Vladimir Cerrón y Pedro Castillo durante la entrega de credenciales al presidente, el pasado julio. (Foto: GEC).
Vladimir Cerrón y Pedro Castillo durante la entrega de credenciales al presidente, el pasado julio. (Foto: GEC).
Editorial El Comercio

Ayer, el presidente del Consejo de Ministros, , volvió a la carga en sus redes sociales para denunciar una delirante “ a ” por, según sus palabras, “renegociar gas, recuperar petróleo, revisar contratos ley, Asamblea Constituyente y Nueva Constitución”.

Por supuesto que no hace falta un gran esfuerzo mental para darse cuenta de la pobreza argumentativa de su ‘denuncia’. El señor Cerrón, como sabemos, viene siendo investigado por el Ministerio Público y, de hecho, por el Poder Judicial desde mucho antes de que llegara a Palacio de Gobierno. Por lo que, salvo que ahora los jueces y fiscales tengan el don de la clarividencia, es evidente que las palabras de Bellido no pueden servir para persuadir a nadie.

Y si bien su mensaje es a todas luces lamentable (pues implica un ataque desde el nivel más alto del Ejecutivo hacia instituciones autónomas), entraña también una confesión. En otras palabras, lo que nos ha dicho el ministro Bellido al afirmar que existe una ‘persecución política’ contra Cerrón por los anuncios del Gobierno es que este último es quien gobierna. Curioso que el primer ministro nos confirme que quien lleva las riendas del Ejecutivo es la misma persona a la que el presidente afirmó hace unos meses que no veríamos “ni siquiera de portero”.

Por lo demás, Guido Bellido quizá no entiende que él ya no es solo un militante más de Perú Libre. Es, desde hace dos meses, el titular del Gabinete Ministerial y, en esa línea, sus palabras comprometen a todo el Gobierno.

Para ser honestos, la declaración de Bellido no sorprende. Desde hace semanas, viene siendo evidente que el presidente Castillo no es considerado como jefe por sus colaboradores más cercanos. Como comentamos el lunes , los pullazos del oficialismo hacia varios ministros que no se encuentran en la órbita de Cerrón (y, por extensión, también en la de Bellido), como Pedro Francke, Aníbal Torres y Óscar Maúrtua, son ya insoslayables. Lo único que tenemos ahora es la confirmación de la boca del propio primer ministro. Lo que sigue siendo un misterio es la razón por la que el mandatario permite esta situación de desgobierno que no lo beneficia en lo más mínimo.

Hace unos días, por otro lado, publicamos que fue el primer ministro el que solicitó en el chat de la bancada congresal de Perú Libre que el pronunciamiento que el grupo parlamentario estaba preparando contra el canciller Maúrtua incluyera expresamente una exigencia para que este dimitiese junto con su vicecanciller (tal y como después salió publicado).

Ayer, además, reveló las conversaciones completas que mostraban un cuadro mucho más preocupante. Las capturas del chat ayudan no solo a confirmar el comportamiento felón de Bellido (que, por ejemplo, comparte una noticia sobre la vicepresidenta y ministra de Desarrollo e Inclusión Social, Dina Boluarte, con la clara intención de que los legisladores la vapuleen), sino también a evidenciar el acoso que pueden llegar a sufrir los parlamentarios que exhiben públicamente un discurso propio y un ápice de disonancia con respecto a la línea trazada por Cerrón y Bellido.

Estamos hablando, en fin, de varios ataques –en público y en privado– de parte del jefe del Gabinete Ministerial y de los congresistas afines a Cerrón contra los ministros y parlamentarios más cercanos a Castillo. Y de un primer ministro que, sin rubor, ha confirmado que –para él– el que gobierna el país no es el presidente, sino el jefe de su partido. Todo esto mientras el llamado a cesar el caos –el mandatario– parece un espectador incapaz de poner un poco de orden mientras los cuchillos vuelan delante de su nariz. ¿Cómo se soluciona este enredo? Pues no es tan difícil responder esa pregunta. La interrogante es si el mandatario realmente quiere hacerlo.