Diana Gonzales Obando

Muy cerca de las estrellas de Huancavelica, entre los 3.600 y 4.200 m.s.n.m., duermen cientos de variedades de . Cubiertas por un manto de tierra fría, ellas nos enseñan de paciencia y, sobre todo, de la diversidad de nuestro país. Pronto, nacerán. Serán cosechadas para alimentar a la gente que las siembra, irán a pequeñas ferias, las arenosas se añadirán a las sopitas o se comerán con quesos y ajíes.

Otras, con especiales cualidades, se prepararán en guisos de chuño, o quizá su privilegiado destino sea formar parte de un banco de semillas. En Huancavelica, existen bancos familiares implementados con la ayuda del proyecto GEF Agrobiodiversidad SIPAM y protegidos por 11 comunidades.

Estos almacenes guardan tesoros para la humanidad. Conservan en estantes, frascos y recipientes, semillas de papa, maíz, quinua, cañihua, kiwicha, habas y más, para que en épocas de crisis (heladas, granizadas y sequías) o pérdida de semillas, se distribuyan a los productores que las necesiten o se intercambien. De esta manera, la permanencia y continuidad de los alimentos está garantizada. También recuperan especies de papas y otros tubérculos andinos, así como costumbres locales. Para el fin de preservación, estos guardianes ejemplares demandan la atención e inversión de las autoridades. “Lograron recuperar especies de papas y otros tubérculos andinos, e incluso crear nuevas variedades”, recalca César Sotomayor, Coordinador Nacional del Proyecto GEF Agrobiodiversidad SIPAM.

¿Quiénes son estos héroes y heroínas de Huancavelica que transmiten la sabiduría de sus abuelos y dedican su vida a conservar cientos de variedades de papas y semillas? Entre ellos, conocimos a Óscar Rojas Inga (63) y Verónica Boza Jurado (45), agricultores y conservacionistas del centro poblado de Ñahuincucho, Huando. Verónica cultiva papas nativas como la cello wayro, muro winccollo o niñopa ñawin, y una gran diversidad de plantas aromáticas en su huerta.

Óscar Rojas Inga (63) y Verónica Boza Jurado (45), agricultores y conservacionistas del centro poblado de Ñahuincucho, Huando.
Óscar Rojas Inga (63) y Verónica Boza Jurado (45), agricultores y conservacionistas del centro poblado de Ñahuincucho, Huando.
/ © Victor Idrogo / Icónica

Óscar, por su lado, ha logrado domesticar dos variedades de papas nativas a las que con orgullo ha nombrado Rojas papa e Inka papa, en alusión a sus apellidos. Es considerado un científico campesino: “Durante la pandemia, no venían productos de la capital y teníamos que compartir con los diferentes pueblos. Con las enseñanzas de mis ancestros, domestiqué dos papitas nativas. Me ha costado tres años conseguir las dos variedades y una nueva que se está desarrollando de semillas pequeñas de flor blanca”, explica don Óscar. “Estoy manejando un promedio de 150 colores de papas nativas o ecotipos”. Sus variedades son impresionantes, tienen corazón azul, blanco o rojo-morado como beterraga.

El valor de lo propio

Comer esas deliciosas papas nativas recién cosechadas y sancochadas en el mismo lugar donde se cultivaron es un privilegio que goza Vilma Alanya (34). Nacida en Chaccoma, Huando, vive en las afueras de su centro poblado en una casa junto a hermosas retamas y con una vista de paisajes insuperables. Ella siembra sus propias hortalizas, cría decenas de cuyes, y los come para alimentarse bien. A la par, descompone el guano naturalmente para el cultivo de los tubérculos. Comenzó con tres variedades y ahora resguarda alrededor de 50.

Vilma Alanya (34) nació en Chaccoma, Huando, vive en las afueras de su centro poblado en una casa junto a hermosas retamas y con una vista de paisajes insuperables.
Vilma Alanya (34) nació en Chaccoma, Huando, vive en las afueras de su centro poblado en una casa junto a hermosas retamas y con una vista de paisajes insuperables.
/ © Victor Idrogo / Icónica

“Estamos enfocados en recuperar nuestra agrobiodiversidad que son nuestras papas nativas, maíces, quinua. Damos valor a lo que es de nosotros. Antes, nuestros productos estaban olvidados, se fertilizaban con químicos. Hemos aprendido las buenas prácticas agrícolas, ahora conservamos nuestras papas y usamos insecticidas caseros como el rocoto”, nos dice Vilma. Ella es parte de la asociación familiar Fe y Esperanza, integrada por 14 miembros dedicados a conservar y recuperar la biodiversidad de su región. Además, comparte con los más jóvenes el conocimiento de su cultura, valora el lenguaje del cielo y los astros, y los mitos de la zona. Defiende también la importancia del quechua, muchas veces dejado de lado para privilegiar al español.

Herramientas de sabiduría

El conocimiento está, asimismo, en la chaquitaclla, zapa, lauca, rejilla o la hoz, herramientas para remover y cosechar los frutos de la tierra. Los ancianos de Laria lo saben, hombres de manos grandes que, a pesar de su edad, salen todas las mañanas con sus pesados instrumentos amarrados con cuero de vaca, comen en la chacra el almuerzo preparado por sus esposas y regresan a las 5 de la tarde para descansar.

Pablo Torres (78), Paulino Hilario (86) y Gerardo Huamancaca (70) se dedican a la agricultura desde que nacieron y usan sus herramientas de la manera en que les enseñaron sus padres y abuelos.
Pablo Torres (78), Paulino Hilario (86) y Gerardo Huamancaca (70) se dedican a la agricultura desde que nacieron y usan sus herramientas de la manera en que les enseñaron sus padres y abuelos.
/ © Victor Idrogo / Icónica

Hombres como Pablo Torres (78), Paulino Hilario (86) y Gerardo Huamancaca (70) lo hacen desde que nacieron y continuarán así hasta su muerte. Ahora, quieren transmitir el uso de las técnicas tradicionales de cultivo a sus descendientes porque saben el valor de preservar lo propio. //

Además…

-Es posible comprar diferentes variedades de papa en Lima ingresando a la aplicación Kusikuy.

-La reforestación es parte de las actividades de este proyecto. La comunidad ganadera de San José de Belén está plantando queñuales, ideales para generar pastos y la conservación de la humedad.

-El proyecto GEF Agrobiodiversidad SIPAM es financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF), ejecutado por el Ministerio del Ambiente y el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego, implementado por la FAO, y administrado por Profonanpe.


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