Desde el 1 de febrero, múltiples incendios forestales han afectado el centro y el sur de Chile siendo los de la región de Valparaíso los más mortíferos de la historia reciente del país. Hasta ahora son 131 las personas fallecidas producto del fuego descontrolado, de las cuales 35 están identificadas, según el último reporte del Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred). Además, 372 se encuentran desaparecidas y unas 40 000 están damnificadas tras la afectación de aproximadamente 15 000 viviendas.
El presidente, Gabriel Boric, aseguró que se trata de “la tragedia más grande” que ha vivido Chile desde el terremoto de 2010. Por lo mismo, decretó estado de excepción y estableció una lista de prioridades para enfrentar la emergencia. Lo primero y más importante, sostuvo el mandatario, es salvar vidas; apagar incendios activos asegurando la seguridad para bomberos y brigadas de la Corporación Nacional Forestal (CONAF); recuperar los cuerpos de las personas fallecidas; canalizar apoyo urgente a las víctimas en albergues; garantizar el orden público y recopilar antecedentes para la investigación sobre el origen de los incendios.
“Apagado el fuego vendrá la fase de catastro, ayudas tempranas y reconstrucción”, agregó Boric. “Nos pondremos de pie”, dijo el presidente.
El Comité de Gestión del Riesgo de Desastres (COGRID) informó que “hoy día los incendios de la región de Valparaíso están contenidos y, por lo tanto, esperamos su total control en los días que vienen”.
Entre las pérdidas que dejó la catástrofe fue el Jardín Botánico Nacional (JBN),considerado el único pulmón verde del balneario turístico de Viña del Mar.
Los daños en el Jardín Botánico Nacional
La tarde del viernes 2 de febrero, el fuego arrasó con varias poblaciones habitacionales de esa ciudad, incluyendo el JBN donde falleció, producto de las llamas, la cuidadora del recinto, Patricia Araya, quien además era la encargada de germinar las semillas del vivero, y tres de sus familiares.
Aunque fueron detenidos dos sospechosos del incendio que consumió casi la totalidad del jardín, la Fiscalía de Valparaíso confirmó que fueron dejados en libertad por no existir evidencias suficientes que acrediten su participación.
El director del JBN, Alejandro Peirano, desmintió las informaciones que dan cuenta de que el 100 % del Jardín Botánico fue destruido y aseguró a Mongabay Latam que, si bien el daño fue arrasador, ninguna especie endémica sufrió daños. “Esperamos que de aquí a un par de años el jardín tenga una huella mínima de lo que fue este devastador incendio”, dijo Peirano. Los retos, sin embargo, son enormes.
De las 400 hectáreas que tiene el JBN, “solo ocho se salvaron sin daño directo y el resto de las hectáreas quedó con daño parcial”, asegura Peirano.
El bosque esclerófilo —propio de la zona central de Chile y altamente amenazado por la deforestación y las prolongadas sequías—, además de los árboles exóticos como pinos, cipreses y eucaliptos fueron impactados gravemente debido a que, además de ser consumidos por las llamas, fueron abatidos por el fuerte viento que soplaba con gran fuerza ese día generando cortes en los caminos del JBN.
En opinión de Peirano, el bosque esclerófilo “va a volver”, pues tiene una condición de resiliencia destacable al tener hojas duras, buen enraizamiento y una buena adaptación al sufrimiento de los veranos del clima mediterráneo. Por lo mismo, es optimista y espera que las lluvias de mayo hagan brotar sus raíces.
Sin embargo, el profesional reconoce que “lo que no va a volver” serán los pinos, cipreses y eucaliptos. “Hubo daño y afectación en los bosques laterales que son perimetrales. Ahí no quedó nada, es duro de ver”, dice.
En cuanto a la fauna, los impactos aún están siendo valorados. Debido a los cortes que existen en los caminos tras la caída de varios árboles, el personal del parque aún no ha podido dar con la cifra exacta de animales afectados.
Por ello, Peirano asegura que están trabajando con un equipo de profesionales en la instalación de cámaras trampa y bebedores de agua para que los animales se acerquen a beber y sean captados por las cámaras. De esa manera, explica, se espera saber en qué condiciones se encuentran.”Si están bien los vamos a dejar tranquilos, sino los vamos a llevar a una fundación que se llama Ñamku que realiza recuperación de fauna”.
