Isataro Matsufuji tuvo dos hijos. Uno de ellos fue Julio (Shinkichi), quien tuvo con Juana Fukunaga ocho hijos: Lucho, Carlos, César, Jorge, Óscar y Darío (todos fallecidos), además de Consuelo (Fukiko, quien vive en Chiclayo) y Oswaldo (que suma 66 años y reside en Pucallpa).
Lucho, el mayor, fue prácticamente el visionario gastronómico de la familia, si consideramos que a fines de los años 50 ya contaba con un restaurante campestre. Se llamaba Fiesta, estaba en la carretera Central y –según cuentan sus sobrinos- además de ofrecer pollos a la brasa, deleitaba a la concurrencia con shows. Uno de ellos, el del 16 de mayo de 1959, estuvo a cargo del célebre Nat ‘King’ Cole (1919-1965), quien llegó a Lima con su repertorio en español (“Quizás quizás quizás” y “Ansiedad”, entre otros temas) cumpliendo una gira por Sudamérica.
Fue Lucho quien compartió con Jorge y sus otros hermanos la idea de abrir en Lima un restaurante japonés, como el que solían visitar cuando viajaban a Tokio cada verano. Aquel se llamaba Matsuei (pino frondoso, en español), y en él trabajaba un joven itamae llamado Nobu Matsuhisa, a quien le propusieron armar una sociedad para montar en el Perú un sushi bar.
MATSUEI: EL INICIO
Con un letrero luminoso que anunciaba “cocina japonesa”, el Matsuei abrió sus puertas en julio de 1973 en Av. Canadá 230, La Victoria. El abuelo Shinkichi mandó construir aquella casa que hoy ya no existe y que servía de vivienda pero también albergaba las empresas familiares: en un piso estaba el restaurante y en el otro las oficinas del negocio de confecciones, de globos y otros que los Matsufuji tenían.
Matsuei abrió con Nobu como socio e itamae. Tenía 23 años y le llamaban Machan de cariño. Él trajo de Japón a Toshiro Konishi, cinco años menor, y también a Yuichi Kinoshita, quien tomó la posta de Nobu en la barra fría cuando este dejó el sushi bar y se fue a Argentina (poco después de nacer su hija en Lima). Fue en esta época cuando Darío, el hijo menor de Shinkichi, tuvo que entrar a apoyar en la cocina.
Lucho y Jorge fueron los primeros administradores, hasta que viajaron fuera del Perú: Jorge emigró a Panamá y abrió, en 1977, otro Matsuei, hoy dirigido por su hija Cristina; mientras que Lucho, entre sus múltiples viajes (finalmente radicó en Miami), creó en Tokio un restaurante Don Lucho, de cocina peruana.
La posta de la dirección la tomó César, el número tres de los hermanos, quien aunque falleció el año 2005 (precisamente hoy, 7 de noviembre, cumpliría 84 años), disfrutó las buenas épocas del Matsuei, incluyendo la celebración de sus 30 años, con el reencuentro con Nobu, en el local de Manuel Bañón, en San Isidro, donde el sushi bar un par de décadas más tarde.
LA SAGA
La numerosa familia Matsufuji siempre se caracterizó por ser unida y trabajadora. No solo los 8 hijos de Shinkichi tuvieron (de una u otra manera) que ver con el funcionamiento de Matsuei. También casi todos sus 27 nietos pasaron por allí: algunos con vocación administrativa (como Jorge, Tami y Jakie, hijos de Carlos; o Yumi, Kike y Andrés, hijos de César), otros culinaria (como Iván, hijo de Oswaldo; Óscar, Javier, Rafael y Lalo, hijos de Óscar; o Darío, el hijo mayor de Darío).
Este aprendizaje, desde muy pequeños, motivó en algunos la iniciativa de continuar con el legado de los padres.
Con el nuevo milenio (precisamente en el año 2004) parte de esta cuarta generación Matsufuji hizo Edo Sushi Bar. Óscar y Javier Matsufuji (hijos de Óscar) se asociaron con Francisco Hokuhama y José Kanashiro para crear este concepto de barra japonesa pensada en jóvenes como ellos.
