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Lorena Salmón

El otro día leí la publicación de una amiga que decía que se puede tener paciencia durante las vacaciones escolares y se puede soportar este calor, pero no las dos cosas al mismo tiempo. Humanamente no es posible enfrentar ese reto: niños con tiempo libre en casa y excesivos grados de temperatura.

Personalmente, manejo mejor los climas fríos que la sensación térmica de estar pagando todos mis pecados en el infierno.

Y no solo a mí. Aquí la explicación: el calor incrementa la irritabilidad y sin duda esto es un catalizador de cualquier conducta agresiva.

De hecho, tengo a Antonia amenazándome día a día con contarle al mundo que su madre, que escribió un libro que tiene como título Calma, mamá, es una loca gritona.

Sucede que el calor intenso impacta negativamente sobre los estados de ánimo y puede ser claramente la causa de decaimiento, fatiga, malestar general, mal humor. Si a eso le sumamos que las altas temperaturas son una de las principales enemigas de nuestro sueño –¿quién puede dormir así?–, tenemos como resultado una pesadilla.
Científicos de la Universidad de Lehigh y la Kellogg School of Management de Northwestern University aseguran también que el calor nos hace más vulnerables, menos cooperativos y menos empáticos. Un grado más de vulnerabilidad en mi persona y ni yo misma me soportaría.

Y el asunto se pone peor: investigadores de la Universidad de Berkeley, en California, analizaron más de 50 estudios hechos alrededor del mundo y concluyeron que existe una relación sustancial entre el clima y los conflictos de violencia alrededor del planeta. Como ejemplos citan el aumento de la violencia doméstica en India durante épocas de sequías y el incremento de asaltos, violaciones y asesinatos durante las olas de calor en Estados Unidos. Todo respaldado con estadísticas.

El misterio del incremento de mal genio y violencia de los choferes de autos en Lima, al menos durante el verano, queda resuelto.
Ante cualquier adversidad, uno puede enfocar su atención y centrarla en lo positivo. Mi padre estuvo internado un mes entero en la clínica y tratábamos de subirle el ánimo y ponerle un poco de humor al asunto repitiéndole: “Piensa en positivo, al menos la habitación tiene aire acondicionado”.

Cuando estamos acalorados, el cortisol –hormona del estrés– se dispara, y ya sabemos cómo nos ponemos cuando eso pasa.
Pero también sabemos ya que la respiración es el camino y la solución a muchos de nuestros males. Cuando sintamos mucho calor, solo necesitaremos respirar de la forma adecuada. Esta técnica refresca: en una postura cómoda, con la columna alineada, dobla la lengua en forma de u –haz un rollito con tu lengua– y sácala afuera de la boca. Hay que inhalar a través de ella y exhalar por la nariz. La sensación de frescura se siente al instante.

Aquellos que no pueden doblar la lengua de esa forma, intenten juntar los dientes superiores e inferiores y separar los labios todo lo que puedan. Inhalar por la boca –sin separar los dientes– y exhalar por la nariz.

De ambas formas ayudaremos a reducir la temperatura de nuestro cuerpo y nos sentiremos mucho más frescos.
Quizá como reto podemos proponernos practicarlas y así evitar acaloramientos físicos, mentales y eventuales infiernos personales. //

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