La modalidad electoral del futuro, por Juan Arroyo
La modalidad electoral del futuro, por Juan Arroyo
Juan Arroyo

Desde que empezaran la democracia y las elecciones, ha existido siempre la necesidad de contar con sistemas de conteo de votos rápidos y seguros. Todo se inició en la Grecia antigua, hace 2.500 años, cuando había que escribir el nombre del candidato en un trozo de piedra y luego se procedía a contar los piedras. Hoy estamos en la era de Gutenberg en nuestro sistema de votación, en la era del papel escrito, y ello nos ha tenido en suspenso una semana, mientras se resolvían las actas observadas y llegaban las actas del extranjero. ¿Habrá alguna manera de abreviar los resultados, conservando la plena confianza de todos en el sistema electoral?

El sistema del voto electrónico se anuncia como la modalidad electoral del futuro. Las ventajas de la tecnología aplicada a las elecciones democráticas representan un avance extraordinario pues permiten rapidez en el conteo de votos, menores costos con la política de “cero papeles”, menor tiempo invertido por la población en la votación, mayor participación de los votantes, reducción de los errores con las experiencias sucesivas y más confianza en los resultados. La práctica global en la introducción de este nuevo sistema muestra sus beneficios pero también las mejoras necesarias para su universalización. 

El sistema de votación electrónico se originó con las tarjetas perforadas en Oregon en la década de 1970, existiendo hasta hoy siete países que tienen la automatización total del sufragio de las mesas electorales. No fue fácil el logro, pero valió la pena. En las elecciones del 2010 en Brasil, el nuevo sistema permitió que a solo tres horas de concluido el sufragio se conociera el resultado del 90% de los 135 millones de electores. En la India, la democracia más grande del mundo, se cuenta con poco más de un millón de máquinas de votación, cuyo valor apenas supera los 200 dólares y que cuentan con una memoria interna que permite realizar la votación en varios días. En Estonia ya es posible votar por celular. 

De otro lado, hay países que no han universalizado el sufragio electrónico pero que están en la etapa de pruebas piloto. En España, el gobierno catalán proyecta implantar el voto electrónico en el extranjero para incrementar el sufragio tras la baja asistencia en setiembre pasado (14.000 de 200.000 votantes). En Argentina, tres provincias han utilizado el nuevo sistema y la percepción ha sido positiva, al punto que en Mendoza el 99% de la población lo consideró “fácil” y ahora se pretende implantar a nivel nacional. En Canadá, si bien las elecciones federales son aún las tradicionales, a nivel municipal se emplea el ‘e-vote’ desde los años 90 y ya empieza a ampliarse a nivel provincial. Finalmente, en la primera prueba en el Perú en el distrito de Pacarán en las elecciones del 2011, los resultados ya se conocían a los 30 minutos del cierre.

De todas formas, hay cosas por mejorar. En Estados Unidos hubo un gran debate en las elecciones del 2000 en que George W. Bush se impuso sobre Al Gore, al cuestionarse los errores de algunas máquinas con el escaneo óptico. En el 2006, en Holanda, se reveló que cualquier persona con un equipo especial, a 25 metros de distancia, podía saber por quién estaba votando el sufragante, lo cual generó un escándalo y se tuvo que retornar al voto en papel. En nuestro país la ONPE tuvo que reducir los distritos de prueba de 30 a 19 en la reciente elección, dado que de los 53.226 miembros de mesa proyectados, solo se había capacitado a 22.106 (41,5%); y de los más de tres millones de electores proyectados, apenas se había capacitado a 350.000 (11,5%).

Las experiencias a nivel mundial –y nacional– del voto electrónico nos hacen concluir que sus beneficios son patentes, pero su éxito dependerá de la confianza que las autoridades y electores desarrollen en él y para ello su implementación deberá ser gradual y totalmente transparente.