Diego Ballón

Un grupo de investigadores de la Universidad de Guelph, en Canadá, compararon el funcionamiento y la estructura de los corazones de un grupo de nadadores frente a un grupo de runners de élite. Como era de esperarse, ambos gozaban de condiciones envidiables: tenían un que alcanzaba los cincuenta latidos por minuto y sus ventrículos izquierdos eran relativamente más grandes y eficaces que lo normal.

Al respecto, el cardiólogo Juan Menéndez explica que el funcionamiento del corazón es similar al de una bomba: distribuye sangre a todo el organismo, en cantidades equiparables a la fuerza y frecuencia que tenga para contraerse, y en función a la resistencia de las arterias.



El corazón es el órgano encargado de bombear sangre a todo nuestro ser.

Es un órgano adaptable a la masa corporal de la persona, aunque un peso elevado puede significar un mayor trabajo. “La persona se cansa cuando tiene más , porque la cantidad de sangre que bombea no es la suficiente para distribuir a toda la masa corporal”, argumenta Menéndez.

El corazón de un deportista

Cuando los músculos esqueléticos (aquellos tejidos que están unidos a los huesos a través de los tendones) no están acostumbrados al ejercicio, el se ve forzado a enviar más oxígeno, lo que repercute en mayor cansancio. Sin embargo, conforme se progresa en el deporte, el organismo aprende a dosificar mejor su consumo de oxígeno.

Con el tiempo, nuestro cuerpo se acostumbra a repartir mejor el oxígeno.
Con el tiempo, nuestro cuerpo se acostumbra a repartir mejor el oxígeno.

“Una persona que corría cinco cuadras y terminaba con 150 latidos por minuto, al cabo de unos meses culminará ese mismo tramo con 100 latidos por minuto y su recuperación será más rápida”, apunta el cardiólogo. Así, la cantidad de latidos por minuto disminuye conforme se potencia el corazón, mejorando la fuerza de contracción y el volumen de expulsión de la sangre.



Un corazón entrenado puede descender hasta 40 latidos por minuto.

En una persona normal, el corazón trabaja a una frecuencia de 60 a 100 latidos por minuto. En el caso de un runner, sin embargo, los latidos pueden ser más espaciados, sin que ello signifique un riesgo. “Cuando se llega a un nivel competitivo, el corazón está tan fuerte y adaptado que la frecuencia cardíaca desciende incluso hasta a cuarenta latidos por minuto”, sostiene Menéndez.

El especialista explicó, además, que un runner acostumbrado a las competencias cuenta con músculos muy bien oxigenados, mejora su capacidad ventilatoria y puede llevar más oxígeno a los pulmones. “Por lo tanto, optimiza la distribución a través de la , complementándose así la función cardíaca con la función respiratoria”.

El running como medida de prevención

Menéndez sostiene que el running tiene un beneficio directo sobre la prevención de eventos cardiovasculares, puesto que mejora la capacidad ventilatoria, agota las calorías que a diario ingresan al organismo, disminuye los niveles de glucosa y colesterol y, a nivel emocional, disminuye el estrés y mejora la concentración.

Un reciente estudio de la Universidad de Victoria (Australia) encontró que hacer running al menos una vez al mes reduce en 30 % el riesgo de muerte por problemas . Sin embargo, la muerte súbita es una amenaza para cualquier persona, independientemente de su condición física, puesto que tiene entre sus causas trastornos eléctricos o inestabilidad de placas que se obstruyen con coágulos y generan infartos súbitos.



Correr ayudará a disminuir problemas en el corazón.

Ante tal realidad, el médico aconseja la realización de chequeos preventivos, para identificar y corregir a tiempo aquello que puede afectar la función cardíaca. Hablamos de exámenes como análisis de sangre, electrocardiograma, prueba de esfuerzo y estudios para descartar arritmias cardíacas.

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