Uno de los temas que genera gran preocupación en la sociedad contemporánea es, sin duda, el suicidio infanto-juvenil. Hace algunos años atrás, esta dolorosa y alarmante realidad era concebida como un problema de salud pública casi exclusivo de los adultos; sin embargo, hoy en día somos testigos de cómo este acto afecta cada vez más a personas de edades más tempranas, evidenciando así la fragilidad emocional y mental de nuestros jóvenes. En una etapa de la vida en la que el futuro debería estar lleno de sueños, descubrimientos y oportunidades, algunos niños y adolescentes sufren en silencio bajo el peso de sus emociones y las distintas circunstancias que los rodean, motivo por el cual, encuentran en la desesperanza un callejón sin salida.
Lamentablemente, este un fenómeno cuya prevalencia ha ido en aumento, especialmente en los adolescentes. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), el suicidio es la cuarta causa de defunción en jóvenes entre los 15 y 19 años, pues en el 2019, la tasa mundial en dicha población se estimó en 8.5 por 100,000 personas, con una tendencia al alza en muchas regiones alrededor de mundo. Además, la proporción global de suicidio entre varones y mujeres adolescentes fue de aproximadamente 3 a 1, respectivamente, ya que como señaló Tatiana Mogollon Carrillo, psicóloga y docente de la carrera de psicología de Continental University of Florida a Hogar y Familia, la población masculina presenta tasas más altas de suicidio consumado, mientras que, en el caso de las mujeres, los pensamientos suicidas e intentos de suicidio son más predominantes.
¿Cuáles son las principales causas que pueden llevar a un niños o adolescente a contemplar el suicidio?
Según José Francisco Castro Escobar, presidente del comité de psicología de la conducta suicida del Colegio de Psicólogos del Perú, las causas son muy variadas, entre las que se encuentran, la presencia de trastornos mentales, como la depresión y la ansiedad, la baja autoestima y un autoconcepto negativo que generan sentimientos de desesperanza lo que, a su vez, contribuyen con los pensamientos y la ideación suicida. Asimismo, las experiencias traumáticas, el abuso físico o emocional, los conflictos familiares, el bullying, los problemas de identidad sexual o de género, las dificultades y presiones académicas, así como también la pérdida de los seres queridos, el abuso de sustancias y el aislamiento social pueden aumentar significativamente los riesgos.
“En definitiva, un factor que no podemos dejar fuera de la ecuación son las redes sociales y el internet, dado que pueden tener un impacto negativo en la salud mental de niños y adolescentes. La constante exposición a imágenes y vidas idealizadas puede generar una percepción distorsionada de la realidad, llevando a sentimientos de insuficiencia y baja autoestima y, dando lugar a la comparación social. Asimismo, el ciberacoso (bullying en línea) supone un peligro significativo, ya que puede provocar aislamiento, depresión y ansiedad, aumentando así la vulnerabilidad al suicidio”, explicó el psicoterapeuta Juan Pablo Ponce Fernández Baca.
Por su parte, Álvaro Valdivia Pareja, psicólogo clínico, suicidólogo y director de Sentido- Centro Peruano de Suicidología y Prevención del Suicidio, destacó que hay una sola razón por la cual las personas contemplan este acto como una opción y, es básicamente porque están sufriendo intensamente. Si bien este sufrimiento puede tener muchas causas diferentes y cada persona lo experimenta de manera única, la búsqueda de alivio del dolor es una reacción natural, lo que lleva a algunos individuos a buscar ayuda profesional, mientras que otros recurren al alcohol o las sustancias. Sin embargo, cuando esta sensación persiste y las estrategias utilizadas para afrontarlo no funcionan, el suicidio puede parecer una solución, ya que puede verse como una forma de enfrentar aquel dolor que no cesa.
¿Cuáles son las señales de alerta más comunes que los padres pueden observar en un niños o adolescente que podría estar considerando el suicidio?
Los jóvenes que contemplan el suicidio suelen mostrar cambios notables en su comportamiento y estado de ánimo. De acuerdo a Zeyd Khan, psiquiatra de Cleveland Clinic, las señales de alerta incluyen: cambios repentinos en los patrones de sueño, como dormir demasiado o muy poco, aislamiento social, pérdida de interés en actividades que antes disfrutaba, cambios drásticos en el rendimiento académico y descuido de su apariencia personal. Igualmente, pueden mostrarse más irritables, ansiosos, deprimidos de lo habitual o agresivos sin motivo aparente, así como también pueden expresar comentarios relacionados con la muerte o el suicidio, como “quisiera desaparecer” o “no puedo seguir así” e incluso pueden llegar a expresar que se sienten inútiles o una carga para los demás.
