El 2 de abril de 2023 se convirtió en un día histórico para el cocodrilo del Orinoco (Crocodylus intermedius). El río Tomo, dentro del Parque Nacional El Tuparro, en el departamento de Vichada, en la Orinoquía colombiana, pasó a ser el nuevo hogar de 14 cocodrilos que fueron reintroducidos en su hábitat natural. Esta es la primera vez que se hace una liberación de un grupo tan grande con individuos adultos de este reptil (12 hembras y 2 machos) que está considerado como en Peligro Crítico (CR), según la Lista Roja de especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
El cocodrilo del Orinoco, conocido popularmente como caimán del Orinoco o caimán llanero, es una especie endémica de la Orinoquía de Colombia y Venezuela. Los especialistas estiman que quedan menos de 200 ejemplares adultos en estado silvestre y los cálculos más optimistas indican que no superarían los 300 individuos. Esto tiene graves consecuencias en los ecosistemas acuáticos, ya que se trata de un depredador tope (en lo más alto de la cadena trófica) y una especie sombrilla, es decir, que al ser conservada, garantiza la conservación de muchas otras especies de flora y fauna.
“Es la primera vez que se hace una liberación con individuos grandes y adultos. El esfuerzo es muy grande porque son individuos que han tenido un proceso muy detallado de readaptación. Cuando los teníamos creciendo aquí en la estación [Estación de Biología Tropical Roberto Franco de la Universidad Nacional de Colombia] en Villavicencio, los alimentábamos con pescado muerto y ellos lo recibían pero desde hace dos años están teniendo que cazar los peces en un espacio de semi cautiverio sin presencia humana. Queremos que tengan una probabilidad mucho más alta de sobrevivir en el río”, comenta Mario Vargas Ramírez, profesor de la Universidad Nacional y director de la estación Roberto Franco.
El objetivo de esta reintroducción de cocodrilos en estado adulto, y otras más que se realizarán a corto plazo, es que el animal pase, dentro de unos años, de la categoría en Peligro Crítico a Vulnerable. Esto va en línea con la meta de “establecer tres poblaciones silvestres en áreas protegidas de distribución histórica, con al menos cinco hembras reproductoras, cada una en 15 años”, objetivo que se trazó Colombia mediante un Plan de Acción Interinstitucional para la Conservación del Caimán Llanero, publicado a finales de 2022 y liderado por la Universidad Nacional, WCS Colombia, la Gobernación del Casanare y Cormacarena.
Reintroducir ejemplares adultos permite ganar tiempo y alcanzar esa meta más rápido, pues, según Vargas, estos reptiles alcanzan la madurez sexual entre los nueve y los diez años, por lo que el problema de reintroducirlos muy pequeños es que pueden ser depredados por otras especies, como babillas, grandes bagres o nutrias, antes de que puedan reproducirse.
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Cocodrilo del Orinoco: una de las especies más amenazadas en Colombia
El cocodrilo del Orinoco es uno de los cocodrilos más grandes del mundo, con ejemplares que pueden llegar a medir hasta siete metros de largo. Su alimentación está adaptada a su tamaño. Durante los primeros años capturan pequeños invertebrados, peces y ranas. A medida que crecen, incorporan a su dieta aves, reptiles, mamíferos medianos y grandes, y sobre todo peces.
Este enorme reptil es un depredador tope, por lo que regula las poblaciones de otros depredadores más pequeños como las babillas y las pirañas, que depredan los alevinos de otras especies de valor comercial para las poblaciones locales, como bagres o cachamas.
Mario Vargas, director de la Estación Biológica Tropical Roberto Franco, también destaca que los desplazamientos de los cocodrilos por el lecho de caños y ríos, contribuyen a evitar que durante la época seca los cursos de agua se saturen de sedimentos. Además, “estos animales apoyan el proceso de la producción primaria de los ríos, porque los nutrientes que liberan por medio de los excrementos ayudan a la producción de fitoplancton y zooplancton con el que se alimenta toda la cadena trófica, hasta llegar a los peces que la gente consume”.
En la primera mitad del siglo XX, y hasta la década de los sesenta, el reptil estuvo sometido a una fuerte presión por cacería comercial, situación que lo llevó al borde de la extinción. A pesar de que la caza cesó hace más de 40 años, y que Procaimán, el Programa Nacional para su conservación, está vigente desde hace más de dos décadas, la especie continúa en Peligro Crítico en toda su área de distribución.
