Nora Sugobono

Uno de los primeros recursos que Lourdes Centi (después cambiaría su apellido por Pluvinage; según las leyes francesas de la época la mujer adoptaba el nombre de su esposo) tuvo a la mano para ganarse la vida cuando se instaló en París fue vender empanadas. Era finales de la década del ochenta y Lourdes solía ir hasta la sede de la Unesco, armada con su canastita, para venderle a las delegaciones de distintos países; principalmente a la peruana. Sus empanadas estaban hechas con sazón criolla y tenían sabor a nostalgia.

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