(FotoIlustración: Nadia Santos)
(FotoIlustración: Nadia Santos)
Luciana Olivares

La balanza, el cierre de tu jean, el análisis de colesterol, ese necio botón que no cierra, el bismutol en tu mesa de noche. A estas alturas de tu vida, debes tener bien mapeados tus indicadores de cuando cometes excesos con la comida. Incluso tienes perfectamente detectado qué alimento o bebida espirituosa no te cae bien. Por otro lado, los medios en general y hasta los famosos octógonos nos dan claras evidencias de lo que estamos consumiendo y sus consecuencias en nuestro organismo. Pero hay algo que consumimos en cantidades exhorbitantes, sin control, sin orden y sin real conciencia de cómo nos afecta mentalmente: lo que vemos. Ya en el mundo el social media está siendo reconocido como más adictivo que los cigarros y el alcohol. El 91% de personas entre sus 16 y 24 años usan el Internet para hacer networking social.

Hasta aquí podrías agarrarte la cabeza y decir: sí pues, debería bajar mi tiempo en pantalla y hacerle más caso a ese app que mide cuánto tiempo me paso en cada plataforma, y mis hijos también. Pero hoy no quiero hablarte de tu cantidad de horas, sino de la calidad de ese contenido y de cómo afecta tu estado emocional. Los ratios de ansiedad y depresión en los jóvenes han crecido en 25% en los últimos 25 años y uno de los principales conectores entre estos ratios de depresión y falta de sueño es el social media.

Pero para establecer mi punto creo que más que hablarte de números, lo mejor es preguntarte cómo te sientes después de ver esos feeds en Facebook de solo gente sonriente y optimista, exitosa y siempre viajera, felizmente casada, enamorada, viviendo a plenitud la maternidad y paternidad, todos abrazados y sin arrugas de estrés a la vista (para eso están los filtros). Y ni qué decir de los stories de Instagram, todos regios y regias, con four pack en las manos y en el estómago, con carteras nuevas todos los días. Con cientos de amigos, muchos más que los que tiene Roberto Carlos o la amiga de todos. Y tú, bueno tú, contemplando desde tu cama un sábado por la noche todo este paraíso de criaturas felices y bellas: Mi pequeño pony en versión humanos, Narnia pero sin nieve. Te agarras la cabeza y dices: “¿Será que soy el único en esta ciudad con la única compañía de Netflix y unos chips con palta?”.

No es que seas envidioso, ojo, ni desees el mal ajeno, pero fuera de bromas te afecta, y mucho, porque esa vida perfecta de las redes se está volviendo el punto de referencia para nuestro peso, look y hasta relaciones interpersonales. Y lo que es peor: se ha convertido en un gatillador de tu autoestima dependiendo de cuántos likes o recomendaciones tienes en la foto.

Dicho esto, yo creo que es iluso asumir que las personas vamos a bajar nuestro consumo de redes. Las generaciones más jóvenes, los famosos GenZ, de hecho no saben lo que es la vida analógica sin la digital. Por eso considero que es más importante concentrarnos en el contenido de lo que consumimos y, como en el caso de la comida, tener una dieta saludable con aquello que nos haga bien.

En muchos lugares del mundo ya se está hablando de las dietas visuales y hoy quiero proponerte lo mismo, que identifiques en los alimentos lo que te aporta real bienestar considerando variables concretas: toxicidad, nutrición, placer. Quizás es tóxico para ti seguir a tu ex con una cuenta ficticia o a esa amienemiga del colegio que en el fondo siempre te la tuvo jurada. Quizás esos influencers perfectos con cero cirugías pero hartos filtros no son tu mejor compañía para comenzar tu día y prefieres seguir personas con más carne y menos hueso (en todo el sentido de la palabra), que te nutran con sus actos y palabras. Pero no solo de proteína, quinua y chía vive el hombre, así que bienvenido el placer en todas sus formas, pero ese que no te caiga mal y te deje con resaca de bajón o depresión innecesaria.

Busca lo que te levante, calme, inspire, acelere, relaje, excite y mejore tu día, no aquello que lo empeore. Así como no se te ocurre (espero) ver una película cortavenas cuando te acabas de separar, sé selectivo con tus alimentos visuales, limpia tu alacena (cuentas de redes sociales) de estímulos visuales negativos y más bien provéete de todo aquello que te haga sentir bien y engordar mucho, pero tu autoestima.//

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