Son las start-ups, por Juan José Güemes
Son las start-ups, por Juan José Güemes
Juan José Güemes

Dice mi buen amigo Arturo Rubio que el Perú es el país más prometedor de América Latina. Como prueba irrefutable de su afirmación destaca la riqueza, refinamiento y sofisticación de su gastronomía, que ha conquistado la admiración del mundo entero y revela una sociedad esencialmente sabia. 

Sea como dice mi amigo o no, lo cierto es que la historia del Perú de las últimas dos décadas es, sin lugar a dudas, la de un éxito político, económico y social. Se ha afianzado un consenso en torno a la democracia liberal y a la economía de mercado como el mejor camino para avanzar por la senda de la paz y de la prosperidad, y la economía ha registrado un crecimiento sostenido que ha servido para reducir drásticamente la pobreza. 

El ciclo político que ahora se inicia representa la oportunidad de dar un nuevo salto de progreso. El presidente electo Pedro Pablo Kuczynski tiene ante sí el desafío de consolidar los aciertos de sus predecesores y de acometer el nuevo impulso reformista que demanda el Perú. 

Sentar las bases de una economía menos dependiente de las materias primas y cuyo crecimiento descanse cada vez más en la generación de servicios y productos de valor añadido, exige perseverar en una política macroeconómica orientada a la estabilidad, pero también redoblar el esfuerzo inversor en dos áreas imprescindibles para aumentar la productividad y competitividad: la educación y las infraestructuras. Una población joven constituye una extraordinaria riqueza que solo se puede aprovechar plenamente si se invierte en ella. 

Por otra parte, el Perú tiene una red de acuerdos comerciales internacionales, impulsados hábilmente por sus sucesivos gobiernos, que solo se podrá poner en valor si se reducen las ineficiencias derivadas de sus carencias en infraestructuras del transporte. Aquí la colaboración público-privada puede jugar un papel fundamental. 

Es crítico revisar en profundidad una burocracia que lastra innecesariamente el progreso del país, poniendo el foco en la supresión de las trabas a los emprendedores. Está ampliamente extendida la creencia de que las pequeñas y medianas empresas son las que crean la mayor parte del empleo. Sin embargo, desde finales de la década pasada vienen conociéndose nuevos datos que desafían esta idea y que muestran que no son las empresas más pequeñas sino las más jóvenes las protagonistas en la creación de puestos de trabajo. 

Evidentemente, hay una alta correlación entre tamaño y edad, pero las empresas crean más empleo no por ser pequeñas sino por ser nuevas. En Estados Unidos (Haltiwanger, Jarmin y Miranda, 2013), las start-ups suponen solo el 3% de empleo total pero son responsables de casi el 20% de los nuevos empleos. 

La OCDE ha promovido el análisis de esta dinámica empresarial en otras economías, llegando a resultados similares. Un reciente trabajo (Criscuolo, Gal y Menom, 2014) pone de relieve que para una muestra de 17 países de la OCDE más Brasil, las empresas con menos de cinco años de vida solo suponen el 17% del empleo total pero contribuyen a la creación del 42% de los nuevos empleos. 

La comprensión de esta dinámica empresarial debería ser fuente de inspiración para los decisores de las políticas económicas y constituir un punto de partida para la revisión de las políticas diseñadas a lo largo de las últimas décadas. Las start-ups juegan también un papel esencial como dinamizadoras de la innovación, algo que no debería desaprovecharse. 

El Perú está viviendo una revolución emprendedora de la que IE Business School ha sido testigo a través de sus Venture Days, de los que hemos celebrado tres ediciones en Lima en los últimos doce meses. Todo ese talento y pasión por crear es, sin duda, el más importante de los recursos naturales.