A finales del mes de enero, mi ansiedad alcanzó un punto crítico, y un ataque de pánico me invadió por completo en medio de una tarde laboral. No podía respirar y, mucho menos, podía concentrarme. Lo único que se me ocurrió hacer en ese momento fue llamar a mi mamá: «no puedo más», le confesé por teléfono.
En los últimos seis meses antes de ese episodio, no sólo había perdido a mi abuela, sino también me había separado del hombre que me acompañó por casi 9 años. «Estás coleccionando duelos», me dijo un amiga. Y así me di cuenta de que no había superado nada de lo que me había pasado.
Después de ese episodio, conversé con un profesional: una psiquiatra. En esa cita, la especialista me dijo que todo lo que estaba sintiendo era parte del proceso normal de un duelo, y que debía atravesar ese dolor por mi cuenta, y no huir de él. Pero, ¿cómo atravesarlo sin sufrir en el intento?
Se me ocurrió correr. Y digo que se me ocurrió porque fue un plan que surgió de un momento a otro: ¿qué tal si, como una forma de lidiar con esto, empiezo a hacer deporte? Y correr parecía sencillo: tenía zapatillas, tenía el espacio perfecto cerca a casa, y tenía ganas de salir de mi cuarto.
Así, al día siguiente del ataque de ansiedad más grande que había tenido en mi vida, empecé a correr. Sí, enfocarme en el dolor que sentía en mis piernas, que a las justas podían llegar a 1 kilómetro sin parar, me ayudó a atravesar todos los pensamientos catastróficos que estaba acumulando dentro de mí, y a centrar mi atención en algo más.
Poco a poco, fui aumentando las distancias y la resistencia y, junto a esos avances, el dolor también fue desvaneciéndose. Cuando al fin había llegado a mis primeros 10 kilómetros, no solo tenía una mente mucho más tranquila, sino también un cuerpo mucho más fuerte, y un nuevo propósito en la vida: correr más, correr mejor, y disfrutar el proceso.
Running era
Si bien el running se ha puesto de moda en Lima (18 mil personas en la última carrera organizada por Adidas, la Maratón de Lima, es prueba de ello), muy pocas personas hablan de los beneficios que correr tiene para la salud mental.
Según un estudio publicado en la Revista Anual de Medicina en el 2021, el entrenamiento con ejercicios aeróbicos y de resistencia es prometedor en el tratamiento y manejo de afecciones de salud mental, particularmente, en el tratamiento de la ansiedad y la depresión.
Sí, el “runner’s high”, la sensación de euforia y felicidad que se siente al finalizar una carrera, no es mentira, porque lo he vivido en carne propia. Para el profesor de Neurociencias de la Universidad de Johns Hopkins, David Linden, esta sensación puede deberse a los endocannabinoides: sustancias bioquímicas similares al cannabis, pero producidas naturalmente por el cuerpo.
“A diferencia de las endorfinas, los endocannabinoides pueden atravesar fácilmente la barrera celular que separa el torrente sanguíneo del cerebro, donde estos neuromoduladores que mejoran el estado de ánimo promueven efectos psicoactivos a corto plazo, como la reducción de la ansiedad y la sensación de calma”, afirma.
Lo señalado por Linden, así como por diversos papers y estudios científicos, se suma a la certeza que tengo hoy en día: el running salvó mi vida. Este deporte es más que una moda y un trend de TikTok (buscar #runnerera para más información), este deporte es una herramienta para afrontar la vida.
Y es que si hoy pudiera dar una razón para empezar a correr, es que, si estás atravesando por un momento difícil, hacer deporte puede ayudarte a lidiar de una mejor manera ese periodo de tu vida.
Además, el running es un deporte que también brinda espacios de conexión con otras personas, ya que cada vez hay más comunidades de runners que se reúnen a practicar esta disciplina.
Sin embargo, es importante recordar, ya sea corriendo en solitario o con el apoyo de un grupo; que, al final del día, la carrera es con uno mismo: todo se trata de no ver al lado sino de ser una mejor versión de ti. Mejorar el pace, sí, pero disfrutar del proceso. ¿Sino para qué?
Feliz Día del Running a mi mejor medicina.