¿Alguna vez has sentido que, a pesar de tus logros, no eres lo suficientemente bueno? ¿Que en cualquier momento serás “descubierto” como un fraude, sin importar cuántos éxitos hayas acumulado? Si es así, es posible que estés experimentando el síndrome del impostor. Aunque has trabajado arduamente para alcanzar tus metas, superar desafíos, adquirir conocimientos y ganar la admiración de tus colegas, una voz persistente en tu interior te dice que no mereces el éxito, por lo que empiezas a creer que ha sido cuestión de suerte o que tus habilidades son mediocres en comparación con las de los demás. Sin duda, esta es la esencia de este enemigo invisible, el cual supone una lucha interna constante con nosotros mismos y que a su vez, sabotea nuestro bienestar, nuestra confianza y limita nuestro crecimiento personal y profesional.
“El síndrome del impostor es un fenómeno psicológico en el que las personas dudan de sus logros y sienten un miedo persistente a ser expuestas como un fraude, a pesar de los esfuerzos realizados y de la evidencia objetiva de su competencia. Como resultado, suelen atribuir sus éxitos a factores externos en lugar de a sus propias habilidades. Básicamente, este síndrome suele ser multicausal, ya que puede desarrollarse por factores, como la baja autoestima, las experiencias de fracaso o críticas severas en el pasado, así como también por el perfeccionismo y la presión social o cultural para tener éxito”, expresó Juan José Soza Herrera, psicólogo y docente de Continental University of Florida a Bienestar.
¿Cómo se manifiesta el síndrome del impostor en las personas?
El síndrome del impostor se caracteriza por una valoración negativa y continua de nuestros propios logros y esfuerzos. Si bien es natural experimentar momentos de duda sobre nuestras capacidades, por lo general suelen superarse y retomamos nuestra vida con total normalidad. No obstante, como precisó Liliana Tuñoque, psicoterapeuta de la Clínica Internacional, la diferencia con respecto a este fenómeno radica principalmente en la frecuencia de estos sentimientos, dado que cuando la duda se presenta de forma recurrente y persistente, estamos hablando de un problema más serio y con repercusiones significativas.
“Quienes sufren del síndrome del impostor suelen experimentar sentimientos de inseguridad, ansiedad e insatisfacción, además de dificultad para aceptar y celebrar el éxito personal. Igualmente, tienden a la autocrítica excesiva y a la evitación de desafíos por miedo al fracaso. Definitivamente, esta autovaloración negativa puede impedirles reconocer el valor de sus logros y capacidades, lo que puede representar un obstáculo en su desarrollo personal y profesional, así como afectar significativamente su autoestima y su autoconfianza”.
Es importante tener en cuenta que, también estos individuos pueden tener cambios en su estado de ánimo, llegando incluso a experimentar tristeza o cuadros de depresión, así como una constante auto-duda. De acuerdo a la psicoterapeuta, estas manifestaciones pueden estar ligadas a la creencia errónea de que no merecen sus logros, razón por la cual, lo interpretan como fruto de la casualidad o la suerte. En concreto, el impacto de estos pensamientos y emociones pueden llevar a una desmotivación generalizada, alimentando un ciclo negativo en la percepción personal y en el desarrollo de las metas.
¿Quiénes son más propensos a desarrollar el síndrome del impostor?
Las personas con rasgos de personalidad, como el perfeccionismo, la autoexigencia excesiva, la tendencia a compararse constantemente con los demás y la baja autoestima son particularmente más vulnerables a desarrollar el síndrome del impostor. De igual manera, como mencionó la psicóloga clínica, Ana Ramírez, aquellas que han crecido en entornos donde se les imponían expectativas muy altas o donde se minimizaban sus logros también son más propensas a experimentar este fenómeno.
