El continente Antártico, el más austral de la Tierra, es uno de los lugares más desconocidos y a la vez atractivos para la ciencia. Son 18 los países que han instalado allí estaciones de monitoreo científico para descifrar cómo es el ciclo de vida de las especies que habitan en este lugar, que en invierno puede alcanzar los menos 68 grados.
A finales del 2023, la Expedición Científica Antártica (ECA 60), organizada por el Instituto Chileno Antártico (INACH), desembarcó desde el puerto de Ushuaia en el extremo sur de Argentina con una misión: hacer un seguimiento del virus de la gripe aviar altamente patógena (H5N1) en la Antártica. La expedición era necesaria debido a que la enfermedad infecciosa se propagó rápidamente por todos los continentes en un período de dos años a partir del 2020, “facilitada principalmente por los movimientos de aves migratorias”, dice Eli Poulin, director del Instituto Milenio Biodiversidad de Ecosistemas Antárticos y Subantárticos (BASE).
A bordo del buque Le Commandant Charcot, un equipo de investigación internacional dirigido por Poulin, Juliana Vianna, doctora en Ciencias Biológicas, y Céline LeBohec, científica especializada en Biología Marina y Polar, se inició la travesía que reportó casos positivos del virus en aves marinas.
Poulin, que desde 1996 participa de expediciones científicas a la Antártica, y que en algunas ocasiones se sumerge en esas aguas congeladas para realizar buceo científico, dice que el hallazgo es una alerta importante de considerar, ya que a medida que la intensidad de los brotes de esa variante aumente, “el impacto en la fauna silvestre será cada vez más grave”. El científico asegura que las aves marinas son las más vulnerables debido a que sus comportamientos reproductivos implican anidar juntas durante períodos prolongados, “enfrentándose así a mayores riesgos de propagación de enfermedades, circunstancia que aumenta la amenaza para su salud y la estabilidad de su población”.
A pesar que ya se habían notificado otras cepas del virus de la influenza aviar H5 (que es menos contagioso) en aves marinas de la Antártica, la variante H5N1 “nunca se había reportado hasta ahora”, destaca Poulin. Los hallazgos de la investigación están contenidos en una inédita prepublicación científica que aún espera ser revisada por pares.
Los hallazgos de la Expedición
Fabiola León, investigadora que estuvo a cargo de realizar el examen PCR en los animales para detectar la gripe aviar altamente patógena, pisó la Antártica por primera vez en 2019 y da fe de que viajar y pernoctar allí no es tarea fácil. Una de las razones, dice, es porque se debe navegar sobre El Paso de Drake, un tramo de mar que separa América del Sur de la Antártida, y que “es una especie de entidad porque a veces está alegre, otras apacible, y la mayor parte del tiempo está furioso”, bromea.
Esta vez, sin embargo, atravesar el Paso Drake fue una experiencia tranquila y los investigadores sólo navegaron dos días contrariamente a la semana que, en ocasiones, implica esa travesía.
Una vez en la Antártica, los investigadores comenzaron a realizar el monitoreo durante las ventanas metereológicas que se presentaban. El clima en la Antártica es uno de los más ventosos y fríos del planeta, lo que dificulta la programación del trabajo. Particularmente en esta expedición, los científicos lograron trabajar en terreno durante la noche, a partir de las 22:00 horas y hasta las cuatro de la madrugada. “La temperatura era de menos 23 grados centígrados”, cuenta León.
Las muestras fueron obtenidas en 13 sitios de reproducción a lo largo de la península Antártica y la costa occidental del Continente Blanco. Le Commandant Charcot, el buque a bordo en el cual se trasladaban los científicos tiene dos particularidades: es un rompe hielo, diseñado para moverse y navegar a través de mares y ríos congelados, y cuenta con laboratorios a bordo que permiten analizar rápidamente las muestras tomadas a animales al mismo tiempo que realiza servicios turísticos. “Tiene refrigeradores que funcionan a menos 80 grados, sondas que miden diversos parámetros del mar y laboratorios húmedo, seco y otro capacitado con campanas de extracción”, cuenta León. A todo eso se suma un equipo de coordinadores científicos que ayudan a desembarcar en las islas Antárticas y en las localidades donde se necesita investigar.
León, que trabaja en el Laboratorio de Biodiversidad Molecular de la Universidad Católica, en Chile, explica que para detectar el virus H5N1 en los pingüinos se les hizo “un hisopado”, que consiste en un pequeño hisopo que se lubrica con suero fisiológico y se pasa haciendo un barrido en la cloaca del animal, único portal que tiene el pingüino para defecar y orinar.
Tras un análisis de PCR altamente sensible, se detectaron nueve casos de gripe aviar altamente patógena (H5N1): ocho en pingüinos adelia (Pygoscelis adeliae) y uno en un cormorán Antártico (Leucocarbo bransfieldensis).
