Natalia Parodi: "El maltrato a un ser querido"
Natalia Parodi: "El maltrato a un ser querido"
Redacción EC

Una señora de 87 años está al cuidado de una enfermera. Es viuda y tiene tres hijos hombres que se encargan de que a ella nunca le falten ni comida, ni medicinas, ni compañía. Pero ellos trabajan mucho y no tienen tiempo para ir más que una vez por semana a verla, un ratito. La señora, ya senil y con diversas limitaciones físicas, ve pasar el tiempo con su enfermera, que no se separa de su lado salvo en su día libre. La enfermera tiene el desafío de vivir cuidando a alguien que recibe toda su atención, pero que no puede retribuirle casi nada, salvo la satisfacción de saber que hace el bien al prójimo. Está exhausta.

Desde hace un tiempo a la hora de vestir a la señora la enfermera es más tosca. Lo hace de forma rápida y práctica y a veces la lastima. La señora emite sonidos de fastidio, pero la enfermera la ignora. Hace poco descubrieron que la enfermera, desesperada por hacer que la señora coma, ha comenzado a taparle la nariz para que abra la boca y poder darle alimento. Los hijos de la señora no tenían idea de que su madre atravesaba momentos así, ni de que empeoraban día a día.

De este tipo de historias conocemos varias. Viejitos que están en manos de enfermeros que los maltratan, niños cuyas nanas los descuidan, les gritan o les pegan, e incluso personas que al estar a cargo de algún pariente cercano, resultan también maltratándolo. A mí me mortifica, me indigna, me asusta y me duele. Y para esos abusadores todos deseamos que la justicia les caiga encima y reciban un castigo.

Pero juzgar llega hasta ahí. Nos lleva a pensar en las consecuencias que alguien debe asumir por sus actos. Sin embargo ¿se puede evitar que los cuidadores lleguen a estas agresiones con las personas que tienen a cargo? Para lograr un cambio, este tipo de situaciones requieren de nosotros que vayamos un poco más allá. Intentar entender por qué ocurren.

Reflexionar y preguntarnos cómo es que alguien con vocación de servicio termina maltratando a la persona a la que debería proteger.

Es muy difícil dar y dar sin recibir. Y resulta que las personas que cuidan a otros muy necesitados, suelen dedicarles demasiado tiempo. La mayoría de cuidadores empieza haciéndolo por empatía, solidaridad, vocación de servicio o cariño. Pero con el transcurso del tiempo se agotan. La entrega que supone de su parte es mayor de lo que habían imaginado. La retribución económica resulta no compensar el enorme esfuerzo que implica el trabajo (hay cosas que no tienen precio). Se sienten más solos de lo previsto. Y cada visitante les pregunta cómo está el enfermo, pero a nadie parece importarle cómo están ellos. Se han vuelto invisibles y su vida ahora les parece una especie de sacrificio sin fin.

Estamos todos de acuerdo con que maltratar a sus pacientes o seres queridos es un abuso sin nombre que no debería ocurrir y que merece consecuencias. Pero si queremos que esto cambie será necesario mejorar las condiciones en las que trabajan. Recordar que ellos necesitan tener vida y también cuidarse y estar bien.

Todos tenemos, hemos tenido o tendremos, algún ser querido que requiera cuidados de otro. Recuerden que para que esa persona dé lo mejor de sí, necesita sentirse bien. Si alguien da sin parar, termina vacío. Cuiden al cuidador. Es valioso. Y tiene en sus manos a nuestros seres queridos. El bienestar de cada uno es importante. Cuidémonos entre todos.

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