Natalia Parodi: "Los consejos que no pedí"
Natalia Parodi: "Los consejos que no pedí"
Redacción EC

Claudia se va a casar y todos a su alrededor están muy felices por ella. Quieren ayudarla a que todo salga ‘perfecto’ y tienen datos y consejos que consideran indispensables. Su suegra insiste en que la capilla tal es el mejor lugar para casarse. Su   prima la visita y le aconseja el mejor cátering, con la sugerencia de menú que supuestamente es la correcta para una fiesta grande. El papá le dice que el champán que debe servir tiene que ser de tal marca porque es «lo que  corresponde ». No puedes hacer cena criolla, tiene que ser almuerzo. Tienes que peinarte con tal estilista, es «el más top». El vestido lo tienes que comenzar a ver con 6 meses de anticipación, mínimo, le insiste su mejor amiga. El mejor DJ para la fiesta es fulano de tal, que está de moda. No puedes dejar de invitar a tal persona, no se ve bien, dice la mamá. La luna de miel más romántica es en el resort ese que te mencioné. Ah, y tienes que hacer shower porque te conviene y además las tías se divierten. Pero antes de inundarla con consejos, sin duda bienintencionados, nadie le preguntó a Claudia qué cosa quería ella o si necesitaba escuchar alguna sugerencia.

Pasa mucho que se nos acercan personas dándonos consejos que no hemos pedido. A veces en tono amoroso, a veces en tono juicioso. A veces haciéndonos sentir que sin su información estaríamos perdidos. «No pongas eso ahí, no compres sin un diseño previo. Te vas a equivocar», le dijo a Carlos su mamá cuando amoblaba la primera casa a la que se mudó cuando salió de la de sus padres. La tía de Silvana la interrogó en el lonche de la abuela «¿Estás dándole de lactar a tu hijo, espero, no? Es lo que se debe hacer». Y al enterarse de que su amigo iba a ir a vivir una temporada fuera del país, Jaime lo citó para decirle: «Yo estuve en las mismas, compadre. Ahorita estás en nada, pero yo te voy a decir todo lo que tienes que hacer».

No tengo nada en contra de los consejos. Tampoco me opongo a la sinceridad y me parece valioso que la gente se exprese libremente, como comenté en un artículo anterior. Además a todos nos viene bien el conocimiento, experiencia o sabiduría de otros. Solos es casi imposible tener todas las respuestas. Cuando nos damos cuenta de ello las buscamos. Preguntamos. Consultamos. Leemos. Las encontramos en los amigos, familiares, libros de autoayuda, o revistas como esta. Sin embargo, una cosa es un consejo que estoy buscando, y otra muy distinta es cuando nos bombardean con opiniones que a veces resultan impertinentes y otras veces llegan en un momento inadecuado. En otras ocasiones, simplemente hubiéramos querido encontrar nosotros mismos la solución y no que alguien resuelva nuestros asuntos. Es decir, hay consejos que en realidad no son bienvenidos, sino, en realidad, resultan entrometidos.

La clave está en esperar a que el otro nos pida nuestra opinión. En expresarla si nuestro consejo es requerido. Podemos preguntar primero: ¿Te parece bien si te sugiero algo, sin ningún compromiso? ¿Quisieras mi opinión? Y si nos dicen que sí, recién entonces darla. Es la diferencia entre incomodar al otro, dándole tal vez algo que no necesita, o brindarle algo que sea un alivio, una salida, y que realmente valore y le sirva.

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