Desde 1970, la Universidad Nacional de Colombia trabaja en su recuperación. Sólo en la Estación de Biología Tropical Roberto Franco hay cerca de 500 cocodrilos, muchos de los cuales tienen más de 20 años, ya que estos animales son longevos y pueden vivir más de 80 años. Entre la década de los setenta y los ochenta, el gran reto fue que los parentales se reprodujeran, que los huevos llegaran con éxito a la eclosión y que las crías sobrevivieran. Hoy el desafío es reintroducir los animales en sus hábitats naturales y que se reproduzcan para formar poblaciones.
“Tenemos más de 500 cocodrilos como parte del programa de conservación, pero no todos son aptos para ser reintroducidos porque algunos no tienen la diversidad genética necesaria o presentan problemas de crecimiento”, comenta Vargas. Sin embargo, gracias a estudios genéticos dirigidos por el investigador, encontraron que tenían una población apta para futuras liberaciones y que a nivel genético era viable para intentar una repoblación de la especie en estado silvestre. Los ejemplares no mostraron afectaciones debido a endogamia, es decir, por el apareamiento entre individuos emparentados.
En el país también hay otros cinco centros de cría de cocodrilos (núcleos de reproducción) que trabajan en coordinación con la Estación Roberto Franco: el Bioparque Los Ocarros, en el municipio de Restrepo, en el departamento de Meta; la Universidad de los Llanos en el municipio de Villavicencio, Meta; el Parque Acuático y de Recreación Piscilago, en el municipio de Nilo, en Cundinamarca, el parque Merecure en el municipio de Puerto López, Meta, y el Bioparque Wisirare en el municipio de Orocué, en Casanare, administrado por la Fundación Palmarito, una de las pioneras en reintroducción de individuos jóvenes de cocodrilo del Orinoco.
Desde hace varios años, Palmarito y WCS Colombia, a través del Proyecto Vida Silvestre, trabajan en la adecuación de las instalaciones del Bioparque Wisirare y construyeron nuevas áreas para que todo el proceso de incubación de huevos y cría de los cocodrilos se pueda completar allí.
Como resultado, 217 caimanes criados en Wisirare han sido reintroducidos al medio natural, incluyendo la primera reintroducción de esta especie en el territorio nacional realizada por Parques Nacionales Naturales de Colombia en mayo de 2015. De esos 217 individuos, 71 caimanes fueron liberados en el Parque Nacional Natural El Tuparro (Vichada), bajo el auspicio del Proyecto Vida Silvestre; 29 en el río Cravo Norte, en el departamento de Arauca; 32 caimanes en la Reserva Natural de la Sociedad Civil (RNSC) La Aurora; 20 en la RNSC Corozito; 25 en la RNSC Palmarito y 40 en la RNSC Hato Venecia. Todas estas RNSC se ubican en el departamento de Casanare.
La situación del cocodrilo del Orinoco es tan crítica que la liberación de los 14 animales adultos llevada a cabo el pasado 2 de abril, se convirtió en un hito para la conservación de la especie. Tanto así que el proceso de reintroducción, liderado por Parques Nacionales Naturales de Colombia y la Estación de Biología Tropical Roberto Franco, contó con el apoyo técnico y financiero del proyecto Vida Silvestre, así como con el respaldo y ayuda de varias instituciones: la Universidad de Florida, a través de su equipo Croc Docs, CrocFest-Jake d’Alquens Tribute Gig & Fundraiser, la Universidad Fordham, la Fuerza Aérea Colombiana, la Defensa Civil Colombiana, el Parque Merecure, Cormacarena, la Universidad de los Llanos y la Policía Nacional.
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Liberación que llena de esperanza a los científicos
En el momento de la liberación todo fue felicidad. A 13 de los cocodrilos (11 hembras y 2 machos) se les instalaron transmisores satelitales que permitirán seguir sus recorridos durante dos años y analizar sus sitios de descanso, anidación, reproducción, así como determinar si lograrán establecerse definitivamente en el río Tomo.
