A Coco la marcaron en agosto. Fue la primera salida a campo de los científicos después del confinamiento por la pandemia. La marca era un dispositivo satelital que quedó instalado firme en su aleta dorsal. Se lo pusieron con una “pinza de presión”, un método poco invasivo y Coco apenas lo sintió. Siguió nadando despreocupada, indiferente ante la presencia de los hombres ranas que, al lado de sus 12 metros de largo, parecían diminutos.
Coco es hembra y nació siendo tiburón, pero como es tan grande y come plancton —a diferencia de la mayoría de los tiburones conocidos por ser carnívoros— la ciencia decidió llamarla, y a todos los de su especie, tiburón ballena (Rhincodon typus).
El científico Alex Hearn miraba atónito la pantalla de la computadora donde podía leer la posición exacta de Coco en el océano, justo tres semanas después de haber sido marcada en Darwin, la más remota de las islas del archipiélago de Galápagos.
Gracias al aparato instalado en su aleta dorsal, es posible seguir su recorrido, pues cada vez que sale a la superficie envía una señal al espacio que es captada por un satélite en órbita.
La ruta que indicaba la marca satelital era clara. Coco había comenzado a moverse rápidamente y sin distracciones a través de la cordillera del Coco. Una cadena de montañas y volcanes submarinos que se extienden por 1200 kilómetros desde las islas Galápagos hasta la costa pacífica de Costa Rica. Luego de tres semanas de viaje, el enorme animal ingresó al Parque Nacional Isla Cocos, en Costa Rica. Era la primera vez que el científico veía entrar a esta área protegida a un tiburón ballena de Galápagos y Coco fue bautizada en honor al hallazgo.
Hace 10 años que Hearn, quien es parte del proyecto Tiburón Ballena del Galápagos Science Center de la Universidad de San Francisco de Quito, instala marcas en estos animales para poder saber cuáles son sus patrones migratorios. No era la primera vez que un tiburón ballena seguía la ruta de la cordillera del Coco, pero siempre, en algún lugar de la vía, se desviaba antes de entrar al Parque Nacional costarricense. Este viaje fue diferente y entregó la prueba irrefutable de que los tiburones ballena se mueven entre ambas reservas marinas, Galápagos e Isla Cocos, a través de esta MigraVía que desde hace años los científicos insisten proteger para resguardar a las especies que por ahí transitan, como tiburones y tortugas en peligro de extinción.
Coco permaneció solo dos días en el Parque Nacional de Costa Rica y luego siguió rumbo hacia la costa de Ecuador continental. La última vez que el GPS envió una señal fue hace dos semanas y se encontraba a mitad de camino.
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La misteriosa Coco
Coco probablemente tenga unos 50 años, pero como toda una dama reservada, nadie sabe realmente su edad. Y es que los seres humanos no han podido descubrir exactamente cuánto tarda en crecer este pez, el más grande del mundo. Se cree que lo hacen bastante rápido en sus primeros años de vida y que luego esa curva se va aplanando, cuenta Hearn.
Cuando Coco nació, midió probablemente entre 70 y 90 centímetros, pero podría llegar a medir 20 metros y vivir hasta unos 100 años.
Conocidos por ser animales solitarios y que nadan en aguas abiertas, existen pocos lugares en el planeta donde se les ve reunidos. En la mayoría de esos casos, se trata de individuos juveniles, es decir, que no han alcanzado su tamaño de reproducción y no sobrepasan los siete metros. Además, generalmente son machos y se encuentran para alimentarse. Es el caso, por ejemplo, de los tiburones ballena que es posible ver a las afueras de la costa del Perú.
Pero Coco forma parte de una población distinta y única en el mundo, la de isla Darwin, en Galápagos, donde hasta el 99 % de estos animales son hembras adultas y grandes. “Son del doble del tamaño de las que se ven en las agregaciones costeras”, asegura Hearn.
Llegan hasta allí todos los años, entre julio y octubre, pero no se quedan. Están de paso y por ahora nadie sabe para qué, porque no se les ve alimentándose. Tampoco se sabe para dónde van luego, porque todas toman rumbos distintos. De igual manera tampoco se sabe para qué Coco fue a isla Cocos, ni para qué se dirige ahora a la costa de Ecuador.