Poulin explica que los casos positivos en pingüinos adelia se explica porque estas aves viven en congregaciones altamente densas, por lo tanto “la propagación de una enfermedad es muy alta en esa especie”. Sin embargo, una de las cosas que más les llamó la atención al investigador fue que los infectados no presentaban síntomas de ningún tipo. Para saber cómo se comportarán a futuro estos individuos ante la infección, los científicos instalaron transmisores satelitales en los pingüinos adelia contagiados que les permite mantenerlos monitoreados.
Poulin destaca que se utilizaron todos los protocolos de bioseguridad que ayudan a evitar la propagación entre colonias, entre especies, pero también “de un posible contagio hacia nosotros”. Si bien la tasa de transmisión de animales a humanos “es muy baja”, dice León, existe una probabilidad del 70% de mortalidad en caso que llegue a suceder.
En esa misma línea, algo que preocupa a los expertos es que, según destaca Poulin, el Comité Científico para la Investigación Antártica (SCAR por su sigla en inglés) no puede tomar medidas como restringir la llegada de personas, ya sean turistas o científicos, para evitar que el virus se propague a la especie humana. “Eso queda a cargo de cada país que tiene base ahí”.
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La ruta de un virus anunciado
Los investigadores que trabajan capturando aves marinas como pingüinos, petreles, cormoranes, entre otros, tienen cicatrices en sus brazos y moretones en las piernas producto de picotazos y aletazos de los animales. Bien lo sabe Juliana Vianna, científica que ha explorado por más de 10 años la Antártica tomando muestras genéticas y especializándose en el modelamiento de nicho ecológico, una herramienta que utiliza información genética actual de las especies para crear mapas que proyectan cómo éstas se distribuirán en el futuro dentro de un ecosistema.
Según Vianna, que además es docente de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica (UC), la gripe aviar H5N1 en el mundo se detectó en el mundo en el 2020. De acuerdo a un estudio publicado en la revista científica Emerging Microbes and Infections, la cepa surgió en Países Bajos producto de una recombinación de otros virus de la misma gripe. Lo preocupante, dice la científica, es que la variante “se ha dispersado en muy poco tiempo por todo el mundo”.
Cuando la cepa tocó América del Sur, se detectaron casos positivos al virus H5N1 de la gripe aviar en las Islas Malvinas, siendo el pingüino Papúa (Pygoscelis papua) uno de los más afectados, comenta Poulin. De hecho, “hay una gran mortalidad allá, confirmamos que esa especie es muy susceptible a esta cepa. Este hecho acrecentó el temor a que el virus pudiera propagarse a las colonias antárticas”, recuerda el científico.
Las alertas comenzaron a encenderse luego de que en 2022 comenzaron a reportarse mortandades en la costa chilena. Los organismos competentes en la materia confirmaron casos en 11 regiones de Chile, destacando que la mayor cantidad de contagios era en la zona norte del país.
Posteriormente, en 2023, la presencia del virus se detectó en las poblaciones de aves de págalos marrones de la Isla de los Pájaros, en Georgia del Sur, constituyendo los primeros casos conocidos en el territorio subantártico. Un informe del British Antarctic Survey (BAS), asegura que “la probable propagación de esta enfermedad haya sido causada por el regreso de las aves de su migración a América del Sur, donde hay un gran número de casos de gripe aviar altamente patógena”.
En febrero de este año, un equipo de investigadores españoles detectó la cepa en la Antártica en dos individuos de skuas muertos. Se trata de aves carroñeras que se encuentran muy frecuentemente sobre zonas subantárticas y antárticas, por lo que “no era tan extraño encontrar contagiadas a esas especies porque esos individuos visitan cadáveres de animales y otras aves buscando comida”, dice el director del Instituto Milenio BASE.
Posteriormente, en marzo pasado, y a partir de la expedición ECA 60, Chile dio a conocer un reporte de casos positivos de gripe aviar de alta patogenicidad en la Antártica. “Los hallazgos los detectamos tras realizar estudios epidemiológicos de sitios de anidación de aves marinas en la Península Antártica, el Mar de Weddell y la costa occidental de la Antártida (mares de Bellinghausen, Amundsen y Ross)”, destaca Vianna.
Además, el hecho de no haber encontrado ningún caso más al este de la península Antártica, sugiere que probablemente (el virus) “no se ha propagado hasta las otras zonas del continente, pero lo más probable es que siga avanzado”, señala Poulin.
Si bien estos hallazgos se encuentran en proceso de revisión para ser publicados en la revista científica “Emerging Infectious diseases”, León y Poulin explican que, debido a la emergencia sanitaria, se abren canales de pre publicación con el objetivo “de agilizar la difusión de las informaciones con la comunidad científica”. Además, el director del Instituto Milenio BASE, agrega que, en la misma zona donde el equipo de la ECA 60 reportó los hallazgos, “se están registrando miles de muertes de pingüinos adelia”, situación que mantiene a los investigadores en alerta mundial.
*Imagen Principal: Expedición Científica Antártica (ECA 60), organizada por el Instituto Chileno Antártico (INACH) Foto: Instituto Milenio BASE
El artículo original fue publicado por Barinia Montoya en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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