París fue la sede de la cuarta Cumbre One Planet que reunió a jefes de estado y de gobierno de 77 países del mundo con el objetivo de encontrar mecanismos para proteger la biodiversidad y revertir su declive marcado por cifras desalentadoras. Un tercio de los mamíferos marinos están en riesgo, el 70% de los corales han sido destruidos o están en peligro, mientras que el 40% de los anfibios van camino a la extinción, por citar solo algunos números de la Plataforma Intergubernamental Científico sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES).
«Estamos en una emergencia planetaria, donde las crisis por la pérdida de biodiversidad, la degradación de los ecosistemas y el cambio climático, impulsadas en gran medida por la producción y consumo insostenibles, requieren una acción mundial urgente e inmediata», señala Ximena Barrera directora de Relaciones de Gobierno y Asuntos Internacionales de World Wildlife Fund (WWF) Colombia.
Cuatro fueron los ejes de la cita del 11 de enero: la protección de los ecosistemas terrestres y marinos, el financiamiento para la protección de la biodiversidad, la promoción de la agricultura ecológica y el vínculo entre deforestación y salud humana marcado por la pandemia del COVID-19.
Además, en la cita se delinearon los acuerdos que se llevarán a la Convención de la Diversidad Biológica (COP15) que se realizará este año en mayo, en Kunming, China, luego de haber sido postergada debido a la pandemia del coronavirus.
«El One Planet es una demostración más del cambio de paradigma que estamos viviendo. No solo en la investigación o las esferas académicas, sino que ya hay una masa crítica de apoyo socio-político que evidencia el hecho de que vivimos en un solo planeta y tenemos una sola salud», manifiesta Christopher Anderson, investigador independiente de Sistemas Socio-Ecológicos y del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC).
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Los acuerdos hacia el 2030
En la reunión de París se lanzó la Coalición de Alta Ambición por la Naturaleza y las Personas (HAC), integrada por 52 países y copresidida por Francia, Costa Rica y el Reino Unido, cuyo principal acuerdo fue el compromiso de proteger el 30% de los ecosistemas terrestres y marinos del planeta para el 2030.
Actualmente solo el 15.1% de la superficie terrestre está protegida , según menciona el estudio A “Global Safety Net” to reverse biodiversity loss and stabilize Earth’s climate, publicado en setiembre de 2020.
Este mismo estudio señala que si se conserva por lo menos el 50% de los ecosistemas terrestres se revertiría la pérdida de biodiversidad, se evitaría las emisiones de CO2 causada por conversión de tierras y se mejoraría la eliminación natural de carbono. También indica que más allá de la superficie actualmente protegida, se necesita conservar el 35,3% de sitios adicionales de particular importancia para la biodiversidad.
Sin embargo, muchos países no han cumplido con compromisos asumidos anteriormente como las metas Aichi que establecieron en 2010, entre otras cosas, que para el año 2020 cada país debía tener el 17% de su territorio y el 10% del mar bajo protección.
La bióloga peruana Fanny Cornejo, directora de Yunkawasi –organización dedicada a la conservación de ecosistemas– señala que si eso no se ha cumplido “la pregunta es ¿vamos a poder cumplir los nuevos compromisos?».
Barrera, de WWF Colombia, lamenta que no se hayan cumplido las metas adoptadas hace una década, pero reconoce que algunos de estos objetivos están en camino de ser alcanzados.
«Es viable el 30% siempre que se garantice respeto a los pueblos indígenas y tenencia de la tierra», dice Barrera. En ese sentido, considera que el rol de los países de América Latina es fundamental en esta coalición. «La participación de estos países latinoamericanos resulta relevante en gran medida por el rol que juegan las áreas protegidas en la región».
El biólogo Pablo Negret, investigador de la Universidad de Queensland en Australia, considera que la meta es alcanzable si se plantea la protección de la biodiversidad sin que eso signifique la remoción de las personas de todas las áreas protegidas. «Muchas áreas de comunidades indígenas y afro podrían ser definidas como áreas protegidas donde se hace un manejo sostenible de los recursos. En Latinoamérica, muchas áreas de comunidades indígenas y afro podrían cumplir estas funciones»
Para Simone Lovera, directora ejecutiva de Global Forest Coalition, la meta de 30% de protección de ecosistemas del planeta es un retroceso con relación a acuerdos adoptados en anteriores oportunidades por esta misma cumbre.
