La silueta de una mujer recostada y hermosamente vestida de verde enmarca el paisaje del Parque Nacional Tingo María. La conocen como “La Bella Durmiente” y es una cadena montañosa cubierta de bosque que, desde 1965, se convirtió en la segunda área natural protegida del Perú.
Tingo María se ubica en la selva alta —yungas peruanas— del distrito de Mariano Dámaso Beraún, provincia de Leoncio Prado, en Huánuco. Dentro de sus 4777 hectáreas de extensión también se encuentra la “Cueva de las Lechuzas”, formación geológica que es un enorme refugio para numerosas especies silvestres.
“La cadena de montañas que da origen a La Bella Durmiente es el símbolo de identidad más representativo de la provincia de Leoncio Prado, en la selva central de nuestro país”, dice Lorenzo Flores, jefe del Parque Nacional Tingo María. “La gestión efectiva del parque tiene tres pilares fundamentales. El primero es la conservación de la biodiversidad; el segundo, los servicios ecosistémicos que ofrece, la belleza paisajística, recursos hídricos y plantas medicinales. Y el tercero, el beneficio de la población local a través del turismo”.
Este es un recorrido virtual con Mongabay Latam por los rincones que debes conocer en esta área natural protegida.
Primera parada: el paisaje
Además de “La Bella Durmiente” —sitio que alberga la leyenda de amor entre la princesa Nunash y el joven guerrero Cuynac—, el parque tiene tres sitios turísticos imperdibles: Cueva de las Lechuzas, Tres de Mayo y Quinceañera. Sus escenarios resultan fascinantes para quien los visite. Los atractivos en esos lugares van desde cuevas hasta ojos de agua y cascadas.
La Cueva de las Lechuzas es el principal atractivo turístico del parque. En su interior se pueden encontrar formaciones como estalactitas, estalagmitas, mantos y columnas que datan de hace miles de años. Su interior es hogar de una imponente colonia de guácharos (Steatornis caripensis) —conformada por alrededor de 10 000 individuos—, además de murciélagos, insectos, amblipígidos y mamíferos menores.
En el sector Tres de Mayo se puede visitar un orquideario y mariposario, además de conocer aves, plantas medicinales, forestales y ornamentales, o visitar tres cascadas de aguas cristalinas: Gloriapata, Sol Naciente y Salto del Ángel.
La catarata Quinceañera es una caída de agua de 43 metros, donde predomina el bosque muy húmedo premontano tropical, rodeada de exuberante vegetación.
En estos sitios hay guías turísticos de las comunidades locales, además de actividades como observación de aves, flora y fauna, senderismo, ecoturismo y campismo.
“Los guías son pobladores locales y ellos explican a detalle las especies de flora y fauna existentes en el lugar”, detalla Flores. “Nosotros los preparamos como orientadores a través de diferentes cursos de capacitación sobre biodiversidad, primeros auxilios y atención al cliente, entre otros. De tal forma que están muy bien preparados para brindar un servicio de calidad a los turistas que visitan el parque”, agrega.
Segunda parada: la fauna
En el parque destacan las aves, con una variedad de 364 especies, entre ellas el gallito de las rocas (Rupicola peruviana), los guacharos (Steatornis caripensis), diversas especies de loros, pájaros carpinteros y tucanes.
Para observarlas, basta con visitar cualquiera de los sitios turísticos: Tres de Mayo, Cueva de las Lechuzas o Quinceañera, que representan las zonas más importantes.
En el caso de los mamíferos, se reporta la presencia del puma (Puma concolor), jaguar (Panthera onca), tigrillo (Leopardus pardalis), tigrina (Leopardus tigrinus), margay (Leopardus wiedii), zarigüeyita acuática (Chironectes minimus), ronsoco (Hydrochoerus hydrochaeris), nutria (Lontra longicaudis), sajino (Tayassu tajacu), frailecillo (Saimiri boliviensis) y el pichico común (Saguinus fuscicollis).
“Hace un par de años, a través de la colocación de cámaras trampas, hemos podido registrar siete nuevas especies de fauna que no estaban en la lista de fauna del parque, como el famoso otorongo o jaguar, la lista de fauna cada vez se va incrementando y, sin dudas, pienso que tenemos muchas más especies tanto de flora como de fauna para descubrir, incluso especies nuevas para la ciencia”, afirma el jefe del parque.
Otro de los atractivos es su amplio registro de mariposas, con un aproximado de 320 especies, donde destacan las del género Morpho.
Tercera parada: la flora
La flora corresponde a la que caracteriza a la selva alta. De acuerdo con la ficha técnica del parque, a los 1800 metros sobre el nivel del mar, la vegetación es densa y cuenta con matorrales diversos donde abundan los musgos, líquenes, bromelias y otras plantas epífitas que cubren los afloramientos rocosos.
Conforme se baja en altitud —alrededor de los 700 metros sobre el nivel del mar—, el bosque se hace más alto y allí es donde aparecen los helechos arbóreos, que comparten el espacio con especies de árboles de las familias Lauraceae, Clusiaseae y Rubiaceae, donde también se encuentran asociadas numerosas especies de orquídeas.
De hecho, uno de los datos más interesantes respecto a las orquídeas, es que el parque cuenta con más de 300 especies y tres de ellas han sido recientemente descubiertas: Andinia tingomariana, Andinia barba-caprina y Andinia crassipetala, todas encontradas entre 2018 y 2021 en el parque.
“Son tres nuevas especies de orquídeas que el Parque Nacional ha regalado al mundo y que el único lugar donde las podemos encontrar es aquí”, dice Flores.
Además, en las laderas bajas de las montañas, el bosque es aún más alto y predominan los árboles pertenecientes a las familias Meliaceae, Lauraceae, Myristicaceae y Moraceae. Las especies más conocidas son la cumala, la requia blanca, la moena y el sapotillo.
“Visitar el Parque Nacional Tingo María es una experiencia única e inolvidable”, concluye Flores. “Van a poder observar una vegetación muy tupida, especies de fauna y flora en sus tres accesos para el turismo; se van a llevar una experiencia muy grata”.
Imagen principal:El emblemático Gallito de las rocas (Rupicola peruvianus), puede apreciarse en los sectores turísticos Tres de Mayo y Quinceañera. Foto: Christian Quispe.
El artículo original fue publicado por Astrid Arellano en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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