“Los niños más pequeños pueden ser más sutiles y difíciles de identificar; no obstante, pueden manifestar su malestar a través de cambios de comportamiento, sueño o alimentación, al igual que somatizaciones de malestar emocional en dolores de cabeza o estómago. Por su lado, los adolescentes tienden a ser más verbales en sus expresiones de sufrimiento, con mayor posibilidad de hablar sobre el suicidio de manera directa o través de mensajes en redes sociales, logrando así transmitir una desesperanza en su discurso o escritos. Además, suelen autolesionarse mediante cortes o quemaduras y presentar comportamientos de riego, tales como consumo de sustancias y/o alcohol y conductas sexuales peligrosas”, precisó el experto del Colegio de Psicólogos del Perú.
Asimismo, es fundamental que los padres sean capaces de diferenciar un malestar cotidiano de un problema de salud mental más serio. Por ejemplo, como destacó el psicoterapeuta Julio Pariona Arévalo, si un adolescente pasa por una ruptura sentimental, es natural que sienta tristeza, por lo que en este caso el sufrimiento está relacionado con un evento específico y es esperable que el dolor disminuya con el tiempo, ya que es parte del proceso de duelo. Sin embargo, si este se sigue manifestando 3 o 6 meses después de lo sucedido, es decir, la tristeza y el malestar persisten con la misma intensidad y comienzan a afectar el funcionamiento del menor en sus actividades, desde luego, esto puede ser una señal de alarma.
Por ello, es importante recordar que, “el suicidio es una solución permanente a un problema temporal”, motivo por el cual, no debemos tomar a la ligera cualquier indicio de pensamientos suicidas, por lo que es indispensable buscar ayuda profesional de inmediato si se observan signos de alerta persistentes y preocupantes. Además, si tomamos en cuenta que los niños y adolescentes pueden no tener la madurez para manejar sus emociones de manera adecuada, el apoyo profesional puede ser crucial para proporcionales las herramientas necesarias para superar sus dificultades.
¿Cuáles son los mitos más comunes sobre el suicidio que podrían impedir el reconocimiento de las señales de alerta?
Lamentablemente, en torno al suicidio, surgen una amplia variedad de mitos, los cuales pueden dificultar que los padres reconozcan las señales de alerta. Probablemente, uno de los más comunes y peligrosos es que se considera que el hablar de suicidio con un niño o adolescente le dará la idea de hacerlo. Cuando la realidad es que, conversar sobre este tema de manera abierta y comprensiva puede reducir el riesgo al permitir que el menor se sienta escuchado y apoyado. De igual modo, como refirió el psiquiatra, el pensar que solo las personas con trastornos mentales graves consideran el suicidio también es un mito que debe ser desmentido, ya que cualquier individuo, independientemente de su salud mental previa, puede sentirse abrumado por diferentes situaciones que pueden conducirlo a pensamientos suicidas.
“Otro mito es que los jóvenes que hablan sobre el suicidio solo lo hacen para llamar la atención. No obstante, es fundamental que cualquier comentario o insinuación sobre el suicidio sea tomado en serio, puesto que podría ser una verdadera llamada de ayuda”.
¿Qué pasos inmediatos deben tomarse cuando se sospecha que un niño o adolescente está pensando en suicidarse?
Si los padres sospechan que su hijo podría estar en riesgo de suicidio, como recomendó Ponce Fernández Baca es importante considerar los siguientes pasos:
- Escuchar sin juzgar: Mostrar empatía y comprensión, permitiendo que el joven exprese sus sentimientos.
- Tomar en serio cualquier comentario sobre el suicidio: No minimizar ni desestimar sus palabras.
- Buscar ayuda profesional: Contactar a un psicólogo, psiquiatra o consejero escolar.
- Eliminar medios para el suicidio: Asegurarse de que el joven no tenga acceso a armas, medicamentos u otros objetos peligrosos.
- Acompañar y supervisar: No dejar al joven solo y ofrecer apoyo constante.
“Aunque hablar sobre el suicidio puede ser difícil, los padres deben hacerlo de manera directa y abierta, basándose principalmente, es un enfoque calmado y libre de juicios, el cual evite generarle aún más estrés y ansiedad al menor. Por esta razón, es importante que los padres pregunten directamente si el niño o adolescente está teniendo pensamientos suicidas, utilizando preguntas claras y empáticas como: “has pensado alguna vez en hacerte daño?”. Por supuesto, la clave es que el niño o adolescente sienta que no está siendo juzgado para que pueda expresar sus sentimientos sin miedo a la reacción de los padres. Por eso, es lugar de decir: “no deberías sentirte así”, lo cual invalida por completo el sentir del joven, podemos mostrar apoyo, ofreciendo la opción de buscar ayuda profesional juntos”, recalcó Khan.
