(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Alonso Cueto

Hace 41 años, el 25 de junio de 1978, la selección argentina de fútbol jugó la final ante la de Holanda en Buenos Aires. Ese mismo día, a la misma hora, programó una conferencia sobre la obra del filósofo holandés Baruch Spinoza. La selección argentina, conducida por Mario Kempes, concitó la atención del mundo. Solo algunos fueron a escuchar la charla de Borges. Pero el escritor había logrado transmitir su idea. “Si Argentina gana un partido de fútbol a Holanda, eso no significa que los argentinos somos superiores a los holandeses”, declaró. “Por mi parte, un argentino va a exponer sobre la obra de un holandés”. Lo que el fútbol divide, va a unirlo la cultura.

Borges siempre fue inmune a la pasión argentina del fútbol que, por supuesto, sigue creciendo. De todos los deportes, es de lejos el más popular en la mayor parte de los países, con excepciones como la de Estados Unidos. No es una fiebre del todo moderna. Si bien es verdad que las reglas del fútbol, para diferenciarlo del rugby, se fijaron en una famosa reunión en la Freemason Tabern en Londres en 1863, un juego con la pelota en los pies está documentado desde los tiempos de la dinastía Han en la China. Por entonces, se jugaba con una bola de cuero, hecha de plumas y pelos. Luego, tanto griegos como romanos hacían juegos con la pelota en los pies, hasta llegar al Medioevo. A comienzos del siglo XIX, ya se jugaban algunos partidos, aunque con reglas diferenciadas. Sin embargo, las 14 reglas fijadas por los ingleses en 1863 pueden considerarse como las que fundan el juego que hoy conocemos. Se sabe que el primer partido se jugó en 1872, entre una selección de Inglaterra y una de Escocia. El resultado fue de cero a cero, aunque se dice que Escocia estuvo más cerca del triunfo.

Desde ese primer partido, el tema del nacionalismo al que aludía Borges está íntimamente asociado al juego. En el Mundial de 1950, cuando España venció a Inglaterra por uno a cero con gol de Zarra, el presidente de la Federación Española, Muñoz Calero, le transmitió un mensaje al caudillo Francisco Franco: “Excelencia, hemos vencido a la pérfida Albión”. La frase fue tomada como una referencia a la derrota de la Armada Invencible en manos de la flota de Francis Drake en 1588. Su euforia le costó el puesto a Muñoz, el presidente de la Federación Española, luego de la protesta británica.

La frase de Muñoz refleja lo que sienten los equipos con conflictos latentes al jugar. Un partido entre México y Estados Unidos, o uno entre Argentina y Brasil (quizá ) son buenos ejemplos. La popularidad del fútbol en los últimos años, patente en esta , ha permitido que los equipos reemplacen a los ejércitos. Si en alguna época de la historia los romanos recibían a los generales victoriosos por haber conquistado nuevos territorios, hoy se recibe a los equipos y a los entrenadores triunfantes en enormes caravanas. Desprestigiada la guerra después de Vietnam, el fútbol ha venido a darle empleo al instinto tanático de la población, con alguna compensación erótica en la belleza de sus jugadas. Por eso se celebró el triunfo de la Argentina contra Inglaterra después de las Malvinas. Por eso tienen un sabor distinto los partidos entre el Perú y Chile. ¿Borges tenía razón? El fútbol no nos representa, pero en algunos equipos asoman rasgos de sus sociedades. Pensando quizá en eso decía Sergio Markarián: “De todos los temas secundarios, el fútbol es el más importante”.