvería a hacer una y otra vez la misma rutina. Corretear serpientes se volvió su pasatiempo y una rutina peculiar para un niño que, en vez de jugar canicas o a los trompos, hacía esas actividades extenuantes. Solo si el dolor no existiera en su cuerpo y si hacía todas las pruebas extremas que le mandaba su abuelo ya estaría listo para ser un buen danzante de tijeras y llevar el nombre de ‘Ccarccaria’ en lo alto.
Damian lleva más de 30 años mostrando su baile al ritmo de las tijeras. En cada presentación se viste con su traje destellante y nunca se olvida de su guante a rayas multicolor que lleva en la mano derecha para hacer bailar las tijeras heredadas de su tatarabuelo y abuelo, cada una pesa más de un kilo. “Las tijeras representan a la hembra (que va en la parte inferior de la mano) y al macho (que va en la parte superior). Damián menciona que no solo es danzante, sino también músico porque las hace sonar al compas del violín y las arpas.
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La niñez de Damián De la Cruz fue la parte más difícil que recuerda y siempre la tendrá presente porque todo lo que vivió de niño formó su carácter. De Huancavelica a Lima no es fácil para nadie a los once años. Comida, ropa, pasajes y un hogar, no fueron fáciles de conseguir para él a su llegada a Lima, pero el sueño de ser alguien y hacer lo que más le gusta fueron su propósito para aguantar cualquier tipo de obstáculos. Lo que le decía su abuelo “ser el mejor” retumbaba en su cabeza cada vez que se rendía. Así que olvidó las lágrimas y alguna nostalgia para seguir adelante.
“Cuando llegue todo me pareció nuevo. El aire no era el mismo, las personas no eran las mismas y lo peor es que estaba sólo porque no tenía ningún familiar que en Lima. Con el tiempo me fui acostumbrando a la rutina, pensaba en ellos y en lo que quería hacer. Era eso lo que me fortalecía”. Antes de llegar a la ciudad, Damián creyó que habría un panorama prospero, pero poco a poco esa esperanza se iba disolviendo y esa idea que tubo se quedó en la nada. Se situó en la casa de señores donde lo explotaban laboralmente y sólo abusaban de su condición e infancia. Muchas veces, equivocadamente, se sintió menos por el hecho de ser menor y venir de la sierra.
—Iba a la parada a trabajar y no tenía dinero para regresar a Huancavelica. Ahí me conocí con unos chicos que me engañaron. Les daba dinero, me decían te lo guardo, te lo guardo y nunca me devolvían.
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Su familia tiene mucha influencia en su vida. Gracias a ellos, cree en las divinidades, como en el Apu y la Pacha Mama. “Mis abuelos fueron los que creían más en eso. Una vez a la semana hacían su rezo para que haya comida, cosechas y los pobladores estén sanos. Luego él me enseñó a hacer el rezo a los Apus y a leer las hojas de coca”. Este carácter no es ajeno al departamento de Huancavelica, porque hasta el día de hoy, a través de sus danzas y fiestas típicas, sus ciudadanos recuerdan a sus antepasados, como lo hace él.
Cuando Damián baila recuerda a su abuelo, él fue quien le inculcó desde pequeño la danza, y lo impulsó a ser su sucesor. Por este vínculo que tiene con él, y como una forma de agradecerle sus enseñanzas, ‘Ccarccaria’, lleva el cráneo de su abuelo en cada viaje que realiza. Cada vez que inicia su danza le reza al resto que le queda de la persona que admiró y le enseñó todo lo que sabe con sacrificio y gotas de sangre.
De niño siempre le gustó el baile y el trabajo, pero sobre todo le parecía más impresionante la idea de leer las hojas de coca y saber más acerca de la cultura y las creencias andinas. Desde pequeño veía las hojas de coca como un juego pues su abuelo era el chamán (brujo) del pueblo.
—Hay varias formas o tipos de uso que se le pueden dar. Como pago a la tierra o la naturaleza; para curar las enfermedades; para que aumente el ganado y demás rituales. Si no sabes leer la hoja de coca, no eres un danzante, sólo eres un aprendiz que aprendió para un espectáculo. El danzante tiene que preguntarse para qué y porqué tiene que hacer un ritual.
La mayoría de los rituales que ‘Ccarccaria’ ha realizado se han cumplido. “El ritual se hace en varias ocasiones, por ejemplo, cuando uno está enfermo se lleva dos vinos tintos, el feto de una alpaca, luego sobo con la sangre y rezo en quechua en nombre de los Apus. Después del rezo abro el vino y soplo tres veces y lo tapo rápidamente. Terminando, voy a la puna y abro la botella donde haz soplado todo lo malo y lo boto a tu nombre. Es así que se hace un rezo cuando una persona está enferma y se sanan, varias personas han quedado curadas gracias a mis rezos. Cuando iba a bailar tenía que agarrar una cintita o un pañuelo, lo quemaba hasta la mitad y hacía una ofrenda, después de apagarlo lo llevaba a la competencia como amuleto”.
Para Damián De la Cruz al inicio no fue nada sencillo, con la ayuda de su abuelo aprendió que para ser el mejor danzante de tijeras el dolor no debía ser una excusa. Y así, sin excusas, ‘Ccarccaria’ le regaló su arte al país y un embajador de la marca Perú. No solo se ha robado miradas del público al que lo ve, sino hasta el mismo ex presidente de los Estados Unidos Bill Clinton en una feria cultural. Él hace retumbar la tierra de sus Apus con varios trucos de pies y manos y con el hermoso sonido que emanan sus dos tijeras.