Verónica Linares: "Lo ‘interior’ sí importa"
Verónica Linares: "Lo ‘interior’ sí importa"
Redacción EC

El fin de semana antes de empezar en Primera Edición estaba muy nerviosa. Fue en junio del 2003. Se trataba del relanzamiento de toda el área periodística de América Televisión. Habían jalado al periodista más querido de las mañanas, al conductor más destacado de un canal por cable, a una guapa y talentosa mujer de prensa con mucha experiencia en tele y a mí. Temblaba.

Recuerdo que en ese entonces había una persona encargada de la imagen de los que íbamos a aparecer en pantalla. Ella me recomendó a un estilista famoso para que me haga un cambio de look. Yo, inexperta en temas de belleza, me puse en sus manos. Era domingo y por ser su amigo abrió la peluquería para nosotras. Hice mal.

En un segundo me dejó el pelo rojo oscuro, casi negro. Me lo cortó chiquito, por capas. La primera de unos cinco centímetros de largo aproximadamente. Cuando me vi en el espejo parecía que tenía un casco en la cabeza. Horrible. Casi me desmayo. Ese día juré nunca más burlarme de las mujeres que hacían tanto escándalo por tres pelos mal cortados. «Sí el pelo crece», decía. Durante un mes solo iba de mi casa al canal. Según yo, no quería que nadie me viera. Pero seguro que millones de personas se habrán preguntado, ¿qué se ha hecho esta en la cabeza? Bueno, ahora les digo que yo tampoco sabía qué me habían hecho.

Entre mi incursión en la conducción y mi pelo, esa primera vez fue de terror. A la semana, el gerente de prensa me llamó a su oficina. Pensaba que era para botarme, pero felizmente se ratificó en su decisión. Me dijo que poco a poco el nerviosismo se me estaba pasando, sin embargo, creía conveniente que bajara de peso. Yo me sorprendí.

Jamás alguien me había ni siquiera insinuado que estaba gorda. No es que sea una flacucha, pero nunca hasta ese momento había tenido problemas con mi peso. Siempre he pensado que soy, como se dice, de contextura peruana.

Como deben haber escuchado más de una vez, la televisión engorda y entonces mis medidas naturales, sumadas a los kilos de más de la pantalla y mi peinado de casquete, me hacían ver redondita.

Desde ahí empecé a hacer dieta y poco a poco aprendí lo que significa vivir en este mundo de la televisión: seguir un régimen de alimentación, ir a la peluquería, cuidarme el pelo, la cara, los dientes, etcétera.

El medio en el que trabajo a veces es bastante frívolo, todo es imagen y muchas veces se exagera. No importa si eres periodista, si sales en televisión debes cuidar tu apariencia. Eso, aún después de tantos años, me incomoda. Tampoco digo que voy a salir ‘talco’ –tal como me levanté–, pero creo que no es necesario vivir pegada al espejo. Me pregunto qué hay con esa frase que dice que lo importante es el interior ¿o acaso no existe para las que trabajamos en televisión?

Es verdad que no todos los que salen en pantalla son adonis. Pero creo que la crítica más dura siempre es contra las mujeres. Reflexiona unos momentos. ¿Acaso te importan los rollos, las canas, la panza, la corbata rara, las arrugas, el poco pelo o las ojeras gigantescas de los conductores? No. Siempre estás rajando de lo mal que le queda el vestido a tal chica. O lo flaca que está o el peinado pomposo que se ha hecho la que sale en pantalla.

Es difícil ser mujer y más aun salir en la tele y estar «ok» todos los días.

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