Además, cuando las situaciones de emergencia donde el riesgo de suicidio es inminente, según Valdivia, se puede acudir a centros privados u hospitales psiquiátricos, como el Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado - Hideyo Noguchi, Hospital Hermilio Valdizan, Hospital Nacional Víctor Larco Herrera u otras redes de apoyo comunitario según el lugar de residencia. De igual manera, se puede recurrir a la línea de emergencia del Ministerio de Salud (MINSA) 113 opción 5 (salud mental y psicología), desde cualquier operador de telefonía fija o celular a nivel nacional las 24 horas del día durante todo el año.
¿Qué efectos puede tener un intento de suicidio en el niño o adolescente y en su entorno familiar?
Un intento de suicidio puede tener consecuencias profundas y duraderas tanto para el individuo que lo experimenta como para su entorno familiar. Por un lado, como indicó Juan Pablo Ponce, para el niño o adolescente, este hecho puede tener un impacto significativo en su salud mental y emocional, dado que puede llevarlo a una mayor angustia, problemas de autoestima y estrés postraumático, motivo por el cual, es probable que necesite de apoyo psicológico continuo para superar las secuelas emocionales y trabajar en su recuperación.
Mientras que, el intento de suicidio también afecta a toda la familia, ya que los miembros pueden experimentar una amplia gama de emociones intensas, como culpa, tristeza, ansiedad y confusión. Además, puede generar tensiones y conflictos dentro del hogar, por lo que es vital que todos los individuos que la conforman, reciban apoyo profesional para enfrentar el trauma y fortalecer las relaciones familiares.
“Brindar apoyo emocional y psicológico a todos los involucrados es esencial para la recuperación integral, pues un entorno familiar que ofrece compresión y acompañamiento puede facilitar la recuperación del joven y restaurar el equilibrio familiar. Si lugar a duda, la familia debería ser concebida como la principal fuente de protección para todo niño y adolescente, por lo que debería ser siempre el espacio en el que encuentra seguridad tanto del entorno como de sí mismo. En ese sentido, se le debe proveer un ambiente en el que prime la comunicación abierta y haya manifestaciones palpables de las muestras de apoyo, amor y aceptación incondicional”, expresó Mogollón.
¿Qué estrategias de prevención son más efectivas para reducir el riesgo de suicidio en niños y adolescentes?
Para reducir el riesgo de suicidio en niños y adolescentes, es crucial implementar una variedad de estrategias de prevención que sean accesibles y efectivas:
- Fomentar la comunicación abierta y el apoyo emocional: Es importante que padres, maestros y amigos aprendan a escuchar activamente, mostrándose empáticos y libre de juicios. Por ello, es necesario crear un entorno donde los menores se sientan seguros para expresar sus emociones y preocupaciones.
- Fomentar la resiliencia y habilidades emocionales: Se debe enseñar a los jóvenes desde edades tempranas diversas estrategias de manejo del estrés, habilidades para resolver problemas y formas saludables de afrontar desafíos.
- Reconocer señales de advertencia: Los padres, cuidadores y maestros deben estar atentos a cambios en el comportamiento, como aislamiento, tristeza persistente, cambios en los hábitos de sueño o alimentación y comentarios sobre el deseo de morir o sentimientos de desesperanza, ya que estos signos pueden indicar que el menor necesita ayuda.
- Acceso a servicios de salud mental: Si los padres detectan que su hijo muestra señales de angustia emocional, deben garantizar que los jóvenes tengan acceso fácil y rápido a servicios de salud mental, como consejería y terapia, ya que es fundamental para que puedan recibir apoyo antes de que se produzcan crisis graves.
- Limitar el acceso a medidas letales: Reducir el acceso a métodos, como armas de fuego o medicamentos en el hogar puede ser una medida importante.
- Educar sobre salud mental: Hablar abiertamente sobre la salud mental y el bienestar emocional puede desestigmatizar el tema y hacer que los niños busquen ayuda cuando la necesiten. Los padres deben estar informados sobre los problemas de salud mental y enseñarles a sus hijos la importancia de cuidar su bienestar emocional.
- Capacitación de adultos significativos: Capacitar a padres, maestros y otros adultos en la vida de los jóvenes para que puedan reconocer señales de problemas emocionales y proporcionar apoyo adecuado es crucial. Estos adultos deben estar equipados para intervenir de manera efectiva y ofrecer ayuda cuando sea necesario.
- Campañas de sensibilización en escuelas: Realizar talleres y programas educativos en centros educativos puede ayudar a los estudiantes a identificar signos de crisis y entender la importancia de buscar ayuda. Estos programas deben incluir formación para maestros y personal escolar sobre cómo reconocer y abordar señales de advertencia.
- Uso de medios digitales: Dado que los jóvenes están muy presentes en plataformas digitales, es fundamental utilizar estos medios para difundir información preventiva y recursos de apoyo. Las aplicaciones móviles y las redes sociales pueden ser herramientas valiosas para educar y conectar a los jóvenes con servicios de ayuda.
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