In memoriam: Toshiro Konishi, el itamae del Perú
In memoriam: Toshiro Konishi, el itamae del Perú

Llegaste como japonés, pero te vas siendo más peruano que cualquiera de nosotros.  te llevas los recuerdos de ese Perú que recorriste de norte a sur, antes que muchos. También del mar que fue tu despensa diaria, y por eso nos enseñaste a respetarlo.

Más de cuatro décadas te tuvimos aquí. Llegaste para cocinar lo que bien sabías, y aunque pudiste seguir tu camino -de la mano de tu buen amigo Nobu Matsuhisa-, preferiste quedarte aquí. Y aunque te hiciste famoso con ese “achica precio” que millones vimos en la TV, fue tu nobleza y cocina la que te llenó de honores. Fue así desde la barra del Matsuei primigenio, aquel de la avenida Canadá, donde ejerciste como itamae; y luego en tu restaurante Toshiro’s, que del centro de Lima mudaste a San Isidro.

Con curiosidad de migrante aprendiste a comer el anticucho del Estadio Nacional y a maridarlo con la cerveza. Celebraste nuestra cocina criolla pero sin olvidar tus raíces; odiaste la confusión de ciertas fusiones y te distinguiste al diferenciar claramente las fronteras entre tu cocina japonesa y tu magistral ejercicio nikkéi. Porque siendo de fuera, abrazaste al Perú y sus insumos, soportaste el fragor del más picoso ají y lo hiciste tuyo en aromas y sabores para darnos lecciones que nos marcaron, como que el cebiche más rico era el que se hacía al momento.

Fuiste humilde y riguroso a la vez, cocinando y dando cátedra, marcando el camino que toda una estirpe de cocineros (no solo nikkéis) decidió seguir. Les dejas a todos ellos, y a las generaciones venideras, el ejemplo del respeto al producto, la mirada puesta en nuestra tierra y el rescate de productos humildes como la maca y el cushuro, que tú elevaste a la mesa gourmet.

Toshiro se ha ido casi sin avisar, dejando en su agenda la promesa de una cita pendiente. El cáncer le dio permiso para seguir atendiendo sus restaurantes y ver eventualmente a los amigos, pero la tregua terminó. Descansa en paz Toshi, canta desde el cielo, que aquí te escucharemos fuerte y claro.

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