Siempre se habla de las relaciones “tóxicas” de pareja y que debemos estar alerta ante ellas. Pero, ¿qué pasaría si es que sucede algo parecido con la familia? Todas las relaciones pueden llegar a volverse tóxicas, por ello, Bienestar del Diario El Comercio conversó con el psicólogo, Jean Pajuelo, quien nos da algunas recomendaciones para sobrellevar esto, sin hacernos daño a nosotros mismos.
“Una familia tóxica o disfuncional suele presentar comportamientos de relación interpersonal y comunicación inadecuados, lo cual puede desencadenar problemas de salud mental en uno o más de sus miembros. Estos pueden incluir formas de violencia (como abuso y negligencia), ausencia de afecto, conflicto constante y roles familiares desequilibrados, es decir, obligar a algún miembro asumir responsabilidad que no le corresponden, pues exceden su maduración física o psicológica”, explica el especialista.
¿Cómo actuar cuando el ambiente familiar es tóxico?
Muchas veces pensamos que porque se trata de nuestra familia, no podemos pelearnos o molestarnos con ellos, sin embargo, hay signos que se presentan en una familia tóxica o disfuncional que debemos prestarles atención. Si nuestro ambiente familiar es disfuncional o tóxico, y sentimos que no tenemos las herramientas para lidiar con ello, Pajuelo recomienda lo siguiente:
- Comunicarnos con asertividad: Podemos desarrollar capacidades de comunicación asertiva para ayudarnos a expresar nuestras necesidades y a entender mejor a nuestros seres queridos.
- Establecer límites saludables: Muchas veces nos cuesta decir “no”, asumiendo compromisos o responsabilidades que no nos corresponden o exceden nuestras capacidades, por ello aprender a decir “no” nos ayuda establecer límites saludables y proteger nuestro bienestar emocional. Para que ellos no lo sientan mal ante ese “no”, podemos invitarlos a que se pongan en nuestro sitio, explicándoles como nos sentimos, pidiendo respeto sobre nuestra individualidad.
- Buscar apoyo en otros: Recordemos que no estamos solos, siempre podemos buscar apoyo en amigos o familiares de confianza, que nos den el consejo y soporte para manejar la situación que estamos atravesando.
- Buscar ayuda profesional: Un psicoterapeuta puede ayudarnos a comprender y manejar nuestras emociones, así como estrategias para afrontar mejor los conflictos. Si vemos la posibilidad, podemos incentivar a nuestra familia a participar en el proceso terapéutico, logrando mejores cambios para la convivencia.
“Si nuestros esfuerzos de mejorar la convivencia no han rendido frutos, tendremos que aceptar que hay ciertas cosas que no podemos cambiar para enfocarnos en aquello que, si está en nuestro control. Esto incluye el que las actitudes de los miembros de la familia no nos afecten, además de fijarnos en el orden y limpieza de los espacios que utilizamos en la casa, nuestros horarios de trabajo y estudios, y el practicar alguna actividad que nos haga sentir en paz”, finaliza Pajuelo.
Si por diferentes motivos se agrava la situación, al punto de alcanzar violencia física y psicológica, es esencial retirarnos de ese entorno y buscar la ayuda de servicios públicos como el Centro de Emergencia Mujer (CEM), Línea 100, albergues o refugios temporales, ONG, etc.
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