(Foto: Andina)
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Gonzalo Carranza


Existe un consenso entre los opinólogos: la aprobación del presidente Pedro Pablo Kuczynski se desbarranca por su incapacidad para hacer política. La tesis tiene diferentes aristas: el exceso de técnicos en el Gabinete Ministerial, la falta de operadores políticos, la pobre coordinación con la bancada oficialista o la excesiva dependencia de comunicadores y marketeros en el despacho presidencial y en la PCM.

Creo que es un consenso sesgado e incompleto. El mandatario tiene 34% de aprobación al cerrar su primer año de gobierno. En julio del 2007, Alan García alcanzaba un 32%. A PPK, el tecnócrata, le ha ido en estos 12 meses marginalmente mejor que a García, el animal político, rodeado de viejos zorros, una camarilla de operadores y un aparato partidario que, hace 10 años, era considerado el más extendido y sólido del país. Ollanta Humala, a pesar de su fragilidad política comparado con García, cerró su primer año de gobierno con 40% de aprobación.

La popularidad de García y de Humala cayó de la luna de miel inicial a los niveles mencionados a pesar de que los acompañaba un contexto de extraordinario crecimiento económico: 8,5% en el 2007 y 6% en el 2012. A PPK, en cambio, le tocó -en parte por el contexto, en parte por errores de política económica- el anémico 2,8% proyectado por el MEF para este año. El actual presidente y sus tecnócratas sostienen un tercio de aprobación -que duplica la votación que PPK obtuvo en la primera vuelta del año pasado- a pesar del frenazo económico, del pesimismo de los hogares y de la pérdida de puestos de trabajos formales en los últimos meses.

El 34% obtenido por PPK tiene méritos adicionales. Por un lado, ni García ni Humala se enfrentaron a una oposición de apabullante mayoría en el Congreso, sin mayor filtro para tener en vilo al Ejecutivo interpelando y censurando ministros, derogando decretos legislativos de forma arbitraria y promulgando por insistencia leyes de dudosa constitucionalidad y racionalidad económica.​

Es cierto que ni el APRA ni el nacionalismo tuvieron mayorías en el Congreso, pero al menos dispusieron de la oportunidad de hacer política parlamentaria, de formar coaliciones y tejer alianzas, con mayor suceso para García y un ruinoso final para Humala. A PPK, la cifra repartidora le negó de plano esa posibilidad. En la dinámica de poderes actual, la confianza a un primer gabinete o la aprobación de un presupuesto terminaron siendo considerados triunfos capitales de la gobernabilidad, no los meros trámites que siempre fueron.