Una de las especies arbóreas más importantes que albera el JBN es la Sophora Toromiro, endémica de isla de Pascua y que se encuentra clasificada en Estado de Extinción por la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Afortunadamente, aseguró Peirano, el ejemplar que se encuentra al interior del Jardín no sufrió daños.
“Milagrosamente a la especie toromiro no le pasó nada”, dice el director del JBN, ya que el fuego al ingresar a esa zona “dio grandes saltos de 200 metros quedando el toromiro a salvo”.
Las llamas tampoco consumieron la colección de especies traídas desde el Archipiélago Juan Fernández. El cactario, los viveros y las más de 30 000 plantas que cultiva el jardín año a año, se salvaron
Un laboratorio natural
Rodrigo Villaseñor, botánico y profesor de la Universidad de Playa Ancha (UPLA) conoce bien de cerca el JBN. El académico formó a varias generaciones de estudiantes a través de la educación ambiental que se desarrollaba en el recinto. “Usamos las dependencias del jardín para realizar las clases de botánica”, cuenta Villaseñor.
El científico comenta que los alumnos se maravillaban al ver in situ la gran colección de palmas que alberga el recinto como la palma chilena (Jubaea chilensis), la palma Fénix (Phoenix canariensis) y la palma Washingtonia (Washingtonia robusta).
La historia del JBN data de 1917, cuando el empresario dedicado al salitre, Pascual Baburizza, donó el terreno al Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP). Posteriormente, éste fue traspasado en comodato por 30 años a la fundación Jardín Botánico Nacional de Viña del Mar, creada en 1992, y que tiene como objetivo el desarrollo de las ciencias, especialmente la botánica.
Peirano destaca que los cuatro ejes de acción del JBN han sido la conservación, la educación, la investigación y la recreación. Además, existe un departamento de investigación y otro de horticultura, a cargo de Adriana Arancibia, ingeniera agrónoma. “Todo esto no sería posible si no existiera el equipo de guardaparques, encargado de resguardar el recinto, y a las más de 400 000 personas que visitan el lugar “, asegura.
El recinto está dividido en tres macrolotes. Uno de ellos está conformado por 118 hectáreas de bosque de eucaliptos, pinos y bosque nativo, destinado a la conservación, que fue devorado por las llamas.
Por otro lado, existe una zona de 32 hectáreas que corresponde a los sitios más visitados por la gente, debido a que existe una mayor diversidad de plantaciones de flores exóticas y de colecciones que albergan importante material genético nativo de la Isla de Pascua y del Archipiélago Juan Fernández. Esta área no sufrió daños considerables, asegura Peirano.
Adriana Arancibia destaca la sobrevivencia de “El Jardín de la Paz”, donde están plantadas especies sobrevivientes de la bomba atómica de Hiroshima que fueron un regalo del gobierno Japonés al JBN. “Tienen signos de vida en sus tallos. Tenemos la esperanza de que vuelvan a dar vida”.
Además, ese mismo lugar posee una variada colección de plantas medicinales. El director del JBN resalta que lo que se hace en ese sector “es recrear una realidad que está en el resto del país o en el resto del mundo, porque hay colecciones nacionales e internacionales” que llaman mucho la atención de los visitantes.
Por último, se encuentra el macrolote de 250 hectáreas que alberga una plantación de palma chilena y bosque nativo conformado por 5400 árboles, el cual también fue consumido por el fuego.
Villaseñor recuerda que cerca de la laguna artificial se podían observar “las roblerías”, un conjunto de árboles de roble chileno como el coihue, del mapudungun koywe y de nombre científico Nothofagus dombeyi, una especie perenne que crece en el centro y sur de Chile. Hoy, es una de las imágenes que más circula dando cuenta de la devastación que dejaron los incendios en esta importante área para la conservación y la botánica.
Los 400 000 visitantes anuales, a los que hace alusión Peirano cuando habla de los logros alcanzados por el JBN, son la principal vía de financiamiento de este lugar. Tras los incendios y sin visitantes, casi la totalidad del presupuesto se esfumó. Por eso, dice el director del jardín, que la mejor manera de ayudar a reconstruir el recinto, “es a través de una colaboración monetaria” que se está recibiendo en una cuenta bancaria.
*Imagen Principal: Jardín Botánico Nacional consumido por los incendios Foto:Adriana Arancibia
El artículo original fue publicado por Barinia Montoya en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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