Laura Zaferson
Entras a un restaurante y con solo una mirada rápida puedes darte cuenta de que al fondo hay una pareja disgustada, a la izquierda una mujer impaciente y al otro extremo un hombre al que dejaron plantado. Tu acompañante, por el contrario, piensa en el plato del día. ¿Eres demasiado perceptiva y él está muy hambriento? Nada de eso, lo que ocurre es que cada uno está actuando con naturalidad: tú, mujer; él, hombre.
En la celebración de esta diferencia se basa el trabajo de Blanca Estela Castro Varela, cuyo nombre tiene todo de poetisa peruana, algo de dictador cubano y un poco de una persona que pretende dejar huella en tu vida. Quizá por eso su presencia transmite pasión, rigor y perseverancia, especialmente cuando se trata de acompañar a las mujeres durante lo que ella llama «proceso de empoderamiento personal», que no es otra cosa que una reingeniería mental, donde dejas de anular tu femineidad y aprendes a potenciarla hasta convertirte en una mujer alfa o, como dice la misma Castro, «en una perfecta cabrona». Es decir, una mujer que se sale con la suya.
Para Castro Varela, periodista que ha seguido cursos en empoderamiento femenino y equidad de género, el recorrido se inicia recuperando el poder perdido o anulado. Perdido, cuando por evitar sentir culpa le atribuimos nuestros males a terceros: Tú no me hiciste feliz, me engañaste, me perjudicaste. Y anulado cuando de manera inconsciente continuamos el patrón de madres y abuelas y nos reprendemos excesivamente por los errores cometidos: si me tropiezo soy torpe, si no entiendo soy tonta, si a mi bebe le salió salpullido soy mala madre.
Debemos, por el contrario, procurar dos cosas: hacernos responsables de los que nos pasa –menos ‘tú me hiciste’ y más ‘yo acepté que me hicieras’– y cortar la cadena que nos impide potencializar nuestras cualidades: si me caigo, me paro y sigo, si no entendí pregunto y aprendo, y si mi hijito está irritado, pues lo sano y me queda la experiencia. Estos dos ajustes, que deberíamos aplicar a nuestras vidas de cara a la recuperación de nuestro poder femenino, tienen base en una forma de terapia alternativa llamada Programación Neurolingüística y Castro Varela la practica en los cursos y charlas que imparte desde hace 18 años.
En una sala llena de mujeres entre 25 y 65 años, la coach mexicana conecta con todas haciendo una pregunta de interés transversal: «¿ustedes quieren aprender a leer a los chavos, cierto?». De inmediato se energiza el ambiente. A todas se nos encienden los ojos como si hubiéramos entrado a una liquidación de zapatos de diseñador donde además te invitan helado que no engorda. «Espérate, güey, yo te explico la neta del planeta», dice la mexicana que desde febrero está en Lima asesorando a empresas y particulares en temas sobre empoderamiento y que además presenta en versión destilada el monólogo humorístico «Los Mandamientos de la Cabrona».
Una lección: Un hombre puede mentirte mirándote a los ojos, pero su cuerpo lo delatará siempre: dónde pone las manos, si al verte avanza o retrocede un paso, si se toca la cara o el cuello. Al oír tan larga lista es fácil dejarse embriagar por una súbita vocación de detective privado. Pero no se trata de llegar a casa y obligar a tu marido a que hable para ver si miente –anticipa Castro– al leer el lenguaje corporal no solo hay que mirar el gesto sino también el contexto.
Luego de tremendo despliegue de conocimiento sobre el comportamiento masculino, arrancó el bombardeo de preguntas: ¿por qué siempre me fijo en los patanes?, ¿si me empodero voy a asustar a los hombres?, ¿cómo sé si estoy saliendo con alguien porque quiero y no porque me siento sola? Con la expresión de alguien que ha escuchado ese tipo de interrogantes varias veces, Castro Varela responde sin perder el entusiasmo: «te fijas en patanes porque insistes en ser tu peor enemiga. Abandona el sabotaje personal. Si conoces un hombre y te tiene miedo, ¿por qué querrías estar con él? NEXT. Si quieres saber si por soledad estás cediendo a una relación, pregúntate si cambiarías al chico con el que sales por cualquier otro». El amor es conocimiento, asegura.
Luego de tan contundentes devoluciones, del fondo se alzó una mano para exponer la conclusión que nos hacíamos todas: ¿entonces mejor sola que mal acompañada? Con más énfasis que para las preguntas anteriores, la conferencista se apresuró a aclarar: «empoderada no es igual a sola. Al contrario, cuando recuperas tu poder es mucho más sencillo encontrar pareja, si quieres. Y es más sencillo estar soltera, si quieres». La sala respiró alivio.
ALGO MÁS
Castro Varela dice que su satisfacción son «Los casi 8,000 testimoniales -repartidos entre México, Perú y Chile- de mujeres que me comparten cómo se han redescubierto a través del empoderamiento en el que las he acompañado. Y en particular, tener un hermano nacido y crecido al norte de mi país, con toda la escuela para ser un machote mexicano y que encantado de la vida lava pañales y le cocina a la mujer, porque quiere. Tener una madre que a su edad se ha reprogramado y que hoy es mi interlocutora entre sus amigas íntimas. Y, por supuesto, que la mamá de mi enamorado haya ido a mis talleres y le hayan gustado».