Editorial: Ruta sin hoja
Editorial: Ruta sin hoja

En la lógica del escenario de la segunda vuelta, es obvio que Pedro Pablo Kuczynski solo tiene posibilidades de ganar si logra atraer mayoritariamente el voto que en la primera se inclinó por los candidatos que acabaron tercero, cuarto, quinto y sexto. Es decir, por Verónika Mendoza, Alfredo Barnechea, Alan García y Gregorio Santos, en ese orden.

Se equivocan, sin embargo, quienes piensan que ese trasvase se podría lograr fundamentalmente a través de un acuerdo específico con cada uno de ellos. Y esto es así no solo porque esos ex postulantes carezcan de una real capacidad de endosar sus votos a través de una instrucción a sus antiguos electores, sino porque, a juzgar por lo que registran las primeras encuestas, esa mudanza ya ocurrió.

Los sondeos de Ipsos y CPI conocidos esta semana, efectivamente, difieren en más de un aspecto (incluyendo el de quién ganaría a estas alturas la nueva contienda electoral), pero coinciden en señalar lo que era previsible: que la intención de voto por Kuczynski se ha incrementado en estos días mucho más que la de Keiko Fujimori, con miras al 5 de junio. Y eso solo es explicable a partir de un desplazamiento de electores como el descrito líneas arriba.

Eso, no obstante, no ha impedido que desde algunos sectores que supuestamente podrían brindar su apoyo a Peruanos por el Kambio (PPK) se sugiera que esta agrupación tendría que hacer algunos cambios en sus planteamientos de la primera vuelta para merecer ese respaldo, o incluso si ese respaldo finalmente le es negado.

La idea que, al parecer, está a la base de esas sugerencias es el recuerdo de la llamada “Hoja de ruta” que en la segunda vuelta del 2011 firmó el entonces candidato Ollanta Humala para despejar los temores que su plan de “La gran transformación” y su conocida cercanía al chavismo generaban, y así sumar los votos que le faltaban para derrotar a Keiko Fujimori en el balotaje.

En la actual coyuntura, Kuczynski podría ciertamente ensayar algo semejante, pero sería, en nuestra opinión, un ejercicio un tanto absurdo. Primero, porque más temor parecen haber infundido esta vez en el electorado los planes de quienes quedaron fuera de la carrera que los del partido que él lidera. Y segundo, porque, en general, el recurso de atraer a un núcleo de votantes importante con determinadas ofertas de gobierno en la primera vuelta para luego cambiarlas en la segunda ha quedado un tanto desacreditado tras la experiencia humalista.

De ahí que, por ejemplo, el Frente Amplio anunciara que de pasar a la segunda vuelta no firmaría un documento similar al que Humala firmó cinco años atrás. “No vamos a cambiar en función de un acomodo político de coyuntura porque eso sí que es cuestionable”, declaró a principios de este mes Pedro Franke, integrante del equipo del plan de gobierno de esa organización. Una decisión a la que tenían derecho, a su propio riesgo.

Por su parte, PPK ha aseverado ahora que no caerá tampoco en semejante tentación. “No vamos a hacer una hoja de ruta porque nuestro plan está bien elaborado”, ha dicho el propio Kuczynski. Y para quienes recordamos sus marchas y contramarchas acerca de la ley ‘pulpín’, la reducción del número de ministerios, la importancia de una eventual renegociación de los contratos para la exportación del gas y la creación de un ministerio de la juventud, el mensaje ha resultado tranquilizador.

Las ideas que se pretende en este caso que el candidato que ha obtenido la segunda mayoría incluya en su plataforma son las que alentaban los postulantes que han perdido –precisamente por esa confrontación– las elecciones. Y desde una posición de minoría –por decisión popular– no se imponen condiciones.

Una ruta bien trazada puede ser mejorada en el camino con apuntes que conduzcan de manera más eficaz al mismo destino, pero no con hojas que la alteren para hacerla llegar al punto contrario.