Detrás de las bellas fotos y videos de los cocodrilos ingresando al agua y explorando el territorio, hubo un enorme esfuerzo logístico. Carlos Saavedra, coordinador del Proyecto Vida Silvestre —iniciativa liderada por WCS Colombia, Ecopetrol y Fondo Acción— considera que hubo varios desafíos. El primero tuvo que ver con los trámites y permisos para movilizar a los animales. “Hemos leído y discutido toda la información dos y tres veces, hemos generado alrededor de 20 documentos que tienen que ver con la salud de los animales, la logística, la genética, cómo va a ser el monitoreo, etcétera”, dice Saavedra.
Otro de los retos fue manejar simultáneamente 14 animales de más de tres metros de largo y más de 100 kilos cada uno, algo que Saavedra considera una tarea nada fácil. “Y luego colocarles los transmisores y ubicarlos en los guacales en los que se les iba a transportar, que además debían tener unas características muy específicas para que los individuos no sufrieran durante su movilización”, agrega.
Los 14 cocodrilos crecieron en la estación Roberto Franco y hace dos años fueron trasladados al Bioparque Merecure, situado en la vía que conduce de Villavicencio a Puerto López, en el departamento de Meta. Allí fueron ubicados en un entorno muy similar a su hogar definitivo en el río Tomo.
Luego, a los reptiles los trasladaron por carretera, desde Merecure hasta la base de la Fuerza Aérea Colombiana en Villavicencio, en un recorrido aproximado de 12 kilómetros aproximadamente. Desde allí, un avión militar se encargó de llevarlos, el sábado 1 de abril, hasta Marandúa, un comando de la Fuerza Aérea ubicado en el departamento de Vichada, y la travesía continuó 90 minutos más por tierra, hasta alcanzar el punto escogido en las playas del río Tomo.
Los cocodrilos ya se encuentran libres, nadando en el río, mientras que los investigadores cruzan los dedos para obtener la mayor cantidad de información posible durante los dos años de monitoreo a través de los transmisores satelitales.
Liberaciones previas, lecciones y un futuro prometedor
Leonor Valenzuela, coordinadora de Análisis y Síntesis de WCS Colombia, asegura que los transmisores satelitales les permitirán tener mayor información porque, a diferencia de los radiotransmisores que se habían puesto a los cocodrilos juveniles liberados en el pasado, la distancia respecto al animal monitoreado ya no es una limitación. “No importa si se nos va [el cocodrilo] para el río Orinoco o se pasa para Venezuela, vamos a seguir teniendo la información porque no va a depender de que nosotros nos estemos moviendo por el territorio”, dice Valenzuela.
Los científicos podrán entender mejor las dinámicas de los movimientos de los cocodrilos. “Con estudios previos se había visto que los animales no se movían mucho cuando los liberaban, pero nosotros tenemos individuos [juveniles de anteriores reintroducciones] que bajaron desde la zona de liberación hasta el río Orinoco y se devolvieron a la zona de liberación”, relata la investigadora.
Los individuos adultos tienden a asentarse en territorios específicos, así que uno de los objetivos durante los dos años que tendrán transmisores satelitales es identificar y conocer mejor los territorios que los animales escogieron. “Luego seguiremos con un monitoreo más tradicional: el monitoreo nocturno. Vamos hasta los sitios donde ya se sabe que están los animales para verificar que siguen ahí”, cuenta Valenzuela.
Con el apoyo de WCS Colombia, Parques Nacionales Naturales ha hecho tres liberaciones previas de cocodrilos del Orinoco, todas con especímenes juveniles (de menos de 82 centímetros de longitud). 71 reptiles han sido reintroducidos y 50 de ellos llevaban un radiotransmisor. “Los monitoreos los hacíamos siguiendo el río, entrando a las lagunas con una antena y acercándonos al sitio donde escuchábamos la señal. Era un trabajo de campo muy demandante. Hicimos más de 5 500 kilómetros de recorrido en la búsqueda de los individuos”, dice la coordinadora de Análisis y Síntesis de WCS Colombia.
Gracias a este esfuerzo lograron detectar que el 50 % de los animales liberados seguían presentes en el territorio hasta el momento en que funcionaron los radio transmisores. Entre el otro 50 %, es posible que algunos animales murieran, pero algunos cocodrilos posiblemente migraron a otros ríos, por lo que su señal no era captada cuando se hacían los recorridos de monitoreo. No es posible tener certeza sobre su destino y esa es una de las cosas que se mejorará con la tecnología satelital.
