La Navidad pasada la hija de Eduardo aún no había cumplido 15 años, Claudia todavía no era mamá y Luis no se había comprometido. La Navidad pasada todavía vivía la abuela Carmen, el tío Juan no estaba enfermo y Betty aún no se había jubilado. Este Año Nuevo vendrá del extranjero la nieta de Mercedes, después de cinco años de no haber pisado el país. Este año se graduó tu hijo menor. Este año que viene cumplirás 45 años y te sentirás a la mitad de tu vida.
Alegrías, tristezas, cuestionamientos. Las fiestas familiares combinadas con el cierre del año mueven todo tipo de emociones. El cariño a flor de piel, la melancolía, la soledad, están a la orden del día. La neurosis de las compras navideñas, el tráfico, los gastos, el estrés, los reencuentros, las ausencias. Todo se nos junta en estas fechas.
¿Qué tiene el fin de año que nos inquieta tanto? De pronto nos preguntamos dónde estamos parados frente a nuestra propia vida. Y nos damos cuenta de que pasó un año más donde posiblemente todo transcurrió de modo distinto al que habíamos pensado. A veces nos abruman el vértigo y el drama de los logros, los fracasos y lo inesperado. ¡Qué desconcierto recibir la noticia de que serías papá sin planearlo! ¿Y quién hubiera imaginado que se enfermaría alguien querido de forma tan violenta? ¿O cómo anticipar un cambio tan radical de trabajo?
Alguna vez oí: «Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes». ¿Es posible que todo resulte como queríamos? Las sorpresas de la vida. Las fantasías a veces estrelladas con la realidad.
A veces de forma deliciosa. A veces, muy dura. Estas fechas nos hacen sentir el paso del tiempo y ver que casi nunca pudimos anticiparnos aunque lo hubiéramos querido. Que de las tristezas no nos pudimos escapar, y que tuvimos que aprender a convivir con ellas y seguir. Que a veces sí logramos cosas y descubrimos nuestra fortaleza interior, y otras veces tuvimos que reconocer que la suerte nos dio un buen espaldarazo.
Año Nuevo. ¿Escribirás en un papel lo que quieres dejar atrás? ¿En otro lo que te propones para el año que viene? Yo cierro bien los ojos deseando con fuerza que todo vaya bien y que esa intensidad influya de algún modo en el destino. En fechas como esta se hacen sentir mucho la fe y la capacidad de creer en la magia.
Creo en el poder de los rituales. Navidad y Año Nuevo mueven energías y emociones. Por eso nunca pasan como un día más. Ya sea de modo religioso, una fiesta social o una cenita con velas a solas en casa, solemos necesitar hacer algo especial. Aunque lo tratemos como un día más, no se siente así. Al menos eso me pasa. Soy consciente de que se cierra un ciclo y se inicia otro. Hay duelo y renovación. Una despedida y una bienvenida. Y comienza un ciclo nuevo en mi vida.
¿Cómo te sientes esta Navidad? ¿Cómo se cierra este año para ti? ¿Te estás tomando examen? ¿Eres duro contigo mismo? ¿Tienes temor o ilusión frente al año que llega?
No es necesario someterse a un escrutinio cruel. No nos hagamos eso. Pero la revisión no es mala idea. Nos hace tomar conciencia de nuestro trayecto en la vida. De lo que había y lo que faltaba. De lo que ahora hay y lo que extrañamos. Y hacer las paces con lo que ya no tiene remedio.
¿Nos importan todavía las mismas cosas de hace un año? Quizá ya no somos los mismos. ¿Qué nos dice eso de nosotros? Y de pronto miramos para atrás, para adelante, recordamos sueños del pasado, suspiramos y nos preguntamos por sueños nuevos. Yo miro el futuro con curiosidad, con ganas de limpiar la mochila para viajar más ligerita, con lo que ahora me es importante y necesario.
Esta Navidad quiero disfrutar de mis seres queridos todo lo que pueda. Hacer eternos esos instantes. Sabiéndolos efímeros pero presentes. Únicos e indelebles. Honrar a los ausentes. Y prepararme con cariño para lo que viene, para los que llegarán y para seguir enriqueciéndome con las sorpresas que de todas maneras el nuevo año traerá.