Natalia Parodi: "El agujero negro de la depresión"
Natalia Parodi: "El agujero negro de la depresión"
Redacción EC

La tristeza es parte de la vida y todos la sentimos a veces. Si tu hermano sufre una enfermedad médica o si a tu hijo una chica le partió el corazón, te entristece. Si pierdes el trabajo, si una relación termina o si muere alguien que amas, atraviesas un duelo. Y es lógico que la pérdida de algo o alguien de nuestro mundo nos afecte, pero luego de un tiempo pasará. Además, el motivo externo es claro. Pero la depresión es otra cosa.

La depresión es algo hondo, complejo, un quiebre interior anímico y psíquico. No solo es falta de alegría. Es falta de vitalidad. Se llega a suponer a veces que hay motivos externos que causan el malestar que se siente. Pero cuando los motivos pasan y el malestar permanece, es porque en realidad proviene de adentro. Quienes sufren depresión están irritables, o sensibles y llorosos, o decaídos y desganados de todo. Y pueden llegar a preferir encerrarse y desconectarse del mundo. Como el caso de un señor que un día llegó del trabajo, se puso pijama y nunca más salió de su cuarto. Nadie entendía qué ocurría y suponían que el abuelo se había vuelto raro. Hoy entendemos que ese señor entró en una terrible depresión de la que no supo nunca salir ni pedir ayuda.

En las últimas semanas nos ha llegado la triste noticia del suicidio de Robin Williams. Por primera vez muchos nos enteramos de que sufría de depresión. Nos sobrecoge y nos desconcierta porque veíamos a alguien que parecía sumergirse fácilmente en la alegría e incluso contagiarla. Y nos recuerda que Chris Farley, Kurt Cobain, Alfonsina Storni, Alejandra Pisarnik, Tchaikovsky, Hemingway y tantos otros también se quitaron la vida por una depresión incontenible.

Jason Pargin, editor en jefe de Cracked.com, un portal donde según dice hay «un ejército de escritores independientes que aspiran a ser comediantes», opina que la mayoría de personas divertidas sufren depresión y él se considera uno de ellos. Sostiene que hacerse el gracioso es una forma de ocultar la depresión, porque han aprendido a sentirse mejor alegrando a los demás y sintiéndose valorados por ello. El problema es que si solo expresan chispa y humor, y no comparten con nadie su desazón, dolor, miedo y rabia se acentúan la negación del problema y el aislamiento. Y se agudiza su depresión.

Estamos hablando de una condición clínica que involucra una serie de reproches, muchas veces duros y repetitivos, contra sí mismos. Se llenan de dolor y de culpa por ser como son. Y eso los desgasta, les quita energía, las ganas de hacer cosas nuevas, la capacidad de disfrutar lo que solían disfrutar, de manifestar y recibir cariño. Pierden curiosidad e interés de incluso entender lo que les ocurre.

A varias personas les cuesta darse cuenta que están deprimidas. Minimizan lo que les ocurre, pues asocian la palabra depresión con debilidad. Y tienen la idea de que es cuestión de actitud, dejarse de engreimientos y ponerse bien. Pero no es algo que se soluciona con la simple voluntad de animarse, ni teniendo más fe en que Dios los salvará ni esperando a que todo se solucione y pase por sí solo. Deben ir a un especialista.

Si la depresión no se atiende, puede durar mucho más tiempo o empeorar y seguir desvitalizando a la persona, hundiéndola en soledad e incluso haciéndola caer en el uso de estimulantes que los hagan sentir superficialmente mejor. En casos extremos podría experimentarse un sufrimiento tal que quiera eliminar esa sensación, al costo de eliminarse a sí misma.

Si están desmotivados, decaídos, heridos, ya se dieron cuenta de que no es algo pasajero, pero aún creen no estar ‘tan mal’, no esperen a estarlo. Sentirse mal no es fallar ni hacer nada malo. Es una herida profunda, una enfermedad que debe ser atendida. Busquen ayuda psicológica. En algunos casos, la medicación será importante como apoyo al trabajo emocional que se debe hacer en la psicoterapia. Confíen en los expertos. Acompañados se sentirán mejor y podrán comenzar a recuperarse y a recuperar la esperanza.

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