Se conocieron en el 2012 durante una sesión de fotos, y doce años después, se casaron en medio de las montañas en Cusco. Renzo Cipolla (35) y Daniela Nuñez (32) son lo que se conoce como una power couple. Él es comunicador audiovisual y fotógrafo de moda; y ella, diseñadora de moda y creadora de contenido. La unión de sus talentos les ha permitido crear su propia productora audiovisual en la que trabajan con marcas y personalidades destacadas, así como la marca de ropa The Velvet Secret en la que diseñan piezas glamurosas, sensuales y sofisticadas.
Su vida se pasa entre desfiles, viajes y sesiones de fotos. Además del amor, su pasión por la creación y la moda los une indefinidamente. Y la boda que celebraron en Cusco fue fiel muestra de ello. Su primera ceremonia fue una boda civil íntima en una casa ubicada en Casuarinas. Y aunque muchos de sus seguidores pensaron que eso había sido todo, era solo el comienzo de una semana de celebraciones. Días después, la pareja sorprendió con el anuncio de una boda destino en el Valle Sagrado en Cusco. Durante esos días, la influencer peruana deslumbró con cinco vestidos de novia diseñados por nombres reconocidos en la industria local. Un viaje por la moda peruana y las propuestas nupciales que se encuentran hoy en tendencia.
Corsetería y líneas limpias
Tras nueve años de relación, la pareja decidió casarse en una boda civil en una casa ubicada en Casuarinas. La ceremonia se realizó durante la tarde en un jardín que tenía de fondo la vista panorámica de toda la ciudad de Lima. Arcos de flores blancas, sillas forradas y arañas de cristales conformaron la decoración del gran día, que estuvo a cargo de la diseñadora de interiores Paola Puerta, quien se encargó de toda la semana de celebraciones nupciales. La boda fue íntima junto a sus familiares y amigos más cercanos.
Para su primer look nupcial, Daniela llevó un vestido de la marca peruana Skim Rose, de la diseñadora Mariseli León. Por su parte, el novio lució un terno firmado por el diseñador Yirko Sivirich. El set compuesto por corsé y falda midi destacó por los cortes limpios en seda. “Quería algo mucho más limpio, clásico, atemporal...pero de todas maneras con un toque mío. A la hora de diseñarlo, quisimos centrarnos en que el collar fuera el protagonista, por lo tanto hicimos un vestido súper limpio en seda que, de hecho, es el sello de la marca. Y para darle un poco más de dramatismo, que es muy típico mío, le pusimos una cola que era no sé...como de dos metros [risas]”, detalla la novia.
El citado collar es de Viviene Westwood. Lo compró durante un viaje a la Semana de la Moda de Nueva York, en la boutique de la diseñadora. “Es lo único que he utilizado [durante la boda] que no ha sido peruano, porque vale recalcar que todos los vestidos, accesorios, joyas...todo ha sido 100% peruano, de marcas y talentos de diseño peruano”, agrega. El collar sumó al look la cuota maximalista y grunge que Daniela resalta en su estilo personal.
Los complementos finales fueron los zapatos, creados por la firma peruana Mura. Tacones acharolados en punta, con detalles de perlas y un taco intermedio para poder caminar por el jardín y celebrar el inicio de una semana especial.
Sombrerería y onda rockera
La pareja sorprendió en redes sociales con el anuncio de su boda destino en Cusco. Como es usual, se realizan dos matrimonios, el civil y el religioso, aunque su segunda celebración fue únicamente espiritual. “Cusco es un lugar muy especial para nosotros como pareja, así que de todas maneras fue el escenario perfecto para casarnos”, cuenta Daniela. Tras la llegada a la ciudad milenaria, la pareja ofreció un cóctel de bienvenida a sus invitados en el hotel restaurante Mountain View, ubicado en el Valle Sagrado.
El hotel cuenta con un vista privilegiada de las montañas y la naturaleza, que combinada con la infraestructura tradicional y los animales que habitan el lugar; se convierte en el escenario perfecto para una velada inolvidable. El cóctel se celebró a lo grande: con bar abierto, buena comida y hasta un concierto de rock. Los invitados asistieron vestidos de blanco, crema o tonos similares; siguiendo el dress code del evento.
Para la cita, la novia buscó un vestido que fusionara la onda rockera y bohemia con la inspiración de los Andes.
“Sabía que quería algo un poco andino, bohemio, con una onda rockera...y quién mejor para hacer ese vestido que Yahel Waisman, que tiene toda esta onda. Yahel voló bastante con todo el tema de encajes, bordado, todo el diseño fue hecho a mano y nos demoramos más o menos 2 meses haciéndolo. [Yahel] creó unas aplicaciones que, de repente no se nota bastante porque hay mucho bordado, pero tienen corrugado y plisado y lo hicieron a mano, lo cortaron y le pusieron piedras encima. Es decir, crearon este bordado”, explica Daniela. El novio lució un set camisa y pantalón de encaje junto a un saco blanco, todo de Waisman.
