Los túneles de lava en la isla Santa Cruz, en el Parque Nacional Galápagos de Ecuador, tienen condiciones extremas: una oscuridad absoluta y, en algunos de los casos, varios kilómetros de extensión. Son formaciones de roca volcánica que pueden variar en tamaño, desde pocos centímetros a más de 10 metros de altura, y que datan desde la formación misma de las islas, hace varios millones de años. En los túneles más pequeños la única forma de acceder es en cuclillas o arrastrándose, porque son extremadamente estrechos.
En medio de esa oscuridad y luego de cuatro horas de búsqueda, dos científicos —equipados con tan solo un par de linternas de cabeza, cámaras fotográficas y mucha paciencia— descubrieron una nueva especie de araña: Metagonia zatoichi, la araña fólcida más pequeña del mundo, que mide entre 0.8 y 0.9 milímetros. Es ciega, pues no tiene ojos, y su cuerpo, básicamente sin pigmentación, la hace ver entre blanquecina y transparente.
“En la isla Santa Cruz exploramos seis túneles de lava —en algunos casos, el ingreso fue difícil y era necesario llevar arnés y casco— esto era emocionante para mí y para el equipo, como biólogos evolutivos”, dice Andrea Acurio, doctora en Genética Evolutiva y excuradora de la Colección de Invertebrados Terrestres de la Fundación Charles Darwin. “Es básicamente tener mucha paciencia, porque las arañas no se capturan con trampas —como las que usamos para colectar insectos— y debes esperar a que aparezca el individuo y simplemente colectarle con la mano”.
En los túneles, molestados por la luz de las linternas, los pequeños especímenes de M. zatoichi —un macho y cuatro hembras— se movían lentamente para esconderse en las grietas de las rocas, donde tenían sus telarañas. Esto también fue algo interesante de analizar, pues sus estructuras eran muy finas y tenían un diámetro de 3 a 5 centímetros, agrega la especialista en invertebrados terrestres. “Es totalmente diferente a las telas de arañas de especies relacionadas y que suelen tener formas geométricas o triangulares; esta era completamente diferente, muy pequeñita, como la araña”, describe.
Pero esta especie no fue la única nueva que Acurio encontró en su expedición junto al experto mundial en arácnidos Bernhard Huber, del Museo de Investigación Zoológica Alexander Koenig, sino dos más: M. berlanga y M. lagrimas; la primera, conocida en varias localidades de la isla Santa Cruz, y que fue nombrada así en honor a Fray Tomás de Berlanga —quien descubrió accidentalmente las islas Galápagos en marzo de 1535—, y la segunda, llamada así por el Muro de las Lágrimas, una inútil infraestructura construida en los años cuarenta por prisioneros obligados a apilar rocas volcánicas para mantenerlos ocupados. Estas dos son especies epigeas, es decir, que se desarrollan sobre el suelo.
Estas nuevas especies se sumaron a otras dos previamente descritas en Galápagos: M. bellavista, hallada bajo las rocas del suelo en varias cuevas de Santa Cruz; y M. reederi, encontrada en dos cuevas de la isla vecina Isabela. Estas dos arañas, al igual que M. zatoichi, son ciegas e hipogeas, pues se desarrollan bajo el suelo y en condiciones de oscuridad absoluta.
El origen de la investigación
El género de arañas Metagonia había sido representado en las islas Galápagos por estas dos especies ciegas que fueron reportadas en los túneles de lava de las islas Isabela y Santa Cruz. Sin embargo, no se habían encontrado parientes epigeos en Galápagos, por lo que se pensaba que estaban extintos. Esta fue la duda que en el año 2019 llevó a los científicos a explorar y obtener los hallazgos que finalmente se publicaron en un artículo científico a inicios de agosto de 2022.
De acuerdo con el artículo, las arañas de Galápagos se han estudiado durante mucho tiempo y con considerable detalle. Estudios previos enumeran un total de 159 especies, la mitad de las cuales se consideran endémicas.
La familia Pholcidae, que incluye a las especies del género Metagonia, cuenta actualmente con 1849 especies descritas en 95 géneros y se encuentra entre las familias de arañas más ricas en especies. “La mayor parte de esta diversidad se concentra en las regiones tropicales y subtropicales, donde los fólcidos ocupan una amplia gama de diferentes microhábitats que incluyen hojarasca, espacios protegidos entre rocas y troncos, cuevas y el envés de hojas vivas”, dice el artículo científico.
“Reportamos que efectivamente en Galápagos hay especies del género Metagonia que son epigeas, es decir, que habitan fuera de los túneles de lava”, afirma Acurio. “Pudimos conocer el origen y evolución de estas especies mediante un análisis filogenético o filogenia; esto se pudo realizar gracias a una colaboración científica en la que participaron investigadores de México y Argentina que aportaron sus datos o colectas previas para poder posicionar filogenéticamente a estas nuevas especies”.
De esta forma, Huber y Acurio, en colaboración con especialistas del Instituto Nacional de Biodiversidad, de la Universidad Central del Ecuador, de la Universidad Nacional de Córdoba y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), describieron estas nuevas especies basadas en machos y hembras, además de hacer una nueva descripción de las dos especies previamente conocidas. Después agregaron las cinco totales a la filogenia molecular de Pholcidae recientemente publicada, junto con más de 30 congéneres adicionales del continente.
