Llamémosla Leonor. Leonor es viuda hace más de quince años. Vive sola, practica yoga dos veces por semana y participa en varios clubes de manualidades y lectura. Hace un par de años conoció a, llamémoslo Héctor. Héctor es un tipo encantador, conversador, se viste bien, tiene detalles con Leonor y la quiere tanto que le ha pedido casarse. Pero que no sea en el Perú. Que hagan una ceremonia romántica en otro país. Un asunto privado y simbólico solo para ellos dos. Porque, mire usted, Héctor es separado. O sea que no es divorciado. Y eso significa que tiene compromiso.
Aunque él se sienta un hombre libre. Aunque su ‘ex mujer’ como él la llama, no lo comprenda, no duerma con él y haya rehecho su vida hace tiempo. Aunque él sienta cariño verdadero por Leonor y Leonor por él. Pero, como dicen por ahí, ‘papelito manda’ y el DNI de Héctor dice claramente ‘casado’. Y eso Leonor debería advertirlo antes de lanzarse a planear cualquier ilusión. Ojo que ambos son adultos y saben lo que hacen. Ojo que el amor no necesita de trámites burocráticos. Ojo que las parejas se separan todos los días y es lo más normal del mundo. Pero engañarse no es sano.
Christian Paredes, abogado especializado en familia, aclara: «La separación es una situación intermedia entre la unión conyugal y la sentencia de divorcio. Supone que el lazo de la pareja se mantiene vigente... La separación puede ser ‘de hecho’ (acordada entre los involucrados, sin que el vínculo se haya disuelto por vías legales) o judicial (con efectos jurídicos sobre los integrantes de la pareja)».
Así que aunque Héctor esté separado, su matrimonio legal sigue vigente. Aunque quiera mucho a Leonor. Y cualquier enlace que celebren -simbólico o legal- es también un lío de tres. Y las relaciones de a tres casi nunca terminan bien.