“Con o sin la ‘sugerencia’ de las Fuerzas Armadas bolivianas, su destino parecía sellado”. (Ilustración: Rolando Pinillos Romero).
“Con o sin la ‘sugerencia’ de las Fuerzas Armadas bolivianas, su destino parecía sellado”. (Ilustración: Rolando Pinillos Romero).
/ Rolando Pinillos Romero.
Óscar Vidarte A.

En un momento tan complejo para , parece que solo queda defender lo que para algunos significa el fin de un gobierno autoritario que no respetó la voluntad popular o cuestionar lo que para otros es la ruptura del orden constitucional contra un gobierno progresista.

En primer lugar, hablar de fraude resulta aún difícil de demostrar. El se refiere a graves irregularidades y que “resulta improbable estadísticamente que Morales haya obtenido el 10% de diferencia”, pero nunca a fraude. Y es que el fraude constituye una conducta dolosa, que implicaría probar que el gobierno de incurrió en un engaño con el objetivo de ganar la elección en primera vuelta.

Para la oposición, la posibilidad de que en una segunda vuelta Morales pueda ser derrotado, según las encuestas propagadas antes de las elecciones, resulta un aspecto a considerar. Además, el hecho de que Morales haya postulado gracias –a pesar de haber perdido en el referéndum– es suficiente para desconocer el proceso.

Pero si la elección de Morales estaba en riesgo y por ende realizar un fraude era una opción, para qué habría que convocar a la Unión Europea (UE) y a la OEA como observadores del proceso electoral. Es más, para qué comprometerse con aceptar, de forma obligatoria, las conclusiones de la OEA. Incluso, si estuviésemos ante un régimen autoritario, Morales habría cometido fraude en el referéndum, evitando todos los problemas; pero no, aceptó los resultados.

Esto no significa que no haya existido fraude, pero en definitiva es muy pronto para afirmarlo. Así, la legalidad o no del proceso electoral pasa a un segundo plano, frente a la desconfianza que generó el mismo. El tribunal electoral boliviano hizo todo lo posible para invalidar el proceso, deteniendo el cómputo por un día, generando muchas suspicacias, y regresando cuando Morales ya contaba con la diferencia suficiente para que no haya segunda vuelta.

Un proceso que es desconocido pierde legitimidad. Por ello, antes del informe final de la OEA, los observadores internacionales decían que lo más conveniente serían unas nuevas elecciones. Lo irónico es que la posibilidad de que Morales gane en primera vuelta era real, las últimas encuestas así lo afirmaban. Si a esto le sumamos que el voto rural es ampliamente favorable a Morales, por qué no creer en una victoria suya por más de 10%. Pero eso ya no lo sabremos.

Respecto al golpe de Estado, el hecho de que Morales haya renunciado, en principio, no permitiría hablar de un golpe. Sin embargo, esta renuncia no parece haber sido voluntaria, sino más bien obligada por una situación caótica y la presión de las Fuerzas Armadas y policiales.

Si bien lo sucedido en Ecuador y Chile puede haber generado temor en las fuerzas del orden por lo que podía pasar en Bolivia, más aún cuando la violencia promovida por una derecha radical liderada por Luis Fernando Camacho aumentaba, el hecho de que los militares se entrometan en el devenir de un país, ampliando sus funciones a temas que no le corresponden, no parece muy democrático.

Cabe señalar que Morales también cometió una serie de errores que impidieron que se mantenga en el poder. Por ello, aunque aceptó el informe final de la OEA llamando a nuevas elecciones, autoproclamarse como presidente antes del referido informe y alegar desde un inicio la existencia de un golpe de Estado (desconociendo que más allá de los violentos existe una gran parte de la población que rechazaba el proceso electoral), no fueron decisiones acertadas. Con o sin la ‘sugerencia’ de las Fuerzas Armadas bolivianas, su destino parecía sellado.

Pero más allá de la responsabilidad de Morales por lo sucedido, su caída ha generado una persecución política contra líderes del anterior gobierno. Las amenazas de detención y la violencia han traído como consecuencia varias solicitudes de asilo, entre ellas, la del expresidente Morales a México, así como la reacción de los simpatizantes del MAS, quienes responden a la violencia con más violencia. Nada de esto es muy democrático.

En conclusión, es difícil afirmar con certeza si hubo fraude en las elecciones o un golpe de Estado en Bolivia. No obstante, existen indicios suficientes de que la democracia ha sido la principal afectada por todo lo que viene pasando en el país altiplánico.