Como parte de mi enriquecimiento cultural, consumo diariamente gran número de webs o blogs con temas de mi interés, desde moda hasta recetas.
Ayer encontré un contenido en la categoría «moda» que llamó mi atención en especial y creo que es porque afectó a mi yo tacaño, a ese que me impide gastar en ropa –como ya he contado antes– más de lo que me cuesta la mensualidad del colegio de mis hijos. Por lo tanto, cuando leí: «las carteras más caras de otoño del 2014», inmediatamente di clic. «Vamos a ver», dije.
Quería descubrir a ciencia cierta cuánto puede llegar a costar un bolso de mujer. Algo de morbo, sin duda, porque no puedo ni creo que los compraría jamás. ¡Vaya sorpresa! Mi cabeza no había llegado hasta esos niveles. Los precios que vi fueron demasiado increíbles para creerlo. Disculpen la redundancia.
Un bolso, 41 mil dólares. Un bolso. Además se vendía online, lo que significa que claramente hay una demanda para que el negocio virtual funcione. Carteras de 41 mil dólares a un clic de distancia, ALUCINANTE.
Lo peor de todo el asunto es que eran carteras carísimas, porque la mayoría era de piel exótica: mink, avestruz, entre otras cosas. Es decir, que además de gastarte lo que te cuesta una camioneta en un accesorio, eres parte responsable de que se maten a animales de formas bastante crueles solo para usar su piel en tu bolso. Basta. No comprendo nada.
Peor si leo en el periódico de Wall Street Journal que Chanel ha subido sus precios en un 70%, así como Mulberry.
Es decir, sí comprendo nuestra obsesión por las cosas. Lo que no entiendo muy bien es cómo podemos llegar a extremos inverosímiles como el hecho de mentirle a nuestro marido sobre lo que compramos. ¿Se acuerdan ese estudio del que les hablé en el que entrevistaron a mil mujeres y la mitad admitió mentir sobre el precio que gastan en zapatos?
¿Están las carteras o bolsos dentro del mismo subgrupo? ¿Nos vuelven así de locas? Y sobre todo, ¿por quéson tan caras?
Porque los diseñadores y marcas saben que pueden poner esos precios. Las marcas no esperan que la mujer de clase media ahorre un año para gastarse 500 dólares en una cartera. ¿Para qué si tienen a las superricas de Rusia, el Medio Oriente y China?
Segundo, porque al ponerles ese precio inmediatamente le pones el sello de élite, VIP, exclusivo y a la gente le encanta tener algo así.
Pensemos en la creación de una de las carteras más icónicas de todos los tiempos: la Birkin Bag.
En 1982 Hermés lanzó esta cartera de cuero, grande, resistente y para toda ocasión inspirada en la actriz Jane Birkin. Solo porque ella –tan hermosa y estilosa– la usaba, se volvió una joya de colección. Todas querían y quieren tenerla, por eso actualmente puede llegar a costar desde 7 mil dólares hasta 150 mil, dependiendo del material.
Luego, durante la época de los 90 y a principio del 2000, las demás grandes firmas de moda comenzaron a sacar carteras carísimas con nombres propios también: como The Roxanne de Mulberry, o The Paddington de Chloé o la Baguette de Fendi; por ejemplo.
Hoy la onda de la cartera con nombre propio sigue fuerte: Mulberry acaba de sacar una nueva de nombre Cara, inspirada en la nueva chica de la moda, la modelo actual más famosa: Cara Delevingne. Felizmente esa no es tan cara y te la puedes comprar «solo» por 1500 dólares.
¿Mi consejo? Primero reconocer que jamás vamos a saciarnos, así es nuestra naturaleza pero si están pensando en invertir en una cartera de lujo más les vale que sea una inversión verdadera. Que dure –la buena calidad debería ser una condición inherente al precio–, que vaya con todo. Elige una de un modelo y color que te permita aprovecharla en la mayoría de ocasiones y de paso que las reconforte en los días grises. Buena búsqueda.
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