“Entonces se vio que estas nuevas especies conforman un clado (grupo potiguar), es decir, tienen un ancestro común que probablemente arribó a Galápagos durante su formación hace varios millones de años”, explica Acurio. “Sobre la relación entre las especies epigeas e hipogeas de la misma isla, los datos sugieren que pudo haber existido un ancestro epigeo de las tres especies ciegas que habitaba en varias islas del archipiélago, pero que se extinguió o que ya no está presente en algunas islas”.
Esto resulta interesante —agrega la especialista— porque no solamente se hizo una descripción de las especies en este artículo, sino que también se aportó al conocimiento de la historia evolutiva de las especies de arañas fólcidas del Ecuador continental y el Neotrópico.
La amenaza que representan las especies introducidas
Las islas Galápagos, ubicadas a unos 1000 kilómetros de la costa sudamericana, son conocidas desde hace mucho tiempo por sus altos niveles de endemismo. Sin embargo, la introducción de especies está causando graves problemas a su flora y fauna nativa, entre ellas las arañas.
Un artículo previo de Huber y Acurio —trabajado durante la misma temporada— detalla la situación centrándose en tres especies que han sido introducidas accidentalmente en el archipiélago por humanos, posiblemente en cargamentos de frutas o verduras, “y cuya propagación parece estar correlacionada, si no causalmente vinculada, con la disminución o desaparición de dos especies nativas que ocupan los mismos microhábitats”, se señala en el artículo.
“En la isla Santa Cruz exploramos cinco túneles de lava, en cuatro de ellos registramos la presencia de la especie introducida Smeringopus pallidus”, dice la experta sobre el primer registro en cuevas volcánicas de esta especie de origen africano. “Nos sorprendió encontrar que en uno de los túneles la única especie de araña encontrada fue S. pallidus, que además era muy abundante. En ninguno de los cinco túneles prospectados de la isla Santa Cruz encontramos individuos de la especie endémica Aymaria jarmilla, que había sido reportada como abundante en este tipo de microhábitats en los años ochenta”, señala.
También encontraron que la especie introducida Modisimus culicinus es actualmente abundante en la zona urbana de Puerto Ayora en la isla Santa Cruz. “Contrariamente, y a pesar de realizar búsquedas exhaustivas, no se registró ningún individuo de la especie endémica Galapa bella, a pesar de que esta zona fue reportada como la localidad tipo de esta especie. (También reportamos) a Physocyclus globosus de origen mexicano, abundante en varias localidades de las islas Santa Cruz e Isabela”, agrega Acurio.
Sobre sus efectos en especies de arañas nativas, los científicos concluyeron, por ejemplo, que la abundancia de la especie introducida Modisimus culicinus está negativamente correlacionada con la abundancia de Galapa bella, y que la especie recientemente introducida Smeringopus pallidus es ahora abundante en cuevas donde antes lo era la especie nativa Aymaria jarmilla.
“Galápagos es un lugar privilegiado por el endemismo que tiene, donde cerca del 70 % de los invertebrados terrestres son endémicos, es decir, que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo. Por ello hay que seguir manteniendo buenos controles de cuarentena para el ingreso a las islas”, dice Acurio.
Para los científicos fue triste ver que especies que habían sido colectadas con facilidad 20 años atrás, como Galapa bella, no fueron encontradas durante la realización de sus últimas expediciones, dice la bióloga.
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No se ama lo que no se conoce
Para Acurio, los invertebrados terrestres, tanto insectos como arañas, resultan organismos fascinantes. Observar su impresionante gama de colores y su gran variedad de formas es algo que le atrae profundamente, sobre todo, cuando tiene la oportunidad de verlas a través del microscopio.
“Hay gente que le tiene aversión a los insectos, pero yo diría que, más allá de eso, hay que conocer su función ecológica y saber lo necesarios que son para el ecosistema, pues todos estos organismos —que tal vez son ignorados o despreciados—, por ejemplo, ayudan a desmaterializar todos los desechos orgánicos que nosotros producimos. Muchos de los insectos, arácnidos e incluso los escorpiones tienen una función importante en la remoción del suelo, lo cual permite la aireación y que podamos tener cultivos saludables; además, las arañas son predadoras de diversos insectos y plagas agrícolas”.
Lamentablemente, muchos de esos organismos están desapareciendo de manera acelerada, dice Acurio “y ya se habla de un apocalipsis de los insectos, lo cual nos llevaría a un colapso del ecosistema”. Por ello, la especialista considera que los hallazgos de nuevas especies, como el de las arañas Metagonia, representan para la ciencia una oportunidad de acercarse a la población para hablar de la importancia de conservarlas.
“Nadie ama lo que no conoce, entonces, para que la gente entienda o conozca las especies que habitan en su región, en su planeta, hace falta que a veces los especialistas mostremos esa diversidad”, concluye Acurio. “Hay que recalcar que, una vez que las personas entienden cómo funcionan los ecosistemas o conocen las especies que habitan allí, valoran más la naturaleza y su entorno”.
* Imagen principal: Metagonia zatoichi. Foto: Bernhard Huber / ZMFK
El artículo original fue publicado por Astrid Arellano en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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