“En su breve tiempo en política –y en un ministerio ‘low cost’ como Cultura–, Del Solar se las arregló para proyectar una personalidad ideológica muy clara". (Ilustración: Giovanni Tazza)
“En su breve tiempo en política –y en un ministerio ‘low cost’ como Cultura–, Del Solar se las arregló para proyectar una personalidad ideológica muy clara". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Santiago Roncagliolo

Con el nombramiento de para la presidencia del , Martín Vizcarra no ha elegido a un gestor. Ha elegido a un heredero.

Del Solar lo tiene todo para ser presidente... menos un partido. Al fin y al cabo, el Perú adora el éxito individual: hablamos del país que llevó a un escritor a la segunda vuelta de las elecciones, donde los deportistas son una presencia habitual en la política y un chef superó el 20% de intención de voto sin siquiera lanzar su candidatura. Un actor como Del Solar, que ya cuenta con un capital de popularidad antes de lanzarse, tiene aun más bazas que todos ellos para ganar elecciones. Y si no, que se lo pregunten a Ronald Reagan o Arnold Schwarzenegger.

Además, en su breve tiempo en política –y en un ministerio ‘low cost’ como Cultura–, Del Solar se las arregló para proyectar una personalidad ideológica muy clara. Su enfrentamiento con el arzobispo de Arequipa a cuenta de la ideología de género lo reveló como un progresista. Su renuncia al Gabinete PPK tras el indulto a Alberto Fujimori probó que no vendería sus principios para aferrarse a ningún cargo. Su participación en las marchas contra el fiscal Pedro Chávarry le granjeó imagen de compromiso genuino, incluso cuando no necesitaba votos. En suma, un caramelo para el centro liberal, ese enorme espectro de votantes en busca de candidato.

Pero así y todo, sigue sin tener partido. Ni infraestructura. Ni financiamiento para una campaña. Para continuar en política, Del Solar estaba condenado a acomodarse –léase subordinarse– en las plataformas de Alfredo Barnechea o Julio Guzmán, después de demostrar ante PPK que no se va a quemar por nadie. La otra alternativa era la colosal tarea de constituir un grupo propio.

Por su parte, necesita un comunicador eficaz que salve su caída en las encuestas. César Villanueva, ‘El Invisible’, no estaba capacitado para el papel. Su propia popularidad era más baja que la del presidente.

Vizcarra también quiere verse implacable contra la corrupción y sensible a la paridad de género, dos temas transversales que podrían pescar votos en toda la sociedad. Le viene bien alguien sin una trayectoria que pueda traicionarlo, porque en la política peruana, todos los pasados muerden. En ese sentido, la falta de experiencia del primer ministro es casi una ventaja.

Por último, el gobierno llega este año al ecuador de su legislatura con unos antecedentes espeluznantes: los presidentes peruanos se desgastan a un ritmo vertiginoso, y conforme se derrumban, sus bancadas se desintegran. Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala ni siquiera consiguieron presentar sucesores en las elecciones de fin de mandato. Y eso que entraron más sólidos que Vizcarra, cuyo partido incluso tenía las siglas del nombre de otro señor.

Si quiere aprovechar y mantener su capital político, Vizcarra necesitará al Congreso. Pero en el caos de bancadas del actual, ya nadie sabe para quién trabaja. El gobierno necesita fidelizar a un grupo de parlamentarios. Para eso, hace falta prometerles un futuro. De cara a ellos, el presidente del Consejo de Ministros deberá convertirse en un líder capaz de mantenerles la curul.

Salvador del Solar ha llegado muy alto muy rápido. Pero ahora tendrá que hacer el trabajo duro: gestionar el día a día, resolver crisis políticas, atender catástrofes naturales, defender a los suyos aunque no siempre le guste... si lo logra sin traicionar su perfil, este podría convertirse en el primer gobierno del siglo XXI con continuidad. O por lo menos, el primero con candidato para las siguientes elecciones. Que ya es bastante.