Lorena Salmón: "¡Run, Forrest, run!"
Lorena Salmón: "¡Run, Forrest, run!"
Redacción EC

Los fines de semana que voy a la playa, aprovecho el malecón largo y la vista al mar para salir a correr. Asia es un espectáculo del running por las mañanas y tardes. O sea: una maratón interminable. Todos corren. Y los que no corren caminan, hacen bicicleta, skate, patines o conversan agitando sus brazos como si hicieran ejercicio. Pero además de esta movilización –que celebro porque movimiento es salud-, me llama la atención una increíble variedad de ‘outfits’ deportivos.

Están las Sport Billy chanconazas, esas que esperan el último modelo de zapatillas para ir a la tienda por ella. Son las mismas que tienen todo de marca y además de último modelo con la última tecnología: todos los máster, dáster, váster, two. La evolución de la ropa deportiva ha alcanzado límites insospechados. Si Gabrielle Chanel y Claire McCardell volvieran a la vida, morirían al instante de la impresión. Ambas fueron diseñadoras y de las principales gestoras, cada una desde su lado del océano (una en Francia la otra en Estados Unidos), del desarrollo de la moda deportiva en el siglo XX. Ambas apostaron por ropa cómoda, alejada de las tiranías de los corsets.
Y sin tanta tecnología. 

Parece que ya solo queda por inventar zapatillas con caballos de fuerza para llegar más rápido, polos que además de ser antisudor vengan perfumados, gorros con ventilador para el calor y mallas que nos hagan ver bien a todas y además cambien de color cada dos kilómetros de carrera. Parecen tonterías pero, vamos: ya existen mecanismos que cuentan cuántos pasos das y cuántas calorías comes; hay otros que te dicen como entrenador: «sal a moverte que hace horas no te mueves»

(Es cierto: , por ejemplo, ha desarrollado una pulsera que te saca en cara tu sedentarismo). No culpen a la industria textil deportiva si no están en forma.

Luego de esta tribu está el otro extremo: aquellas a quienes les interesa un pepino la última tecnología atlética y si su polo es del más nuevo neón del pantone. Son los «me pongo lo primero que encuentro y punto». Mi señor padre pertenece a la contraparte masculina de este subgrupo. Él que invierte cero, cero en su ropa de deporte. Es un tierno que además usa las medias arriba. Ay.

Pero como él, hay cientos que no han descubierto las maravillas de la ropa deportiva actual. Yo salía a correr con el polo con el que había dormido. No me culpen: cuando le agarro camote a algo, lo ‘piyameo’. En esa pasarela, los polos que desfilan son los que llegaron a casa gracias a cualquier esfuerzo de márketing y merchandising. Nike, Adidas y similares se convierten en Inca Kola, Coca-Cola, Cemento Sol, entre otros. Pasa igual con gorros y accesorios.

Como la vida no es en blanco y negro, sino que tiene grises en el medio, también tenemos a las ‘remix’, las que juegan y usan el polo viejo para ir a ejercitarse, pero tienen las zapatillas más increíbles y cómodas para correr. O viceversa. 

Tú, ¿en qué grupo te encuentras? A considerar: Primero, cuida tus pies. Si vas a correr, tienes la obligación de hacerlo con buenas zapatillas y ojo que todo depende de tu tipo de pisada, para saber qué necesitas. Las tiendas de deporte te resolverán esa duda. Segundo, piensa en tus necesidades. ¿Sudas mucho? Busca entonces la tecnología que se adapte a ti. Y sé feliz.

Puedes leer la columna de y más notas interesantes todos tus domingos con

Contenido Sugerido

Contenido GEC