Daniela Espinosa Valdez
Durante los últimos años en todo el mundo ha aumentado notable y considerablemente el interés de las personas por llevar un estilo de vida más saludable que, generalmente, empieza por la comida. Muchos comen por placer, otros por obligación, algunos porque saben que es necesario, pero la verdad es que disfrutar la comida es algo que hacemos todos. Pero, ¿qué sabemos en realidad de los alimentos que ingerimos diariamente?
Según la Real Academia Española, un alimento es «cada una de las sustancias que un ser vivo toma o recibe para su nutrición», por ende, la principal función de un alimento es la de nutrir. ¿Te imaginas qué maravilloso sería que además de nutrirnos, los alimentos tengan alguna otra propiedad como por ejemplo disminuir la presión sanguínea, reducir el colesterol o quizá mejorar la flora intestinal? Pues existe este tipo de alimentos.
Introducidos en la década de los 80 por el mundo oriental, los alimentos funcionales nos acompañan día tras día. Para algunos solo están en el anaquel del supermercado, pero para otros son el acompañamiento perfecto en el desayuno, almuerzo o cena. Se trata de alimentos que contienen componentes biológicamente activos, que además de la propiedad de nutrir, ofrecen beneficios para la salud y prometen reducir el riesgo o la incidencia de algunas enfermedades. Entre algunos ejemplos de alimentos funcionales, destacan los alimentos que contienen determinados minerales, vitaminas, ácidos grasos, aminoácidos, azúcares alcoholes
(o azúcares de baja energía) o fibra alimenticia, los alimentos a los que se han añadido sustancias biológicamente activas, como los fitoquímicos u otros antioxidantes, y los probióticos, que tienen cultivos vivos de microorganismos beneficiosos. Es decir, lo que hace que un alimento sea funcional es el valor extra que posee, además del referido a cumplir la función de nutrirnos.
Entonces, los alimentos funcionales serían:
• Alimentos naturales con uno de sus componentes realzado a través de condiciones especiales de cultivo.
• Alimentos con componentes añadidos para proveer beneficios específicos.
• Alimentos en los que se ha removido algún componente considerado adverso para la salud.
• Alimentos en los que uno o más de sus componentes han sido químicamente modificados, en función de su impacto sobre la salud humana.
• Alimentos con biodisponibilidad aumentada de uno o más de sus componentes, a fin de mejorar la absorción de los mismos.
• Cualquier combinación de estas posibilidades.
Los componentes que hacen que un alimento sea funcional han estado siempre presentes en la naturaleza, pero los beneficios precisos que brindan a nuestra salud están siendo investigados recién en las últimas décadas. Probablemente hayas escuchado alguno de los componentes arriba mencionados en algún momento, ya sea por algún amigo, amiga o familiar o porque tu vecina de escritorio está tomando un producto que le recomendaron porque tiene la propiedad de bajar el colesterol. Lo cierto es que la necesidad de contar con alimentos que sean beneficiosos para la salud nos interesa a todos. ¿Y la buena noticia?
¡Es facilísimo incluirlos en tu alimentación! Ya sea en forma de yogurt, frutas, verduras, pescado, cereales integrales fortificados, huevos, etc., son incontables las formas y posibilidades de que los alimentos funcionales formen parte de tu alimentación diaria. No dejes que tu estilo de vida actual te aleje de los buenos hábitos. Siempre hay tiempo de elegir algo mejor, lo que traerá como consecuencia el poder gozar de una mejor calidad de vida a partir de ahora.
El mercado de alimentos funcionales se encuentra en pleno desarrollo y, gracias a la evidencia científica, se conocen mejor los efectos positivos al respecto de los componentes de los alimentos funcionales, pero recuerda que siempre es importante acompañar su consumo con una buena cantidad de ejercicio y agua pura, además de evitar el alcohol y el tabaco.