Muchas personas tienen la costumbre de no consumir carne el Viernes Santo e incluso desconocen que esta práctica se sustenta en el código de derecho canónico del Vaticano, el cual indica que todo católico mayor de 14 años —y hasta que tenga 59— debe abstenerse de comer carne en este día. El documento no especifica qué tipo de carne es la que debe dejarse de consumir pero, en la cultura popular colombiana, la privación se asocia principalmente a las de res y cerdo. Esto implica un aumento significativo de consumo de carne de pollo, pescado y mariscos en un país como Colombia, donde un 59 % de los adultos se consideran católicos, según cifras de la encuesta global de IPSOS en 2023.
No en vano, el sector pesquero proyectaba un aumento en sus ventas de 37 % para el primer trimestre de 2024, según explicó la ministra de agricultura, Jennifer Mojica. Sin embargo, para varias organizaciones del Estado encargadas de la protección ambiental, como la Policía Nacional, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y las Corporaciones Autónomas Regionales, esta época también implica una problemática ambiental muy grande, muchas veces se consume carne de especies en riesgo de extinción.
Los animales que más sufren durante la Semana Santa son los reptiles, particularmente las tortugas hicoteas (Trachemys callirostris) que, por cultura y tradición, son consumidas en regiones como la costa Caribe. Según el Instituto Humboldt, entidad encargada de investigar la biodiversidad colombiana, esta especie se considera como Vulnerable en su estado de conservación en el país.
El plato tradicional consiste en preparar la carne de este reptil con sus huevos en un guiso. Sin embargo, lo que algunos consideran un manjar, requiere de miles de animales que son sacados de su hábitat natural. Así lo demuestran las cifras de la Asociación de Corporaciones Autónomas Regionales y de Desarrollo Sostenible (Asocars), entidad que agrupa a las autoridades ambientales regionales del país, y que para el 3 de abril de este año había recibido 2 881 hicoteas provenientes del tráfico animal en la región Caribe, y que serían destinadas para el consumo humano durante Semana Santa.
Según cifras de la Unidad de Protección Ambiental de la Policía Nacional, para la Semana Santa esta especie representó el 78 % de las incautaciones de animales o sus derivados (huevos o carne) en nueve departamentos colombianos.
Alberto Muñoz Rojas, médico veterinario, zootecnista y coordinador del Centro de Valoración de Fauna Silvestre de la Corporación Autónoma Regional de los valles del Sinú y del San Jorge (CVS), explica que el origen de esta tradición ha sido tergiversado. “Los indígenas Zenú comían tradicionalmente tortuga hicotea, pero ellos tenían la capacidad de identificar cuáles tortugas ya habían pasado su época de reproducción y cuáles estaban en el peso y el tamaño adecuado para ser consumidas. Hoy en día la captación de estos animales es indiscriminada y no se hace teniendo en cuenta nada de esto”, asevera.
El experto hace esta aclaración, porque la captura de estos animales en esta época del año hace que el daño a la especie sea exponencial. “La mayoría de hicoteas que se capturan llevan entre 20 y 25 huevos cada una. Entonces, por ejemplo, si capturan 2000, no sólo están afectando a ese número, sino también a todos esos huevos que ya no van a eclosionar”, explica.
Muñoz advierte sobre el efecto negativo que habría sobre los ecosistemas donde habitan estas tortugas en caso de que desaparezcan. “Las hicoteas se encargan de comerse la carroña y lo que hacen es limpiar los ecosistemas. Ellas son los gallinazos [buitres] del agua. Mantienen los ecosistemas acuáticos de agua dulce libres de contaminación”, asegura.
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Una cadena de maltrato
El Mayor Cristian Hair Mesa Castro, Jefe de la Unidad Investigativa Medioambiental de la Policía Nacional, explica que la mayoría de las tortugas son transportadas en costales y las mueven por el país en camiones en estados deplorables. “En la mayoría de los casos encontramos a las tortugas en estados muy precarios de salud, el maltrato es más que evidente. Hemos llegado a encontrar tortugas hicoteas vivas entre la carne de las tortugas que ya han matado”, asegura.
Aunque Mesa explica que las personas que trafican pueden ser imputadas por los delitos de aprovechamiento ilícito de recursos naturales y maltrato animal, lo que podría implicar penas de más de 11 años de prisión o multas de hasta 40 000 salarios mínimos en Colombia, el coordinador de la CVS, por su parte, asegura que no ha conocido el primer caso de una persona judicializada por traficar hicoteas, porque el sistema judicial erróneamente —según su opinión— no considera a estos delincuentes como un “peligro para la sociedad”.
Además, el calvario de las tortugas no termina cuando la Policía las rescata. Iván Lozano, zootecnista con 30 años de experiencia en conservación y manejo de fauna silvestre y cofundador de la Fundación Bioparque La Reserva, que recibe animales que han sido víctimas de tráfico en el país, explica que la probabilidad de que las tortugas puedan regresar a su hábitat natural son bajas.
Según el experto, hay dos razones principales por las que el retorno a sus ecosistemas de origen no es viable. La primera tiene que ver con las condiciones físicas en las que se encuentra el reptil. “Si el animal no tiene ojos o patas, o su caparazón está roto, lo más probable es que no sobreviva sin cuidado humano”, asegura. La segunda está relacionada con patógenos que pueden adquirir durante el tráfico, ya que si se infectan podrían contagiar a las demás tortugas al regresar a su hábitat natural.
A pesar de las acciones que han tomado las entidades, como los puestos de control que instaló la Policía Nacional durante Semana Santa y las campañas de concientización de las Corporaciones Autónomas en la región Caribe para evitar el tráfico de fauna silvestre, los números indican que cada año aumenta el número de animales que son recuperados de este delito. Por ejemplo, en 2020 Asocars reportó cerca de 33 000 animales recuperados, mientras que en 2023 fueron más de 42 000. En ambos años, los reptiles han sido los más afectados, representando el 47 % de todas las incautaciones. La hicotea sigue encabezando la lista.
*Imagen principal: Alberto Muñoz, veterinario y coordinador de la CVS, advierte que el consumo de estos animales también podría representar un riesgo para la salud humana. Dado que son carroñeras, existe la posibilidad de que alberguen patógenos que podrían afectar a las personas. Foto: CVS.
El artículo original fue publicado por Natalia Pedraza Bravo en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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