La idea se materializó en un pequeño local en San Borja, momento que dio inicio a una nueva era culinaria que invitaba a las nuevas generaciones de comensales limeños a aventurarse en el disfrute de una cocina que hasta entonces les era distante en muchos sentidos, entre ellos el económico. Por eso muchos consideran que Edo democratizó y popularizó el sushi en el Perú.
¿Cómo lograron este acercamiento? Podríamos decir que fueron dos factores los que intervinieron: precios un poco más accesibles y el maki acebichado.
“El tío Carlos nos dijo una vez: cuando no tengan un insumo, usen esta salsa. Era tipo cebiche pero sin limón”, cuenta uno de los jóvenes Matsufuji, mientras que otro aclara: “Matsuei hizo el acebichado con salsa blanca. Edo la modificó, le puso sillao y fue su plato bandera e inaugural: el maki acebichado”.
En medio de la gran aceptación, Edo se multiplicó: abrió el local de Miraflores el 2005, el de Salaverry el 2006 (hoy en Magdalena), el de La Molina y San Isidro el 2009, el Jockey Plaza el 2012, el de El Trigal y Asia el 2013, hasta llegar a inaugurar Quito y Arequipa el 2013. Pero también generó su propio árbol genealógico, creando Toku, un “hijo” hecho a la medida de los ‘food court’ de Plaza Lima Sur (2013) y Real Plaza Salaverry (2014). En gestación y pronto a nacer se encuentra un hijo predilecto, que llamarán Tzuru, por la grulla japonesa.
BUENA RAZA
Quizá siguiendo el ejemplo de Edo –y con la inquietud culinaria corriendo por sus venas- otros Matsufuji abrieron también negocios gastronómicos enfocados a nichos específicos, siempre para atender a un comensal juvenil (no solo joven).
El año 2008 Toshi Matsufuji abrazó tímidamente el oficio paterno cuando el recordado Darío enfermó. Era justo que la memoria de este humilde maestro de la cocina peruano-japonesa sea honrada por sus hijos, testigos de la trayectoria del padre que creó desde la cebichería Barlovento en Petit Thouars, pasando por Daríos en un hotel de Rivera Navarrete, una fugaz fonda de saltados en la avenida Parque Sur, el popular El Tío Darío en Limatambo, hasta llegar a La Cocina de Darío, su último rincón culinario en Petit Thouars.
Toshi no pensó nunca en ser cocinero. De hecho estudió química supramolecular en Londres. Pero en su caso se comprueba aquello que dicen “de raza le viene al galgo”, pues el 2011 abrió Al Toke Pez, una barra de cebiche popular y barato, en plena avenida Angamos y a pocas cuadras del Mercado N° 2 de Surquillo, aquél donde las caseras venden a buen precio y con yapa a la gente de barrio y a los pocos que llegan de más lejos porque saben lo que es bueno.
Similar camino tomó Kike Matsufuji, hijo de César, quien abrió el 2013 su Omatsu, templo del ramen generoso y también creativo, ubicado en la cuadra 6 de San Borja Sur.
Como muchos de sus primos, Kike trabajó en Matsuei, primero en la parte administrativa y luego en barra, como aprendiz del itamae Yuichi. Luego viajó a Estados Unidos para estudiar, y allí trabajó en Nobu Miami durante cuatro años. Luego la Corporación Acurio lo reclutó para abrir La Mar San Francisco. Al cabo de toda esa experiencia, ya le tocó el turno al restaurante de ramen.
UN SIGLO DE HISTORIA
La historia de los Matsufuji, como la de muchas estirpes culinarias en Perú, es rica en información y anécdotas. Esta breve reseña que hemos compartido ha sido construida gracias a los recuerdos de los bisnietos de Isataro, el migrante japonés que puso en el Perú la semilla de este árbol que extendió sus raíces en tierra fértil. El trabajo de sus descendientes alimentó y sigue nutriendo nuestra gastronomía.