Para el desarrollo de estas herramientas, Facebook e Instagram han trabajado con organizaciones de salud mental. (Foto: AFP)
Para el desarrollo de estas herramientas, Facebook e Instagram han trabajado con organizaciones de salud mental. (Foto: AFP)
Luciana Olivares

No vamos a tapar el sol con un dedo, querido lector. El mundo digital se ha convertido –para la gran mayoría de marcas– en una plataforma imprescindible para comunicar cualquier producto o servicio, y justamente por ello empresas de todos los tamaños batallan por obtener ese preciado momento de atención de su audiencia.

Sin embargo, muchas veces nos ponemos en piloto automático y creemos que si cubrimos nuestro social media checklist de estar presentes en Facebook, LinkedIn, Twitter, Instagram, Snapchat, Spotify, You Tube y hasta Waze, ya nos podemos ir tranquilos a dormir. Contratamos el servicio de community manager, le ponemos la pauta recomendada, supervisamos el número de publicaciones y sentimos que ya tenemos nuestra estrellita en la frente (o un like para ponernos en contexto). El problema es que lo que acabo de describir es como ir al supermercado, comprar tu lista de ingredientes y asumir que la cena ya está lista.

Peor aun es pensar que la cena no solo está lista sino que tiene la cocción y el sabor perfecto para tu comensal. Tu audiencia en el fondo no es tuya: es buscada por todos los millones de marcas que le hablan al oído todo el día y hasta le mandan alertas. Tu audiencia no tiene el cerebro parcelado por categorías para darle su pedazo de atención al banco, telefonía, empresa de cupcakes y peluquería de perros a domicilio al mismo tiempo. Su tiempo se irá con aquella marca que tenga la conversación más interesante. Te parecerá raro que ponga en el mismo saco a una empresa multinacional y a una start-up, pero ese es el fascinante efecto del mundo digital: en el reino del social media el tamaño de la marca no importa sino la relevancia del contenido. Es por ello que una pequeña empresa puede tener muchísimo más éxito en el entorno digital que una gran corporación.

Lo central es entender cuál es el indicador de éxito y no obsesionarte por el tamaño. Tener un millón de amigos, como cantaría Roberto Carlos, no es tan importante como tener un coro de pajaritos cantando contigo y compartiendo tu producto. Y si de pajaritos hablamos, más que tenerlos cantando se trata de tenerlos en mano, como dice el refrán. Eso es pensar en leads. Me refiero a esos contactos de interés sincero por adquirir tu producto o servicio, que generas a raíz de tu excelente trabajo en plataformas digitales. Tener un empresa chica no es razón para cohibirte de tener el más grande de los romances que puede empezar por digital pero terminará convirtiéndose en una relación que traspase los hashtags en Instagram.

Encuentra ese espacio donde podrás conversar mejor con tu audiencia, conocerla más de cerquita, darle la confianza para que te diga todo lo que siente; piensa bien en tus temas para no caer en la monotonía; calendariza tus encuentros para que estés siempre presente sin saturar; y sobre todo, encuentra a tu cómplice perfecto: ese community manager que entienda a tu audiencia como si fuera su mejor amiga y que la seduzca no con el viejo truco de la infalible foto del gato que saque likes, sino con conejos que saque del sombrero.