“Adoptar en este momento una meta de solo proteger el 30% de los bosques es una ofensa. No se puede tomar en serio. Se tiene que proteger el 100% de los bosques”, señala Lovera y cuestiona que bajo este compromiso se pueda dejar el 70% restante bajo amenaza.
Lovera también menciona que ya se había adoptado como meta reducir toda la deforestación y la degradación de bosques al primero de enero de 2021. «Este mes, cualquier deforestación y degradación de bosques está en violación de los objetivos de desarrollo sostenible”, agrega.
En cambio, para la bióloga Ximena Velez-Liendo, esta meta es bastante ambiciosa, sobre todo en lo que respecta a los mares. «Si vemos los ecosistemas marinos, no hay muchos que tengan una protección estricta», comenta la directora del Programa para la Conservación de Carnívoros Andinos del Zoológico de Chester de la Universidad de Oxford.
En cuanto a la protección de ecosistemas terrestres, Velez-Liendo menciona la política de países como Bolivia y Brasil en los que cada año cientos de hectáreas de bosques se convierten en zonas de agricultura extensiva. «Las políticas de gobiernos como Brasil y Bolivia están afectando enormemente las metas a las que debemos llegar como región y planeta», dice.
En la Cumbre One Planet, uno de los compromisos ha sido fomentar la agroecología, teniendo como centro el problema de la desertificación en África. La propuesta de la denominada Gran Muralla Verde, consiste en crear una banda de vegetación en los once países de la franja Sudán-Sahel para frenar el avance del desierto del Sahara y cuenta con 14 300 millones de dólares de financiamiento.
Sin embargo, el problema de una acelerada deforestación es global. Según el reporte Frentes de deforestación; impulsores y respuestas en un mundo cambiante, en el mundo existen 24 frentes de deforestación y nueve de estos ellos están en Latinoamérica: seis en la Amazonia en Brasil, Colombia, Perú, Bolivia, Venezuela y Guyana; uno en el Gran Chaco de Paraguay y Argentina; otro en el Cerrado de Brasil; también hay un frente en el Chocó-Darién de Colombia y Ecuador; y el último en la Selva Maya de México y Guatemala, indica el reporte.
La representante de WWF señala que para enfrentar esta problemática se debe buscar múltiples soluciones integrales, adaptadas al contexto regional y local que incluya proyectos agroecológicos. Pero también considera importante que se reconozca los derechos de los pueblos indígenas sobre sus territorios y sus prácticas de manejo.
Lovera, por su parte, sostiene que la deforestación radica en el impulso que dan muchos gobiernos a la expansión agrícola y ganadera que, además, invierte en subsidios para el desarrollo de estas actividades, un tema que –según indica– no se está considerando en los acuerdos adoptados en One Planet.
«El gran desafío es no pagar estos subsidios, porque promueven la deforestación. La ganadería y los cultivos de soya están subsidiados», dice Lovera y menciona casos como el de Brasil, que al mismo tiempo que recibe dinero para la conservación, invierte en subsidios para grandes extensiones de monocultivos de soya.
Lovera también menciona que en la Cumbre One Planet tampoco se habló de las inversiones de los países en actividades extractivas ni de los tratados de libre comercio como el que negocian el Mercosur y la Unión Europea. «Con este tratado será imposible frenar el comercio de soya que está asociado a la deforestación», asegura.
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Camino a la COP15
Los grandes ausentes en la cita de París fueron Estados Unidos, Rusia, India y Brasil. Aunque se espera que con la toma de mando de Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos la política ambiental de este país tome un nuevo rumbo.
El actual presidente de Estados Unidos, que ingresó a la Casa Blanca el 20 de enero, ha anunciado que esta potencia mundial retornará al Acuerdo de París y asumirá el compromiso de transitar a economías que reduzcan sus emisiones de carbono y, en general de gases de efecto invernadero, para combatir el cambio climático.
«Es un hecho que cuando grandes países en América, como Estados Unidos, Brasil y Argentina no participan de un objetivo cuya meta es asegurar la conservación de cierta superficie eso impide el cumplimiento del objetivo global», señala Anderson sobre los grandes ausentes en la cita.
Para Anderson, sin embargo, los compromisos adoptados por Canadá, Colombia, Costa Rica y Perú representan avances importantes por la superficie que conservan.
