Estamos acostumbrados a notar una nueva arruga, pero no esos puntos de dolor, insatisfacción, ira y miedo que llevamos en el alma. Lee la columna de Luciana Olivares. (Ilustración: Kelly Villarreal / Somos)
Estamos acostumbrados a notar una nueva arruga, pero no esos puntos de dolor, insatisfacción, ira y miedo que llevamos en el alma. Lee la columna de Luciana Olivares. (Ilustración: Kelly Villarreal / Somos)
Luciana Olivares

Es increíble cómo ese rectángulo en la habitación o la sala se convierte, muchas veces, en el espejo a través del cual es más fácil identificar eso que ante nuestro verdadero reflejo no vemos. Estamos acostumbrados a buscar espinillas o notar una nueva arruga, pero no esos puntos de dolor, insatisfacción, ira y miedo que llevamos en el alma. A través de historias profundas y personajes, ese ‘espejo’ –el televisor– puede hacernos mirar hacia adentro, hurgar en lo que la ropa y la rutina tapan, invitándonos a hacernos en silencio las preguntas que nos aterra responder en voz alta.

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Si bien hoy plataformas como Netflix, HBO o Amazon Prime ofrecen interesantísimas opciones, replantearnos cosas como sociedad, influenciados por el poder de un contenido, no es nuevo. En 1973, el año en que se emitió en Suecia la serie Escenas de un matrimonio, de Ingmar Bergman, la tasa de divorcios en el país prácticamente se duplicó. Es verdad que en ese año se cambió la ley sueca del divorcio y el trámite era más sencillo, pero sea leyenda urbana o no, la exitosa serie reflejaba lo que es vivir dentro de un matrimonio muerto.

En una de las entregas, los protagonistas de la historia eran Marianne, abogada de profesión, y Johan, un profesor de Psicología, interpretados por Liv Ullmann y Erland Josephson. Hoy, casi 50 años después, HBO estrena un remake protagonizado por Jessica Chastain y Oscar Isaac, como Mira y Jonathan, una pareja que lleva más de 10 años en un aparente matrimonio feliz. Como bien destaca Mira en una de las primeras escenas, que el criterio de un matrimonio exitoso sean los años de permanencia juntos es un indicador bastante mediocre. Quizás esta es la escena que mejor nos hace entender la enorme distancia en la que vive esta pareja, porque para Jonathan, más bien, el matrimonio es un medio para fungir de soporte emocional y, así, el otro pueda llevar a cabo con confianza sus distintas pasiones. Lo que para Mira es mediocre, para Jonathan es más que suficiente.

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Sin embargo, muchas cosas han cambiado en esta versión dirigida por Hagai Levi, director al que no le es ajeno contar sobre relaciones de pareja. Antes dirigió The Affair, serie en la que cada episodio se cuenta bajo la mirada distinta de cada personaje (porque todos tenemos nuestra propia versión de la historia). En esta nueva versión de Escenas de un matrimonio, la pareja representa esta tendencia cada vez más fuerte en muchos matrimonios: el hombre se encarga de las funciones del hogar y la mujer tiene una carrera en el mundo corporativo, siendo la principal proveedora en términos económicos.

En la serie, Jonathan es un catedrático con una herencia familiar muy religiosa y vive dedicado por completo al cuidado de la hija de ambos. Mira es una exitosa ejecutiva en el mundo de la tecnología, que está obligada a hacer numerosos viajes por su carrera. A diferencia de la serie original, es ella quien decide abandonar la relación y confesar que está enamorada de otra persona y allí lo dejo para no fungir de spoiler. Sin embargo, cometeríamos un error si pensáramos que la infidelidad es la herida más profunda de esta pareja.

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A lo largo de diálogos más complacientes que profundos entre ellos, miradas sobre todo esquivas, silencios prolongados e incómodos, la serie explora el deseo sexual o la falta de él, los intereses compartidos versus la resignación, la confianza o el exceso de ella y, sobre todo, el amor o la transformación de él. Pero cuidado, Mira y Jonathan sí fueron alguna vez esa pareja que se deseaba mutuamente y no solo tenían conversaciones acerca de los pagos de la casa o el resfrío de la hija. Fue allí cuando comenzó el debacle que llevó a Mira a querer medirse las pulsaciones para saber si estaba viva. ¿Se sentía emocionalmente muerta?

Quizá toca tomar las pulsaciones a nuestra relación constantemente y no esperar a darnos cuenta de que yace en la morgue desde hace ya varios años. //


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