Tomar decisiones es una parte inevitable de la vida cotidiana, por lo que probablemente es una de las tareas más desafiantes y abrumadoras que enfrentamos todos seres humanos. Sin duda, estos procesos mentales que implican la elección de una opción entre diferentes alternativas, las cuales pueden variar en complejidad, pues van desde decisiones simples como qué ropa ponernos por la mañana hasta aquellas que requieren de un mayor análisis, como cambios significativos en nuestra vida profesional o personal, juegan un papel crucial, ya que moldean nuestro futuro y determinan la dirección de nuestras experiencias y logros.
Sin embargo, ¿alguna vez te has preguntado por qué nos cuesta tanto decidir? ¿qué hay detrás de esa parálisis que a veces sentimos ante una simple elección? ¿cómo podemos superar la indecisión y tomar el control de nuestras decisiones con confianza?
Por esta razón, Bienestar conversó con algunos especialistas, quienes respondieron a estas y otras interrogantes, con la finalidad de que podamos desarrollar habilidades para tomar decisiones informadas y equilibradas, las cuales nos permitirán navegar por la vida con éxito y alcanzar una mayor satisfacción personal.
¿Por qué nos cuesta tomar decisiones?
En definitiva, la toma de decisiones puede llegar a ser un proceso difícil, dado que implica la evaluación de múltiples opciones con sus respectivas consecuencias, al igual que debemos enfrentar la incertidumbre del futuro y manejar nuestras propias emociones y miedos, ya que el optar por una alternativa no solo requiere de racionalidad y análisis, sino también de habilidades para gestionar el estrés y la presión de las expectativas externas e internas.
De acuerdo con Liliana Tuñoque, psicoterapeuta de la Clínica Internacional, entre las razones más comunes que suelen influir en nuestra capacidad para tomar decisiones se encuentran:
- Miedo al fracaso: El temor a cometer errores o a no tomar la decisión correcta puede paralizar a las personas, razón por la cual, prefieren no actuar antes de arriesgarse a equivocarse.
- Falta de información: Cuando no se cuenta con el conocimiento necesario para tomar una decisión informada, las personas pueden sentirse inseguras y dudar en optar por una alternativa.
- Miedo a las consecuencias: El temor a las posibles repercusiones puede hacer que las personas eviten tomar una decisión
- Presión externa: Las personas tienden a conformarse con las expectativas de su entorno para evitar el rechazo o la desaprobación, lo que puede llevar a decisiones que no reflejan sus verdaderos deseos o intereses. Además, la presión para cumplir con las expectativas familiares y sociales puede aumentar los niveles de ansiedad y estrés, lo que a su vez puede afectar negativamente la capacidad de tomar decisiones racionales y bien fundamentadas.
- Inseguridad y falta de confianza: La falta de confianza en uno mismo y en las propias capacidades puede hacer que a las personas les resulte difícil confiar en su juicio.
- Sobrecarga de opciones: El exceso de alternativas muchas veces genera confusión y aumenta la incertidumbre sobre cuál es la mejor opción a elegir.
- Perfeccionismo: Las personas perfeccionistas suelen tener altos estándares y temen cometer errores, lo que puede llevarlas a postergar la toma de decisiones por miedo a no cumplir con sus expectativas.
“Asimismo, factores psicológicos, como la baja autoestima, la ansiedad, la depresión y la falta de habilidades de afrontamiento pueden influir en la percepción de una persona sobre su capacidad para tomar decisiones efectivas, por lo que suele posponer decisiones importantes, lo hace de una manera apresurada o incluso deja que otros elijan por ella”, explicó Madeli Santos, psicóloga clínica y experta en gestión emocional.
De igual manera, como señaló el médico psiquiatra, Andrey Sindeev, tanto las experiencias pasadas como los traumas desempeñan un rol fundamental en nuestra capacidad para decidir, influyendo significativamente en este proceso. Básicamente, estas generan respuestas emocionales intensas, como el miedo y la ansiedad, que limitan nuestra destreza para evaluar las opciones de manera objetiva. Además, pueden llevar a un sesgo de aversión a la pérdida, motivo por el cual, se evitan riesgos debido a las vivencias previas de fracaso. En otras palabras, estas dan lugar a una serie de creencias limitantes, miedos irracionales y una desconfianza en el propio juicio, lo que nos impide tomar decisiones de manera efectiva.
¿Qué es la parálisis por análisis y cómo afecta la a toma de decisiones?
La parálisis por análisis es un fenómeno en el que el exceso de información y la sobrecarga de opciones impiden la toma de decisiones efectiva. En concreto, una persona al enfrentarse a demasiadas alternativas, puede sentirse abrumada y, en consecuencia, es incapaz de decidirse. En efecto, como mencionó el especialista, la sobreabundancia de datos lleva a una situación donde la evaluación exhaustiva de cada una de las opciones se vuelve impracticable, resultado en inacción y procrastinación.
Un claro ejemplo de ello es, cuando un estudiante debe elegir un tema para su trabajo de tesis. Por ello, empieza a considerar múltiples opciones que le interesan, por lo que investiga extensamente sobre cada una de ellas. Tras una vasta recopilación de datos, numerosos artículos científicos y conversaciones con expertos, este no logra decidirse, ya que constantemente está evaluando las ventajas y desventajas y comparando un tema con otro. Una vez que el plazo para presentarlo se acerca, el joven siente cada vez más la presión por tener que elegir, situación que agrava la parálisis por análisis, lo que incluso puede llevarlo a tomar una decisión apresurada y sin la debida consideración o preparación.