“El síndrome del impostor puede ser más prevalente en los entornos académicos o profesionales de alto rendimiento debido a la presión permanente por alcanzar estándares de excelencia, la competencia intensa con personas altamente capacitadas, la necesidad de destacarse y sobresalir en un entorno competitivo, así como la constante evaluación y la comparación de logros con los demás, son condiciones que pueden incrementar la probabilidad de que las personas desarrollen sentimiento de ser un fraude, a pesar de su competencia real. Además, las mujeres y las minorías étnicas pueden experimentar este síndrome con mayor frecuencia por factores sociales y culturales”.
También las experiencias de fracaso o críticas intensas en momentos clave de la vida, como durante la educación o la carrera profesional, pueden reforzar las sensaciones de insuficiencia y contribuir al desarrollo de este síndrome, indicó el especialista de Continental University of Florida.
¿Cómo afecta el síndrome del impostor al bienestar integral de una persona?
El síndrome del impostor puede tener un impacto significativo en el bienestar mental y emocional de quienes lo experimentan, ya que suelen sentirse crónicamente ansiosos, inseguros y agotados, puesto que viven con el temor constante a ser descubiertos como “fraudes”. Esto puede generar niveles elevados de estrés, baja autoestima y depresión, afectando así la capacidad para disfrutar de la vida y mantener relaciones saludables. De igual modo, la duda sobre las competencias y el miedo al fracaso, pueden inhibir el desarrollo integral de un individuo, limitando su capacidad para aprovechar oportunidades y asumir nuevos desafíos, lo que perpetúa un ciclo de autoexigencia y autocrítica.
“Puede afectar negativamente al desempeño profesional y académico al generar dudas constantes sobre la propia capacidad, lo que lleva a la procrastinación, la evitación de tareas desafiantes y el temor al fracaso. Las personas que lo padecen pueden esforzarse en exceso para compensar sus inseguridades, pero, aun así, sentirán que no están a la altura, lo que limita su rendimiento y desarrollo a largo plazo”, aseguró Soza Herrera.
Asimismo, influye de forma significativa en la toma de decisiones al generar dudas y falta de confianza en las propias habilidades y capacidades. Básicamente, como señaló la psicóloga clínica, las personas que experimentan este fenómeno pueden sentirse paralizadas por el miedo al fracaso, lo que dificulta las decisiones claras y la disposición para asumir nuevos desafíos.
¿Con qué otros trastornos se suele confundir el síndrome del impostor?
A menudo se confunde con trastornos de ansiedad, depresión y perfeccionismo extremo, ya que estos pueden compartir síntomas, como la baja autoestima y el estrés. Incluso, en ocasiones, puede ser confundido con el trastorno de personalidad narcisista, aunque este último suele implicar una autoimagen exagerada en lugar de sentimientos de insuficiencias.
“La confusión puede surgir porque los síntomas del síndrome del impostor, como la autoevaluación negativa y la preocupación constante por el fracaso, son similares a los de estos otros trastornos. No obstante, este fenómeno se centra en la sensación de no merecer el éxito y en la creencia de ser un “fraude”, mientras que los otros pueden involucrar diferentes aspectos de la autoimagen y el bienestar emocional”, destacó Ana Ramírez.
¿Qué estrategias pueden ayudar a superar o a manejar el síndrome del impostor?
Identificar y desafiar pensamientos
Para superar el síndrome del impostor, se recomienda varias estrategias como la reestructuración cognitiva, la cual ayuda a identificar y cambiar patrones de pensamientos negativos o distorsionados. Para ello, se deben realizar estos cinco pasos:
- Identificación de pensamientos negativos: Por ejemplo: “No tengo idea de cómo llegué hasta aquí, es solo cuestión de suerte”, “eventualmente, la gente se dará cuenta de que no sé lo que estoy haciendo”, “me siento un fraude, cualquier día me descubrirán”, etc.
- Desafío de pensamiento: Una vez identificados, se examinan estos pensamientos en busca de evidencia que los apoye o los contradiga. Se trata de cuestionar su validez y considerar otras interpretaciones posibles.
- Reemplazo con pensamientos realistas: Se debe sustituir los pensamientos negativos con afirmaciones realistas basadas en hechos. Por ejemplo, si piensas: “no merezco este puesto”, reemplázalo por “he trabajado duro y he demostrado habilidades que me llevaron a esta posición”.
