19. Otros países de la región que no exigen visa son Trinidad y Tobago, Bahamas, Barbados y los 4 territorios ultramarinos: Aruba, Bonaire, Saba y St. Eustacius. (Foto: Reuters)
19. Otros países de la región que no exigen visa son Trinidad y Tobago, Bahamas, Barbados y los 4 territorios ultramarinos: Aruba, Bonaire, Saba y St. Eustacius. (Foto: Reuters)
Lorena Salmón

recibe al año un millón de turistas que llegan por avión. Otros 800 mil lo hacen por barco.

Un colombiano, Carlos; una argentina, Lima Marina; una chilena, Antonella; una brasileña, Jessica; y yo contribuimos con la cuenta aérea: llegamos el pasado jueves hasta la isla gracias a la invitación de la Oficina de Turismo de Aruba Latinoamérica.

El motivo del viaje era conocer las ofertas de bienestar que el lugar tiene para sus visitantes.

una estrategia de marketing cuyo origen tiene dudosa procedencia: no se sabe si es porque los arubianos son felices o porque uno es feliz cuando viene por acá o cuando se va, me comenta graciosamente Jossette, la increíble anfitriona que tuvimos la suerte de conocer. Pero no importa de dónde viene la historia: Aruba promete felicidad.

De hecho, una de sus playas ha sido declarada dentro de las tres más bellas de este hermoso planeta por los usuarios de Tripadvisor. Su nombre es Eagle Beach. Suscribo: sus cristalinas aguas y decenas de tonalidades de azules son para quedarse con la boca abierta.

Nuestra primera noche, en un restaurante al aire libre con terraza iluminada y cálida, fue suficiente para congeniar y para darme cuenta de que sería un viaje particular.

Antonella y yo coincidíamos en tantas cosas que parecía mi mujer par chilena: es mamá de dos nenes, profesora de yoga, está escribiendo un libro con la misma casa editoral que yo. La química fue inmediata. Ella, una reconocida actriz en tierra sureña, que además aparece en Wikipedia, fue una lección de sencillez máxima y de espíritu solidario y empático.

Lima Marina, una mendocina, experta conocedora de vinos, apasionada del fútbol, activista absoluta (llegó con pañoleta verde, insignia representativa de la lucha femenina por un aborto legal), fan número 1 de Maradona y de Cristina Kirchner –nunca hablar de política ni religión–, es la típica persona que se siente familiar desde el día uno, esas que te dan seguridad, que tiene un instinto maternal.
Carlos, el único hombre del grupo, supo fluir con el carisma natural que distingue a los colombianos: siempre una sonrisa en la cara o siempre caballeroso y absolutamente divertido, una persona libre de prejuicios y de imposiciones.

Jessica, brillante, viajera y tímida, también es una feminista recalcitrante. Temía por su nivel de español, pero terminó integrándose perfectamente en el grupo, que bautizamos con el nombre de Migas de Aruba, algo así como “los amigos de Aruba”.
Juntos hicimos yoga en la playa; probamos comida orgánica y bebimos batidos desintoxicantes; paseamos en el catamarán El Tranquilo; nos bañamos en altamar; disfrutamos de una tarde de spa; conocimos el museo del aloe vera (Aruba Aloe Vera es una de las compañías más antiguas del mundo que se dedica a producir una línea cosmética de esta planta y vende sus productos por muchos países); dimos la vuelta a la isla en una suerte de caravana de Mad Max, un paseo en autos 4 x 4 para terrenos megairregulares; tomamos cerveza local y nos hicimos amigos, de verdad.

¿Tuvo que ver el destino con esta genial conexión?

Repasemos: tiene playas paradisiacas de mares transparentes y arenas blancas, no importa el cliché; una oferta gastronómica muy variada y deliciosa; puedes hablar en español o inglés y te van a entender (la mayoría de habitantes de la isla habla cuatro idiomas); cielos psicodélicos; actividades para cada perfil de viajero: el que quiere quedarse quieto sin hacer nada, el que busca adrenalina junto a la playa, el de alma fiestera, el que quiere conectar consigo mismo. Se oye música tropical y se practican deportes en el agua.

¿Es Aruba realmente una isla feliz que cumple sus promesas? Saque usted sus conclusiones. //

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