¿Cuáles son las consecuencias a largo plazo de una indecisión crónica?
La constante duda y preocupación sobre las decisiones, así como la incapacidad para tomarlas, puede traer consigo diversas consecuencias a largo plazo, como la pérdida de oportunidades, un pobre autoconcepto, una baja autoestima, estrés crónico, altos niveles de ansiedad, sentimientos de frustración y arrepentimiento y deterioro en las relaciones personales y profesionales. Sin lugar a duda, la indecisión prolongada puede llevar a una falta de progreso y crecimiento personal, repercutiendo así en el bienestar y la calidad de vida, destacó Santos.
“La indecisión puede impactar negativamente en nuestras relaciones personales y profesionales al generar frustración y desconfianza en los demás. Por ejemplo, en el ámbito personal, la falta de decisión puede provocar conflictos y resentimientos, mientras que, a nivel profesional, puede resultar en una percepción de incompetencia y falta de liderazgo, afectando la reputación y las oportunidades de carrera”.
¿Cuáles son los signos que indican un alto grado de indecisión?
Según el médico psiquiatra, algunos de los signos más comunes que reflejan la dificultad para tomar decisiones son:
- Procrastinación constante.
- Necesidad de consultar con diversas personas antes de tomar una decisión.
- Cambiar de opinión frecuentemente.
- Experimentar ansiedad y estrés ante la toma de decisiones.
- Pasar mucho tiempo analizando los pros y los contras de cada opción sin llegar a una conclusión clara.
- Temor a que cualquier decisión tomada sea equivocada y genere arrepentimiento.
- Necesidad de validación y respaldo de los demás para sentirse seguro sobre una decisión.
- Quedarse atascado en el proceso de toma de decisiones sin la posibilidad de avanzar.
- Delegar decisiones a otros o evitar aquellas situaciones que ameriten la toma de una decisión.
¿Qué estrategias pueden ayudarnos a mejorar nuestra capacidad para tomar decisiones?
Para manejar el análisis excesivo y la parálisis por análisis es importante establecer límites de tiempo para la toma de decisiones y, sobre todo, confiar en nuestra intuición. Por consiguiente, la psicoterapeuta de la Clínica Internacional recomendó estas estrategias:
- Establecer un límite de tiempo para el análisis: Fijar un período de tiempo determinado para realizar el análisis y tomar decisiones puede ayudar a evitar que nos sumerjamos en un análisis excesivo.
- Priorizar la información relevante: Identificar cuáles son los datos y aspectos más importantes. Esto puede ayudarnos a centrar el análisis en lo fundamental y evitar que nos distraigamos en detalles innecesarios.
- Establecer objetivos claros: Tener claridad sobre qué se necesita realmente, evita que nos perdamos en divagaciones innecesarias.
- Utilizar herramientas de toma de decisiones: Como el análisis FODA (fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas), el análisis costo-beneficio o la matriz de priorización, pueden favorecer positivamente el proceso de toma de decisión.
- Consultar a otras personas: Pedir la opinión de colegas, expertos o personas con experiencia en el tema puede ser de gran ayuda para obtener diferentes perspectivas.
- Aceptar la incertidumbre: En algunos casos, es necesario aceptar que no siempre se puede disponer de toda la información necesaria para tomar una decisión perfecta, por lo que es necesario asumir cierto grado de riesgo.
- Tomar acción: Una vez realizado el análisis y evaluadas las opciones, es esencial tomar una decisión y actuar en consecuencia, pues la inacción puede ser igual de perjudicial que la parálisis por análisis.
De igual forma, es importante aprender a fortalecer la confianza en uno mismo, con el fin de poder tomar decisiones efectivas y que nos proporcionen satisfacción, razón por la cual, es fundamental considerar los siguientes puntos:
- Identificar las fortalezas y debilidades: Reconocer nuestra habilidades, talentos y áreas de mejora nos ayudan a confiar en nuestra capacidad para tomar decisiones acertadas.
- Tomar los errores como oportunidades: No debemos tenerle miedo a cometer errores, ya que son experiencias que nos ayudan a aprender y crecer.
- Establecer metas alcanzables: Fijarnos objetivos realistas y alcanzables nos permiten tener éxito y aumentar nuestra autoconfianza.
- Busca apoyo: Hablar con amigos, familiares o mentores sobre nuestras decisiones nos brindan más confianza y seguridad en nosotros mismos.
- Practicar la toma de decisiones: Cuanto más practiquemos la toma de decisiones, más confianza ganaremos en nuestra habilidad para hacerlo. Por lo tanto, debemos empezar con decisiones pequeñas y progresivamente ir aumentando la complejidad.
- Aceptar las limitaciones: Es vital aprender a reconocer que no siempre podemos tener toda la información o control sobre una situación.
- Mantener una actitud positiva: Es indispensable tener una actitud optimista, incluso frente a situaciones desafiantes, por lo que es primordial tratar de buscar el lado positivo a cada momento.
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