No es en vano que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras instituciones hagan especial hincapié en la importancia de adoptar una serie de medidas de autocuidado para la prevención de futuras enfermedades, pues han llegado a la conclusión de que muchas de estas afecciones son desencadenadas por una serie de factores de riesgo. Los más comunes son inadecuados hábitos alimentarios, poca actividad física, el consumo excesivo de alcohol, entre otros. Desde luego, los estilos de vida poco saludables pueden producir una de las patologías hepáticas crónicas, conocida como hígado graso; sobre todo, el no alcohólico.
Aunque las primeras publicaciones entorno a esta enfermedad se realizaron en la década de los 80, no es hasta hace unos años que ha acaparado la atención de los profesionales de la salud por su alta prevalencia global, ya que se observa que el hígado graso no solo puede causar la muerte por el desarrollo de una hepatología crónica, sino que da lugar a frecuentes alteraciones en el metabolismo lipídico y a un incremento del riesgo cardiovascular, explicó Ángel Brea Hernando, médico internista del Hospital San Pedro de España en un artículo publicado en la plataforma científica Elsevier.
¿Qué es el hígado graso?
Rafael Barreda, médico internista y gerente de investigación de la dirección médica de Pacífico Salud, señaló a Bienestar que el hígado graso es el depósito de grasa, principalmente de ácidos grasos libres y triglicéridos dentro de las células del hígado llamados, hepatocitos. Cuando más del 5% de los hepatocitos están en este acúmulo de grasa, ya se puede considerar como hígado graso.
Según Barreda, el hígado graso en sí no genera síntomas, por lo que es considerada como enfermedad silenciosa; sin embargo, si la persona presenta aumento de peso, padece obesidad, diabetes, hipertensión o se ha realizado un control de grasa en la sangre y los lípidos están altos, se podría pensar que está desarrollando esta enfermedad.
“Si bien el sobrepeso es un indicador importante, lo fundamental es tomar en cuenta el perímetro abdominal, si este sobrepasa de los convencional, es decir, mujeres con un valor máximo de 88 centímetro, mientras que, los hombres de 102 cm, es importante identificar la causa, para descartar un posible caso de hígado graso”, indicó.
¿Cuáles son los factores de riesgo del hígado graso?
Últimamente, hay cada vez más un trasfondo genético, pues si una persona padece de hígado graso, sus descendientes tienen una mayor predisposición a desarrollarlo; no obstante, el incremento en la prevalencia de la obesidad y la diabetes a nivel mundial, dos son epidemias paralelas que están llevando a un aumento progresivo de esta patología hepática. Asimismo, la resistencia a la insulina y la hipertensión, son otros factores que influyen en su desarrollo, destacó el médico internista de Pacífico Salud.
¿Qué pruebas se utilizan para diagnosticar el hígado graso?
En primer lugar, se realiza una evaluación física de la persona para observar si padece de sobrepeso u obesidad, pero también se debe estudiar cómo están sus lípidos por medio de un perfil lipídico para determinar si tiene o no resistencia a la insulina. Adicionalmente, como mencionó Rafael Barreda, se llevan a cabo otros exámenes de sangre, como de transaminasas, recuento de plaquetas, etc.
También se ejecuta un estudio de imágenes diagnósticas, entre ellas la ecografía abdominal, la tomografía computarizada o resonancia magnética nuclear y la elastografía hepática, la cual se encarga de detectar la fibrosis en el hígado. En algunos casos, cuando existen dudas diagnósticas o hay una elevación de las transaminasas mayor de 1.5 veces del nivel normal por más de seis meses, se requiere de una biopsia hepática, la cual debe mostrar degeneración de los hepatocitos e inflamación, así como información adicional sobre la presencia de fibrosis y puede ser muy útil en el seguimiento de los pacientes para valorar la respuesta al tratamiento, precisó Yaritza Yelania Quimís-Cantos, en un artículo de investigación para la Universidad Estatal del Sur de Manabí, Ecuador.
¿Cómo se trata el hígado graso?