- Práctica y aplicación: Se tienen que practicar estos nuevos pensamientos en situaciones de la vida real para fortalecer el cambio cognitivo.
- Refuerzo positivo: Reconoce y celebra tus logros, grandes o pequeños. Puedes mantener un registro de tus éxitos y retroalimentaciones positivas de colegas, familiares o amigos, con la finalidad de que puedas revisar esa información cuando tengas dudas de tus capacidades.
Autoaceptación y la autocompasión
La autoaceptación y la autocompasión desempeñan un papel importante en la lucha contra el síndrome del impostor, puesto que ayudan a cultivar una actitud más compasiva y amorosa hacia uno mismo. Por un lado, al practicar la autoaceptación, se reconoce la valía, independientemente de los logros o fracasos, mientras que la autocompasión, consiste en tratarse con amabilidad en momentos de dificultad o autocrítica, con el fin de contrarrestar los pensamientos negativos y autodestructivos. Como explicó Ramírez, estas fomentan la resiliencia emocional y la autoconfianza, ayudando a superar los desafíos relacionados con la autoestima y la autoimagen.
Autoimagen saludable
De acuerdo al psicólogo, para desarrollar una autoimagen más realista y saludable, es primordial enforcarse en reconocer tanto las fortalezas como las áreas de mejora, evitando así comparaciones poco realistas con los demás. Por lo tanto, es crucial practicar la autoaceptación, reconocer los logros alcanzados y establecer metas basadas en valores personales en lugar de expectativas externas. Igualmente, la autocompasión desempeña un papel clave, dado que ayuda a mantener una percepción equilibrada de uno mismo.
Apoyo emocional
El apoyo emocional, ya sea de familiares, amigos, colegas o maestros es fundamental. Según Tuñoque, un buen sistema de apoyo social proporciona validación, aliento y perspectivas externas que pueden ayudar a contrarrestar las dudas personales. Por esta razón, es importante que quienes vayan a brindar apoyo consideren lo siguiente:
- Validar los logros de las personas por más pequeñas que sean.
- Destacar las cosas positivas.
- Evitar críticas destructivas.
- Si hay algo por mejorar, recomendar y no criticar.
- Comunicación con escucha activa a la persona, es decir, mirando a los ojos y dejando los dispositivos electrónicos de lado.
Ayuda profesional
Es necesario buscar ayuda profesional cuando el síndrome del impostor está afectando significativamente la vida diaria, ya sea causando ansiedad severa, depresión o dificultades en el funcionamiento en el trabajo o en el entorno académico. Como recalcó Ramírez, la intervención es vital si los síntomas interfieren con la capacidad para llevar una vida equilibrada y satisfactoria.
“Si el síndrome del impostor comienza a tener un impacto profundo en la calidad de vida y el bienestar general y, además los métodos de autoayuda no son suficientes, buscar el apoyo de un experto es esencial, ya que este podrá proporcionar estrategias efectivas para gestionar los síntomas y mejorar el bienestar emocional”.
TE PUEDE INTERESAR
- ¿Tu mente da vueltas todo el día? 7 técnicas para dejar de sobrepensar
- ¿Por qué nos cuesta tomar decisiones? 7 estrategias para superar la indecisión
- ¿Tienes buena autoestima o son comportamientos narcisistas? Los hábitos poco saludables que se confunden con amor propio
- Amor propio: La autoaceptación como herramienta para un crecimiento personal más auténtico y significativo
- Autocompasión: ¿Qué tan importante es hablarnos a nosotros mismos de forma amable?
- ¿Bajón emocional o un mal día? 6 estrategias para mejorar tu estado de ánimo y construir una resiliencia emocional
- Procrastinación: ¿Por qué solemos dejar todo para después?
- Fortaleciendo nuestra confianza interior: ¿Cómo superar nuestras inseguridades?
- Perfeccionismo: ¿Cómo sé si me estoy exigiendo demasiado?
Contenido sugerido
Contenido GEC