El sombrero fue el detalle que completó la estética bohemia. Fue creado por Arre Hats e intervenido por Waisman, quien sumó un velo corrugado alrededor de la ala del sombrero. Las botas diseñadas por Mura también aportaron al look. “Lo que buscamos en Cusco a comparación del civil, era dramatismo, rebeldía, creatividad y, sobre todo, glamour. Quería que en cada diseño se vea reflejado mi personalidad”, agrega.
Pedrería y transparencias
El vestido más importante de la semana fue, por supuesto, el de la boda religiosa. Aunque en el caso de la pareja, se trató de una ceremonia espiritual. El día esperado se celebró en el hotel Andenia, ubicado en el Valle Sagrado. La ceremonia tuvo lugar en los jardínes del hotel, en medio de la vegetación y un manto blanco bajo el cual la pareja se unió para siempre. Para la locación de la fiesta, Paola Puerta diseñó una pista de baile rectangular blanca rodeada de mesas largas y sillas forradas del mismo tono. La decoración no contó con toldo, en lugar arcos verdes, arañas de cristales y luces decoraron los altos de la fiesta.
Para el gran día, el vestido de la novia estuvo a cargo del diseñador Noe Bernacelli. La pieza estuvo compuesta por una base transparente sobre la cual destacó el trabajo de bordado y pedrería que tomó aproximadamente cinco meses. Encima, llevó una capa en lugar del velo tradicional de novia. La capa reposaba sobre los hombros pero sin ocultar la espalda, que destacaba por un escote profundo.
“Los bordados fueron trabajados por escala, o sea tal cual el dibujo de Noe. Es decir, el bordado no existe, él lo dibuja en un figurín y su equipo comienza a a bordarlo tal cual está en el diseño, es una locura. Las plumas fueron cocidas a mano y colocadas junto a un cristal. Es un vestido joya. Tal vez en la foto no se muestra mucho pero a la hora de caminar, la pedrería brillaba demasiado”, comenta Daniela.
“A este vestido le tengo un cariño muy especial porque es el vestido de mi ceremonia [...]. En la primera cita que tuvimos [junto a Noe Bernacelli] apenas me senté, me sacó un boceto y me dijo ‘Ya, esto he diseñado para ti’. Y yo ‘espera, ¿tan rápido?’. No esperé eso, pero lo vi y dije ‘es perfecto, es literalmente el vestido de mis sueños’ [...]. Ese fue el vestido que quedó, jamás cambié ningún detalle”, continúa.
El peinado elegido fue un moño holgado con rulos a los lados y flequillo, evitando la rigidez de los peinados nupciales tradicionales. Para no competir con el vestido, las joyas fueron discretas, unos diamantes cuadrados a cargo de la firma peruana Adria. En cuanto al maquillaje, el delineado pronunciado y los labios brillantes fueron el sello de la novia.
Bordado y capa de tul
Caída la tarde, la novia se cambió al look de fiesta. La idea del vestido fue crear una pieza cómoda y sensual, que no dejará de ser tan impactante como las anteriores. La diseñadora peruana Xayire Fuentes estuvo detrás de la pieza. El vestido tenía una silueta sirena en seda acompañada de un top bordado con cristales y perlas. Encima, una capa de nueve kilos hecha de tul y organza degrafiladas sumó al glamour del look.
“Quería un vestido que reflejara dónde me estaba casando y los componentes que tanto me gustan. El bordado parece las ramas de árboles, que en verdad todo el valle está lleno de árboles, de vegetación. También tenía detalles de perlas, que representa un poco las flores”, explica la novia. “La capa simula una nube gigante y para mí una de las cosas que más me gustan de Cusco es la conexión que tengo con el cielo y con toda la energía, entonces el vestido representaba realmente donde nos estábamos casando”, continúa.
Full pedrería
“Este último vestido ya fue el look de fiesta, o como yo le digo, el look de del caos [risas]”, comenta Daniela. A un mes de la ceremonia, la novia creó un vestido desde cero inspirado en los últimos momentos de la boda: la fiesta y la hora loca. Su propio taller de diseño fue el encargado de confeccionar una pieza ceñida al cuerpo y cubierta en pedrería, el sello de The Velvet Secret.
La pieza tiene tres capas de tela: el forro strech para que se muestre la figura, encaje de color perla y finalmente, pedrería bordada en todo el vestido.
“Aunque digo que es caótico porque lo creé para bailar, es limpio y elegante. Definitivamente no quería romper eso, no quería ponerme ninguna locura. Era abrigador porque sabía que lo iba a usar en la noche, es decir a partir de las 7 u 8 que la temperatura baja tremendamente en Cusco, creo que estábamos ya cinco grados”, relata la novia.