Actualmente, no existe un tratamiento farmacológico específico para tratar el hígado graso, como indicó el gerente de investigación de la dirección médica de Pacífico Salud, se pueden emplear medicamentos, por ejemplo, si la persona presenta niveles altos de grasa o para controlar la diabetes. Incluso con respecto a la obesidad, se pueden realizar tratamientos quirúrgicos, como la cirugía bariátrica que puede ayudar a evitar que el hígado graso avance.
“Por esta razón, el tratamiento sigue siendo fundamentalmente la regulación en los hábitos de vida, específicamente, la dieta, ya que hoy en día el tipo de comida que uno ingiere es un gran problema para la salud, pues los alimentos procesados y ultraprocesados, los edulcorantes, entre otros, están causando hígado graso. Sin duda, hay que mejorar el tipo de dieta y acompañarlo con el ejercicio, el cual debe realizarse 4 o 5 veces a la semana, unos 20 a 30 minutos. Entre estos dos factores es como mejor hasta el momento se puede regular el hígado graso”.
¿El hígado graso es una condición reversible?
Según el especialista, el hígado graso tiene diferentes estadios en su evolución. La primera fase consiste en la infiltración de la grasa sin inflamación, lo cual es aún reversible, siempre y cuando, la persona inicie una dieta balanceada y saludable y realice actividad física. Mientras que, en la segunda fase se produce la aglomeración de grasa y se empieza a promover una inflamación, lo que genera una serie de alteraciones en el paciente, las cuales pueden desencadenar una fibrosis en el hígado, situación que ya no es reversible, puesto que ha medida de que avanza esto puede originar enfermedades, como la cirrosis hepática.
“Hace unos años atrás, la cirrosis se le atribuía al consumo excesivo de alcohol o a las infecciones, como la hepatitis; no obstante, actualmente con el incremento de la diabetes y la obesidad, el hígado graso es considerado como la causa principal de esta enfermedad hepática. De acuerdo a las investigaciones, al menos el 20% de personas con hígado graso van a desarrollar cirrosis y el 2% cáncer de hígado”.
¿Cómo afecta el hígado graso a otras partes del cuerpo?
El hígado es la aduana por donde pasa todo lo que ingerimos y es metabolizado, por lo que, si este importante órgano no funciona correctamente, nuestro organismo no podrá absorber adecuadamente los nutrientes necesarios para nuestras células, así como no se desechan las toxinas, las cuales pueden repercutir a nivel cerebral, del corazón, del riñón y del resto de órganos.
Por ejemplo, el hígado produce factores de coagulación, evitando que sangremos en exceso ante un corte, motivo por el cual, es bastante común que los pacientes con cirrosis sufran de hemorragias. Asimismo, la presión que causa en el organismo el hígado, hace se formen várices dentro del tubo digestivo, las cuales también producen un sangrado severo. Por otro lado, a nivel cerebral se puede generar un daño irreversible, puesto que las toxinas circulan por la sangre y llegan a este órgano, ocasionando una hinchazón en la zona denominado edema cerebral, que puede incluso inducir a la persona a un estado de coma y fallecer, manifestó el médico.
¿Cómo se puede prevenir el hígado graso?
La mejor manera de prevención consiste en realizar un cambio en el estilo de vida. Por este motivo, es fundamental que nos comprometamos con nuestra alimentación y apostemos por el consumo de más verduras, frutas, frutos secos, semillas, entre otros, además, de que debemos reducir o eliminar el consumo de alcohol. Igualmente, como sugirió Barreda, es sustancial estar atentos al perímetro abdominal, pues si vemos que hay una tendencia a incrementar, esto es una señal de alerta para mejorar la dieta y realizar actividad física. En caso una persona tenga antecedentes familiares de hígado graso, diabetes, resistencia a la insulina, obesidad y/o hipertensión, es clave realizar un chequeo preventivo lo antes posible.
“Debemos tomar consciencia como sociedad de que la obesidad no es un estado simplemente físico o estético, sino que es un estado inflamatorio y esto puede dañar al hígado, trayendo consigo múltiples consecuencias, como la cirrosis, el cáncer u otras afecciones. Por consiguiente, debemos educar desde una edad temprana sobre la importancia de la alimentación, la actividad física y el cuidado de la salud en general, con el fin de evitar a corto, mediano o largo plazo una serie de terribles enfermedades que pueden repercutir en nuestra calidad de vida”.
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