Lorena Salmón: "Ropas a la obra"
Lorena Salmón: "Ropas a la obra"
Redacción EC

Algún tiempo atrás leí la inspiradora historia de un señor australiano que todos los años abre las puertas de su casa y lo regala todo. Me quedé impactada con la noticia porque niveles de desprendimiento así no se ven todos los días. 

Pensaba en mi clóset, que es pequeño, desordenado y atiborrado de ropa, tanta que inclusive he tenido que tomar el clóset de mi oficina para guardarla. Hace un año se me ocurrió que si todas las blogueras de moda como yo, donábamos nuestra ropa para hacer una venta de garaje, tendríamos gran pegada –gracias a nuestros seguidores en redes– y que podríamos recolectar alguna cantidad de dinero sustanciosa como  para poder elegir una causa a la que se pueda direccionar esa ayuda.  Aquella vez la venta fue un éxito y reunimos dinero para buenas cosas. Decidimos darle la ayuda a un pueblo al sur de Lima, Catapalla, y con ella  38 niños pudieron lucir uniformes escolares, gozar de un biohuerto y además de su nueva iglesia (que había sufrido daños por el terremoto de Pisco). 

Este año, la ayuda quedó pendiente, repetir aquella fórmula exitosa fue más complicado y la convocatoria no tuvo mucho eco. Así que me quedé con mis bolsas de ropa acumuladas en la esquina de mi oficina. Ver ese amontonamiento cada mañana, me hacía sentirme frustrada. ¿Qué hace esa ropa allí? Mientras se me ocurre cómo organizar la segunda venta de garaje se me va a pasar la vida; pensé. Aproveché Navidad para sacar esas bolsas y llevarlas en mi carro a repartir ropa para las personas que lo necesitaran. Fue una pésima idea. La gente se avalanzó catastróficamente hacia mi carro aplastándose entre ellas, sin importar que había madres con niños en los brazos. Jamás me dejaré llevar por mis impulsos así . Pensé nuevamente cuál sería la forma más adecuada de canalizar la ayuda. La idea la tengo. Pero hay miles de formas más de ayudar. 

Por eso les escribo en esta ocasión: seamos conscientes de lo que verdaderamente necesitamos. La moda no es una competencia de acumulación y aunque en varias columnas he comentado a forma de broma que las mujeres no podemos dejar de comprar y adquirir nuevas cosas. 

Les propongo lo siguiente: por cada prenda que entre a su clóset, una debe de salir. Algo así como devolver la suerte. Si somos capaces de destinar cierto presupuesto a alimentar el monstruo de nuestro clóset sin ningún tipo de remordimiento, ¿qué nos cuesta dejar ir, soltar, desapegarse de alguna otra prenda? Y aquí quiero invocar a un verdadero desprendimiento, poder entregar algo libremente sin pensar que podrán recibir nada a cambio más que la tranquilidad de haber hecho aunque sea algo bueno para el resto. 

No soy una santa, ni he evolucionado emocional y espiritualmente como me gustaría, qué va. Pero sí me siento en la obligación -teniendo una plataforma como esta- de hacer un llamado a todos los que leen esta columna para unirnos: ropas a la obra. Siempre habrá alguien que recibirá con alegría aquello que nosotros dejamos de usar. No solo eso, lo abrazará con felicidad.

TAGS

Contenido Sugerido

Contenido GEC