La incondicional, por Lorena Salmón. (Ilustración: Nadia Santos)
La incondicional, por Lorena Salmón. (Ilustración: Nadia Santos)
Lorena Salmón

Hoy es quizás uno de los días más emocionantes de este año: el debut de Perú en el Mundial de Rusia 2018. ¡El debut del Perú en el Mundial! Tengo que escribirlo dos veces para terminar de creer que finalmente hoy, después del sufrimiento absoluto y la cantidad de ansiedad que mi cuerpo estoicamente resistió, Perú jugará su primer partido en un Mundial de Fútbol y yo podré verlo en vivo y en directo. 

Wow. 

Jugará y no importará lo que pase, porque la fiesta recién comienza y la alegría absoluta sigue aquí efervescente; porque hemos aprendido que en la vida se trabaja en función a un todo; que la unión no solo hace la fuerza, sino también milagros que matemáticamente no pueden explicarse; y la gratitud que sentimos todos como país hacia este grupo es inamovible, inquebrantable e incondicional.

Qué bonito es todo, pienso, al ser testigo del éxodo de amigos, familiares, conocidos y conocidos de conocidos que han enrumbado hacia Rusia cargados de toda la ilusión posible de manejar, y más.

 (Ya lo veíamos venir con la respuesta de los hinchas hacia la selección durante los partidos de las eliminatorias; qué decir de los amistosos donde fuimos locales y provocamos infinita curiosidad por nuestra algarabía). 

Por si no lo sabían a estas alturas, estamos en el top 10 de los países con más entradas compradas para ir al Mundial: más de 40 mil (tomando en consideración que ninguno de los países de nuestro grupo está dentro de este top, es bastante probable que seamos locales en todos nuestros partidos de primera ronda, así que vaya experiencia para todos los que están hoy en Rusia).  

De acuerdo con cifras de migraciones, una media entre 25 mil y 30 mil peruanos no ha querido quedarse en casa a ver a su selección jugar a través de una pantalla. Qué va. La revancha por la frustración de la espera de 36 años ha sido con todo.  

Los peruanos querían estar en Rusia (¿quién no?) y están. Dentro de ese grupo de hinchas afortunados de poder vivir el Mundial in situ hay una mezcla maravillosa y curiosa: están los extremistas que decidieron gastarse los ahorros de su vida para viajar a Rusia y los otros extremistas nivel ‘nadie nunca haría algo así’ que decidieron muy valientemente –aunque les llueven críticas– renunciar a su trabajo para usar su liquidación y poder viajar.  

Hay los que están porque se lo merecen (como la definición del hincha per se; el hincha israelita). Hay esos soñadores e intrépidos que además han decidido hacer del Mundial de Rusia una experiencia de vida integral y completa, como la familia Miller Cervera. Desde hace cuatro años planeó usar su Volkswagen como casa rodante y embarcarse a seguir a Perú durante las eliminatorias.  

Fascinante.

Hay de todo.  

Hay también quienes dicen no comprender cómo este deporte puede generar lo que genera. Hay otros que confiesan, con tono superior, que no les interesa el fútbol.  

Aquí mi flexibilidad se va de paseo porque no comprendo a quien no puede gustarle el mayor espectáculo de magia del planeta. No lo digo yo, sino uno de los magos más grandes del mundo entero: Pep Guardiola. 

Hoy Perú comienza una aventura sin fecha de caducidad: así como puede acabarse en unos días, también puede durar.  

¿Importa?  

Todos queremos ver a Perú ganar, obvio, y que su permanencia en el Mundial dure más que una ronda. Mientras vemos qué sucede, tres cajas de chicles para combatir la ansiedad.  

¿Y si perdemos? Mantenemos los corazones arriba, llenos de gratitud, porque esto recién comienza.

Esta columna fue publicada el 16 de junio del 2018 en la edición impresa de la revista Somos.

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