"Aspirinas y caramelos" es el primer libro de Luciano Olivera.
"Aspirinas y caramelos" es el primer libro de Luciano Olivera.

En "Aspirinas y caramelos", el libro de relatos que el argentino Luciano Olivera presentará esta noche en Lima, la memoria familiar e infantil se activa por azar y se entreteje de forma antojadiza. Se trata de cuentos marcados por la emotividad y la nostalgia, en los cuales el fútbol, y sobre todo su pasión por Independiente de Avellaneda, actúa como eficaz disparador de recuerdos. Dos tercios de esta conversación los ocupó la pelota.

—Es impresión mía o en Argentina, más que en otros países, hay una larga tradición que une las letras con el fútbol.
Bueno, es verdad que hay una tradición quizá un poco más grande que en otros países. Pero en Inglaterra está Nick Hornby con “Fiebre en las gradas”, y también hay buena literatura futbolística en México, Colombia e incluso el Perú. Lo que ocurre en Argentina es que es un país en el que el fútbol se vive con mucha intensidad. Es difícil que pase un día de nuestra vida sin que hablemos de ello. Lo tenemos incorporado, es tema de conversación todo el tiempo. Y eso genera cultura, un modo de relacionarse. Es bastante lógico que con tanta pasión, sea llevado a las letras de un modo más intenso que en otros lados. La tradición de escritores va de Fontanarrosa al ‘Gordo’ Soriano y a Sacheri. Hasta Borges, al momento de odiarlo. Es algo muy presente.

—Lo que pasa con Messi es una novela, ¿no? ¿Cuánto de lo que se sabe de él es realidad y cuánto viene solo de lo que se escribe sobre él?
A mí más bien me parece que no he encontrado ningún escrito ni algo artístico que refleje realmente lo que yo veo en él. Es un mito. El fútbol es un deporte muy difícil: para empezar, porque se juega llevando una pelota con los pies, algo que es antinatural. Lo lógico es llevarlo con las manos. Sin embargo, nos hemos acostumbrado a hacerlo con los pies, y Messi lo hace a nivel superlativo. En ese sentido creo que es un tanto irreal. Es él y todo el mundo hablando de él. Eso genera una construcción, un personaje nuevo. Por eso cuando juega por Argentina, nos clasifica al Mundial. Y cuando no está, estamos a un paso de quedarnos fuera o viene España y nos mete seis goles. En Argentina ya nadie lo cuestiona. Ha demostrado que es el mejor del mundo.

—Ahora que el Perú ha vuelto al Mundial después de 36 años, nos damos cuenta de que nuestra memoria está muy ligada a este deporte. Eso también se refleja en tu libro.
En Argentina somos tan futboleros que muchas fechas las recordamos a partir de un partido. Somos países de memoria futbolística. Yo me acuerdo del 83 porque Independiente salió campeón en la última fecha contra Racing, el rival de siempre. Marcó un hito eso. Y me pasa con los mundiales, que dividen la vida cada cuatro años. Yo tengo el Brasil 2014, el Sudáfrica 2010, y puedo seguir hacia atrás y hacer sectores de mi vida separados por los mundiales. Sobre Perú, pues me encanta lo que está pasando. Además tengo la suerte de conocer a Gareca, que se retiró del fútbol siendo campeón en Independiente en el año 94. Incluso hablé el otro día con él sobre lo que le está ocurriendo al país. Les estaba faltando eso, que se apasionen nuevamente. La pasión siempre es un motor de cosas lindas. Luego, si no se puede ganar, no pasa nada. Pero sentirse en la élite mundial, sentirse reconocido, es algo impresionante. Yo ya estaba en Lima durante el último amistoso con Islandia y veía a la gente contenta, todos con la camiseta. Por supuesto que otras cosas también nos pueden dar esa felicidad, pero el fútbol nos representa con esos 11 que saltan a la cancha. Nos sentimos cómodos y contentos cuando les va bien y me parece lógico porque es la representación de todos nosotros, cuando salimos a jugar a la vida.

—Pasando a lo literario: tu libro es un conjunto de recuerdos a veces distorsionados. ¿Qué pasa cuando la Verdad, con mayúscula, irrumpe y desafía nuestra verdad?
Ese es el gran tema del libro. Yo prefiero quedarme con la verdad distorsionada, la que yo recuerdo; si no, habría hecho un trabajo periodístico. Pero mi vida no es tan importante como para hacer una biografía. Yo tenía ganas de contar una historia y esa es la historia de mis recuerdos personales, aunque probablemente no sean verdaderos. Porque la memoria y los recuerdos son construcciones. Y si lo que yo recuerdo no sucedió realmente, pues no importa. Es mi memoria y tiene su valor.

—Usas muchos registros para recordar: fotos, videos, cartas. ¿Hay mucha diferencia con el registro de Facebook o del Instagram de hoy?
Me parece que sí. Yo me basé mucho en las imágenes que encontré, porque mi papá era muy aficionado a la fotografía. Y veo una diferencia importante que tiene que ver con los costos. En aquellos años sacar una foto era muy costoso. El rollo era caro y revelar la foto lo era mucho más. Aparte, uno sacaba la foto y no podía revisarla en la pantalla. Así que cuando revelabas, encontrabas que de doce fotos, cuatro habían salido mal. Había un cuidado lindo por la instantánea, la gente se preocupaba porque allí había una historia. Además, 'revelar' es una palabra linda, pues te revela la realidad al no saber lo que hay en la foto. Ahora, en cambio, yo acabo de sacarme 10 'selfies' con mi familia y alguna de esas servirá. Y la subimos a las redes sociales, y en un segundo nos contestan. Yo amo esta época, ojo; pero me gusta también ver el registro antiguo.

Más información:
Presentación: librería Book Vivant (Miguel Dasso 111, San Isidro). Fecha: hoy, 7:30 p.m. Ingreso: libre. Con la presencia de Gustavo Rodríguez.

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