En tanto, Barrera, de WWF Colombia, considera que el compromiso del presidente Biden de volver al Acuerdo de París «es una gran oportunidad para impulsar la agenda internacional y lograr su participación en la búsqueda de un acuerdo global para proteger la biodiversidad en la Convención de Diversidad Biológica».
En cuanto a Brasil, para la representante de WWF Colombia es importante lograr un mayor compromiso y liderazgo de este país en las negociaciones internacionales, puesto que se trata de uno de los 18 países megadiversos del planeta que alberga entre el 15% y 20% de la diversidad biológica mundial.
«Muchos de estos países tienen gobiernos que no quieren generar compromisos que afecten sus agendas económicas aun cuando esto signifique que la biodiversidad se vea afectada como es el caso de la deforestación en el Amazonas de Brasil», comenta Negret.
Para la COP 15 sobre Biodiversidad que se realizará en mayo en la ciudad de Kunming, China, se espera que muchos más países se unan a los compromisos esbozados en la cita del 11 de enero.
Fanny Cornejo considera que la COP15 será crítica «porque tendremos que analizar qué tanto se han cumplido las metas Aichi y plantear nuevos objetivos para esta década”. Para Barrera, las propuestas que se deben establecer en la reunión de China son definir una misión para revertir la pérdida de la naturaleza para 2030, abordar los factores directos e indirectos de la pérdida de biodiversidad; lograr la participación plena y efectiva de los pueblos indígenas y las comunidades locales en la toma de decisiones y reconocimiento de sus derechos; y fortalecer la movilización de recursos con el objetivo de alinear los flujos financieros con la conservación, así como duplicar los flujos financieros hacia los países en desarrollo y eliminar los incentivos perversos.
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Compromisos postergados
El 2020 había sido catalogado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) como un ‘Súper año’ para la biodiversidad. Sin embargo, la pandemia por el coronavirus obligó a postergar reuniones mundiales destinadas a evaluar avances en los compromisos adoptados por los países y acordar nuevos tratados para proteger ecosistemas desatendidos.
Este año, las reuniones que fueron postergadas en 2020 se concretarán, aunque posiblemente, como en el caso de la Cumbre One Planet, la participación virtual será una constante debido a la presencia del COVID-19.
La pandemia también ha marcado la pauta de los acuerdos en los eventos ambientales globales y, de hecho, uno de los adoptados en la Cumbre de One Planet se refiere a la protección de los bosques, las especies y la salud humana en el contexto de la pandemia por el coronavirus.
La iniciativa PREZODE (Preventing Zoonotic Diseases Emergence), presentada en esta cumbre, supone la cooperación a escala mundial entre actores del mundo de la investigación y las redes de vigilancia sanitaria, para prevenir otras posibles pandemias originadas por animales. Esta propuesta cuenta con más de 400 investigadores y expertos en salud humana, animal y medioambiental.
«La pandemia nos ha dado un buen momento para repensarnos y nos ha obligado a reflexionar sobre el modelo de civilización que predomina en el mundo. Ahora, en la postpandemia, se harán grandes inversiones para ‘reactivar’ las economías, el transporte, las actividades sociales. Si aprovechamos esta oportunidad para invertir en políticas sostenibles vamos a provocar una sinergia que asegure la salud ambiental y la salud humana», asegura Anderson.
Por su parte, Negret menciona que se deben hacer más estudios que nos ayuden a comprender con mayor detalle la relación entre deforestación y el surgimiento de enfermedades zoonoticas. «Existen estudios que muestran que la malaria y la fiebre amarilla son más comunes en áreas cercanas a zonas recientemente deforestadas. También se ha demostrado la conexión entre la cacería y el consumo de animales salvajes con el surgimiento de enfermedades».
El investigador recuerda que las enfermedades generan millonarias pérdidas para los gobiernos. «El caso del COVID-19 es el ejemplo más dramático sobre el impacto de la deforestación, la cacería y el consumo de animales salvajes sobre la economía y salud nacional y global».
El ex ministro peruano del Ambiente, Manuel Pulgar-Vidal hoy líder de Clima y Energía para WWF Internacional, asegura que «estos anuncios [los acuerdos de One Planet] representan una clara señal de que los países quieren asegurarse de que las soluciones basadas en la naturaleza estén fuertemente representadas en la agenda 2021″.
Este año se muestra, entonces, como el año en que se retomen los eventos mundiales postergados, se evalúen los compromisos ambientales y se establezcan nuevas metas hacia el 2030.
El artículo original fue publicado por Yvette Sierra Praeli en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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