Tal vez para reproducirse, pero lo cierto es que tiburones ballena recién nacidos se han encontrado unos 20 a nivel global y generalmente en aguas profundas. Por eso se cree que estos animales no tienen una zona precisa de crianza. Tampoco se tiene idea alguna de dónde copulan con los machos.
En definitiva, todo es un misterio. ¿Por qué solo son hembras?, ¿por qué solo hay adultas?, ¿por qué no están alimentándose?, ¿a dónde van?
Por ahora, los científicos se concentran en intentar responder la última pregunta. Algo nada fácil porque “cada tiburón que marcamos va a un lugar diferente”, dice la bióloga Sofía Green, investigadora miembro del equipo de Tiburón Ballena. Saber dónde van “es uno de los misterios más grandes que nosotros estamos intentando resolver”.
Descubrir además qué hacen en cada lugar implicaría otro tipo de investigación. “Tocaría ir, buscarles, tal vez con avioneta, tal vez en embarcaciones con drones y observar su comportamiento”, dice Hearn, pero el presupuesto es limitado y es necesario distribuir bien los esfuerzos ya que, además, los científicos están interesados en estudiar otro lugar donde se agregan estos animales al sur de Galápagos. Según Hearn, podría tratarse de un área de alimentación “porque es una zona donde, de hecho, se concentra la flota pesquera”, dice el científico.
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Proteger la MigraVía
La información entregada por Coco es una prueba importante que se suma a la lista de argumentos que los científicos tienen para proteger la MigraVía que une la Reserva Marina de Galápagos y el Parque Nacional Isla Coco.
Un estudio realizado por la ONG MigraMar y la Pontificia Universidad Católica del Ecuador sobre la justificación biológica para la creación de la MigraVía, señala que a pesar de los esfuerzos de conservación en cada área marina protegida (AMP), “se ha detectado un marcado declive poblacional de especies altamente migratorias, como los tiburones y tortugas marinas que se desplazan entre dichas AMP y los mares territoriales de la región”.
Además asegura que “se ha aceptado que la sobrepesca es la causa principal del detrimento poblacional de muchas especies marinas migratorias”, entre ellas tiburones, rayas, tortugas, delfines y aves marinas que “son capturadas como pesca asociada o incidental de las flotas pesqueras industriales y semindustriales”.
Por eso, los científicos postulan que el siguiente paso lógico para fortalecer los esfuerzos de conservación marina de los gobiernos de Costa Rica y Ecuador es la protección del corredor que Coco recorrió y que también han utilizado al menos 389 animales de 15 especies distintas, como tiburones martillo (Sphyrna lewini), tiburones sedoso (Carcharhinus falciformis), tiburones zorro (Alopias pelagicus) o tortugas verde (Chelonia mydas), laúd (Dermochelys coriacea), carey (Eretmochelys imbricata), todas en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
El área propuesta tiene un área aproximada de 240 000 km2 que se extiende entre aguas ecuatorianas y costarricenses. “El proyecto ha sido ya presentado a ambos países y ha sido acogido por la directiva del Corredor Marino (del Pacífico Este Tropical)”, asegura Hearn, aludiendo a la iniciativa regional de conservación que busca crear medidas conjuntas entre Colombia, Ecuador, Panamá y Costa Rica para el manejo ecosistémico de las áreas marinas protegidas de Galápagos, Coco, Malpelo, Gorgona y Coiba. Aunque la pandemia por el COVID-19 retrasó algo el calendario original, “ahora están armando la hoja de ruta para ver cuáles serían los pasos para sacar esto adelante”, agrega el científico.
Hasta ahora, la ciencia no ha encontrado ningún otro lugar del planeta que albergue una población de tiburones ballena como la que se encuentra en Galápagos. Solo en otras dos partes del mundo se ven con frecuencia hembras adultas como las del archipiélago —en Arabia Saudita e Isla Santa Elena, en el Atlántico— asegura Green. Sin embargo, la bióloga precisa que dichas poblaciones no tienen la cantidad de individuos hembras maduras como las tiene la población de Galápagos, por lo que este santuario marino continúa siendo el lugar más excepcional del mundo para la conservación de esta especie considerada En Peligro por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y de la que tan poco se sabe.
El artículo original fue publicado por Michelle Carrere en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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