Las liberaciones previas dejaron importantes aprendizajes que las autoridades ambientales tuvieron en cuenta el pasado 2 de abril. Reconocieron, por ejemplo, que es mejor hacer las reintroducciones en época de aguas bajas, y que las playas como en la que liberaron los 14 individuos adultos son sitios idóneos, ya que algunos cocodrilos se quedan allí, pero otros buscan nuevos espacios de asentamiento, disminuyendo la posibilidad de enfrentamientos entre ellos. El punto escogido para la liberación permite conexión con lagunas y otros afluentes.
Valenzuela comenta que, además del monitoreo, han venido trabajando con Parques Nacionales en entender si generan conflictos humano-cocodrilo, “sobre todo ahora, que estamos liberando animales grandes y no queremos terminar afectando negativamente a las comunidades que utilizan los ríos”.
Camila Durán, especialista en fauna de WCS Colombia, dice que desde el año pasado han trabajado con las comunidades en la zona de influencia del río Tomo donde se hizo la liberación. El objetivo era entender las implicaciones que tiene la presencia y el aumento de una población de reptiles que ha estado prácticamente ausente en la zona desde hace muchas décadas. “Se diseñó una encuesta que nos permitió conocer varias cosas. Primero, la percepción que tenían las comunidades acerca del cocodrilo. Segundo, el conocimiento que realmente tienen sobre la especie y, finalmente, si han tenido algún tipo de interacción o afectación real por la presencia del cocodrilo en la región, considerando que ya se han hecho tres liberaciones previas”, cuenta Durán.
Encontraron que la gente entiende la importancia de la especie y le da un valor muy importante, pues aseguran que “donde hay caimán, hay agua, se mantienen los cuerpos de agua profundos y hay peces”. La encuesta también reflejó que hay algo de temor debido al tamaño del animal, pero que las comunidades no lo consideran una amenaza. Y quizás una de las conclusiones más importantes es que hasta el momento no ha habido ninguna interacción negativa con la especie.
El grupo de científicos realizó varios recorridos por todas las comunidades cercanas a la zona en donde se iba a realizar la liberación. “Hicimos ejercicios de socialización y de educación con las poblaciones ribereñas que conviven con el cocodrilo para explicarles lo importante que es esta liberación para la recuperación de la especie en una de las áreas históricas de su distribución [parque El Tuparro] y para brindarles mayores conocimientos acerca de la especie, porque es muy usual que las comunidades confundan al cocodrilo del Orinoco con las babillas, que son muy comunes en la zona”, dice Durán.
El trabajo participativo de las comunidades será muy importante durante el tiempo de monitoreo, ya que ellos también enviarán registros de las fechas y lugares donde observen a los cocodrilos, lo que permitirá complementar la información proveniente de los transmisores satelitales.
Para las autoridades ambientales y para los propios científicos, la liberación de los 14 cocodrilos adultos ocurrida a comienzos de abril es uno de los momentos más esperados para avanzar en la recuperación y conservación de una de las especies de fauna más diezmadas de Colombia. Ahora comienza una nueva fase donde el objetivo es empezar a crear poblaciones silvestres en lugares donde el cocodrilo fue completamente exterminado.
La presencia de este enorme reptil es fundamental para la salud de los ecosistemas, pero también para el sustento económico, e incluso de subsistencia, de muchas comunidades en la Orinoquía.
“Cuando el cocodrilo falta en el río, empieza un desequilibrio. Es como una cascada negativa de efectos que hace que el ecosistema empiece a decaer y, en últimas, a fallecer. Es algo que nosotros no podemos permitir”, dice con convicción Mario Vargas. Y añade que “muchas veces me preguntan: ‘Si el cocodrilo es peligroso y es feo, ¿usted por qué quiere recuperarlo?’ Además de su importancia para la salud de los ríos, los cocodrilos están en Sudamérica desde hace millones de años y nosotros llegamos hace 20 000. También hay una razón de lógica moral: si ellos llegaron primero, ¿por qué ahora no los queremos tener aquí?”.
*Imagen principal: Liberación de cocodrilos del Orinoco adultos en el río Tomo. Foto: Camila Durán – WCS Colombia.
El artículo original fue publicado por Antonio José Paz Cardona en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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