En los Estados Unidos de los sesenta, después de que Rosa Parks (activista por los derechos civiles de los afroamericanos) se negara a ceder su asiento del bus a un hombre blanco en Montgomery, y en los momentos más tensos de la competencia entre Washington y Moscú por liderar la carrera espacial, un grupo de mujeres que destacó por su inteligencia comenzó a cobrar relevancia.
Un libro y una película
Con la aparición del libro Talentos ocultos ( 2016 ) de la escritora afroamericana Margot Lee Shetterly y con la película del mismo nombre, dirigida por Theodore Melfi, que se realizó un año después, se difundió el papel que desempeñaron, entre otras, Katherine Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson en la historia aeroespacial. A estas mujeres brillantes se las llamó las “calculadoras de color” o las “computadoras humanas” de la Nasa.
Antes de la masificación de las primeras IBM, ellas desarrollaban fórmulas y hacían cálculos para las misiones aeroespaciales, tan solo con la ayuda de un lápiz, una calculadora y un papel. Este grupo de afroamericanas se ubicaba en el ala oeste de las instalaciones de la agencia espacial.
La protagonista de Talentos ocultos es Katherine Johnson ( 1918-2020 ), cuyo papel fue interpretado por la actriz Taraji P. Henson. Entre sus enormes aportes, resaltan sus cálculos para la misión Apolo 11 que permitió a Estados Unidos llegar a la Luna en 1969. Por su parte, Mary Jackson se convirtió en la primera mujer afroamericana ingeniera aeronáutica de la Nasa. También fue nombrada coordinadora del Programa Federal de Mujeres de Langley. Y la tercera, Dorothy Vaughan, destacó al ser la primera supervisora afroamericana.
Los cálculos del futuro
En la película, se cuenta la amistad entre Johnson, Jackson y Vaughan, quienes tenían todo en su contra por pertenecer a dos minorías: ser mujeres y afrodescendientes. Era un tiempo en que la sociedad estadounidense relegaba a las mujeres al trabajo del hogar, la crianza de los hijos y a no tener estudios.
En épocas de segregación racial, por el color de su piel y su ascendencia, ellas estaban condenadas a utilizar baños diferenciados en la propia Nasa y a tomar café de la cafetera “especial” que tenía la etiqueta “Para gente de color”. De esta manera, cada paso que ellas daban a favor de su profesión era también un paso adelante para sus congéneres y descendencia.
Johnson demostró desde su niñez un gran dominio de los números. Le gustaba contar todo, hasta las estrellas. En clase, se dice que destacaba por encima de cualquiera y fue así que consiguió adelantar algunos cursos .
Su inteligencia y persistencia le abrirían puertas tan cerradas como las de la Universidad de West Virginia, y se convirtió, así, en la primera mujer de color en ingresar a esta casa de estudios. Posteriormente, sus habilidades en geometría analítica le permitieron ser parte del equipo que calculaba las órbitas de los astronautas en la Nasa.
Uno de los momentos más emocionantes de la película —y claves para la vida de Johnson— fue cuando el astronauta John Glenn pidió que fuera ella quien verificara los cálculos de la ruta establecida para su salida al espacio. Además, pidió que lo hiciera a mano, a pesar de que, en ese momento, ya se utilizaban computadoras IBM para dicha tarea. El astronauta confiaba más en Johnson que en la máquina: “Si ella dice que está bien, estoy listo para ir”, sentenció Glenn, quien se convirtió en el primer estadounidense en orbitar la Tierra.
Katherine Johnson falleció el pasado lunes 24 de febrero, a los 101 años. A su partida, se puede decir —parafraseando al astronauta Neil Armstrong— que su carrera significó un gran salto para la historia de las mujeres y las afrodescendientes.