"Bob doblaba cada nota para hacerla caber dentro de las loncheras o mochilas que sus hijos llevaban a la escuela". Lee la columna de Lorena Salmón. (Ilustración: Kelly Villarreal / Somos)
"Bob doblaba cada nota para hacerla caber dentro de las loncheras o mochilas que sus hijos llevaban a la escuela". Lee la columna de Lorena Salmón. (Ilustración: Kelly Villarreal / Somos)
Lorena Salmón

Un padre le escribe notas de amor a sus hijos durante 15 años.

Durante 15 años, notas escritas e ilustradas por él mismo, todos los días.

Todos los días, antes de comenzar cualquier otra cosa.

Cinco de la mañana, dos velas, papeles en blanco, un lapicero, un papá con mucho que decir.

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Bob Guest respetó su ritual siempre: despertarse antes que el resto de su familia, pasear al perro y regresar a la mesa de la cocina para dejar que su corazón hable. Con lapiceros de colores decidió escribirles a sus hijos menores, Joanna y Theo, notas sobre la vida: sus pensamientos, sus equivocaciones, sus sueños, sus intenciones para con ellos, el amor más puro e incondicional.

En el 2019, su hija mayor recolectó más de 3.500 de sus notas y decidió, en uno de los homenajes más hermosos, publicar un libro al que llamó Folded Wisdom.

Sucede que Bob doblaba cada nota para hacerla caber dentro de las loncheras o mochilas que sus hijos llevaban a la escuela, añadiéndole así más magia aún a su particular dinámica. Cuenta Joanna que, así como su padre tenía un ritual al escribirle la nota, ella tenía su propio ritual para leerla y que muchas veces sus amigos, interesados por esa rutina tan especial, le pedían ser ellos quienes las leyeran, petición que nunca aceptó.

Al principio Bob escribió esas notas pensando que se leerían una vez y ya. Jamás se imaginó que años más tarde su hija se atrevería a decirle que quería convertirlas en un libro.

Un inspirador libro de amor.

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Para Bob, todo se resumía en el amor y la importancia de dejarlo claro y por escrito, evidenciado. Esas notas escritas para sus hijos fueron la mejor forma de expresarlo. En sus palabras: “Todos tenemos algo que decir, algo que impartir y es importante para uno mismo hacerlo, como te funcione: ya sea con una conversación, una caminata o con palabras”. Lo mío son las palabras.

Nunca me ha sido fácil demostrar amor físicamente: no soy de abrazar ni me ha gustado recibir abrazos. Quizá sea algo que todavía tenga que sanar, claro. El poder disfrutar de contacto físico sin que me termine de incomodar.

Por eso me urge, al estilo de Bob, soltar estas palabras:

Javier, eres definitivamente una mejor persona que yo, absolutamente coherente entre lo que piensas, dices y actúas. Un guía que me enseña siempre y a quien admiro sustancialmente, quien me acompaña en mis días de sombra y los ilumina siempre. Gracias por tu amor incondicional, eres una de las razones por las que quiero ser mejor, mi amor.

Antonia, mi querida y adorada niña, lo único que realmente importa en esta vida es amarte más que a nadie y a nada. Ahí reside la magia. Enfoca toda tu energía en esa causa, querida mía, porque es la inversión más grande de la vida.

Horacio: crecer implica comenzar a reconocer la sabiduría que tienes dentro, ahí en ese corazón gigantesco. Óyelo y síguelo, te llevará allá donde aún ni te imaginas, pero yo ya te veo.

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A mis padres, tenerlos en mi vida tan cerca es una de las razones por las que agradezco día a día.

Hermana, no concibo la vida sin ti y tu maravillosa familia cerca. Gracias por tanta felicidad.

A todos los que pasaron, están y siguen, gracias por la compañía y las lecciones.

El viaje es corto y no hay que esperar a mañana para decir lo que el corazón tenga que decir. //

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